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Las mujeres no mueren, las matan

Puri Pérez Rojo

Mugarik Gabe —

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Las mujeres no mueren, a las mujeres las matan. Las matan de golpe o poco a poco. Matan sus alegrías, sus esperanzas, sus ansias de vivir. Las matan cuando las violan, cuando las venden, al prostituirlas o al ofrecerlas como objetos de consumo, con una publicidad cosificadora, embrutecedora.

Las mujeres no mueren, las matan. Ser mujer, a día de hoy, es un oficio de alto riesgo. Desde los 3 años a los 93, las mujeres estamos, vivimos, en peligro, con miedo. Miedo a ser violadas durante 90 años de vida, no hay límites para la barbarie. Una barbarie sin espacio para la libertad de las mujeres, para la esperanza y la paz en la convivencia. Un espacio teñido de las inseguridades y los miedos de los hombres.

Pero las mujeres vamos pasito a pasito por el camino de la esperanza, por la calle sin asfaltar en la que a diario tropezamos en baches de desaliento, dando traspiés e incluso zancadas a veces. Te encontrarás una larga fila de mujeres contigo, irán a tu lado, calladas, desconocidas, sonrientes y con dientes. Algunas no las verás, son invisibles. No las pierdas de vista, siempre te serán de ayuda. Cuando no sepas por donde ir, pregúntales. Si te pesa la mochila, pídeles ayuda. Las hay que te ofrecerán agua por el camino y otras ricas comidas, la mayoría son maestras de la cocina. Manifiéstate¡ te dirán las luchadoras. Las artistas dibujarán tu cara y pintarán tu cuerpo. Algunas te tocarán para sanarte o te tocarán por placer, déjate. Tropezarás con mujeres llenas de vida cuidada o que cuidan vidas. Sólo las que llevan la música con ellas te harán moverte. Otras te leerán libros y algunas incluso, sin que tú lo pidas te leerán lo que ellas mismas han escrito.

Reivindicaba Virginia Wolf una habitación propia, una habitación para cada mujer, para ser ellas, exigía un espacio para poder ser. Es tiempo ahora, de reivindicar tiempo, un tiempo para reivindicar, un tiempo para que todas las mujeres puedan llegar a ser lo que quieran. Es tiempo de escaldarse, de mojarse, de escandalizarse porque siguen matando a las mujeres. Porque se siguen dando argumentos, justificaciones y explicaciones de las razones que han llevado a alguien a matar a una mujer. Estamos hartas de que nos amen tanto. Por favor un poco menos amor, al menos de ese que mata.

Si con 15 años te revisa tu móvil ¡que no hará con 35 años! Cuídate y hazte respetar. El amor es respeto, es un trato entre iguales. No necesitas de esa protección que te ofrecen envuelta con lacitos de control. Los celos no son muestra de cariño, tan solo muestran su inseguridad. La tele miente, miente mucho y nos hace creer que es verdad aquello que dicen.

Recientemente leí en la prensa que el lehendakari Urkullu en su discurso de prioridades en política general en el parlamento, con 21 páginas y 90 minutos de intervención, no hacia ninguna referencia especial al sangrante tema de las violencias machistas, al terrorismo machista que viven a diario las mujeres.

Además de una nación foral, las mujeres queremos, necesitamos, una nación floral. Una nación sin miedo, una nación sin violencias físicas ni psicológicas hacia las mujeres, sin violencias en el trabajo, sin acosos, sin techos de cristal, sin cosificarnos ni convertirnos en objetos, en definitiva, sin desigualdades por el hecho de ser mujeres. Todas esas pequeñas y grandes desigualdades son el caldo de cultivo de una cultura patriarcal que genera violencia, son la espiral de la violencia y es por donde debemos atacar el problema.

Necesitamos, urgentemente también, un desarme y una disolución del machismo y el patriarcado. Por eso la violencia machista debe estar en todas las agendas de las instituciones de forma prioritaria, debe ser el fondo de pantalla de los móviles, pero sobre todo de nuestras cabezas. Deben dedicar más recursos en atención y muchos más a la educación para lograr eliminar el miedo y de una vez por todas conseguir una paz y una convivencia entre hombres y mujeres reales.

El día 7 de noviembre se celebró la primera manifestación a nivel del estado en contra de las violencias machistas. Y se está preparando ya otra a nivel de Euskadi en Vitoria para 2016. Pero, además de la necesaria movilización social, hay toda una amplia plataforma de medidas que se pueden, y deben, abordar para erradicar definitivamente la violencia machista. Algunas de las mismas serían tales como que las instituciones públicas y todos los agentes sociales asuman este tipo de violencia como un problema político y social de primer nivel; el necesario fin de la impunidad, poniendo el foco en los agresores y no solo en las mujeres; la aplicación de medidas educativas que tengan como principio la igualdad; la atención integral a las mujeres, reconociéndolas como sujetas de derecho y no solo como objetos de la violencia; o que los medios de comunicación dejen definitivamente de transmitir estereotipos machistas y se conviertan en generadores de modelos igualitarios y agentes activos contra las violencias.

¿Tomará nota la clase política de todo esto o, escucharemos nuevamente vacías declaraciones y seguiremos sumando mujeres asesinadas por las violencias machistas?

Las mujeres no mueren, a las mujeres las matan. Las matan de golpe o poco a poco. Matan sus alegrías, sus esperanzas, sus ansias de vivir. Las matan cuando las violan, cuando las venden, al prostituirlas o al ofrecerlas como objetos de consumo, con una publicidad cosificadora, embrutecedora.

Las mujeres no mueren, las matan. Ser mujer, a día de hoy, es un oficio de alto riesgo. Desde los 3 años a los 93, las mujeres estamos, vivimos, en peligro, con miedo. Miedo a ser violadas durante 90 años de vida, no hay límites para la barbarie. Una barbarie sin espacio para la libertad de las mujeres, para la esperanza y la paz en la convivencia. Un espacio teñido de las inseguridades y los miedos de los hombres.