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Partidos políticos y democracia interna

Cada día escuchamos voces que nos alertan del desapego que la sociedad tiene respecto a los partidos políticos y su forma de actuar, tanto a nivel interno como externo. La ciudadanía, sobre todo a partir del inicio de la crisis múltiple que está sufriendo, es en general más crítica con la falta de transparencia de partidos políticos y las instituciones en la que están presentes. Los casos de corrupción a grandes niveles, tales como el caso Bárcenas o los EREs en Andalucía, y la forma de actuar en innumerables casos en niveles más inferiores de las Administraciones públicas, como Ayuntamientos o Diputaciones, están desgastando la credibilidad de los mecanismos que rigen la participación política a niveles nunca vistos desde su consagración en la Constitución de 1978.

La opacidad es la madre de la corrupción, aunque esta no es una relación de causa-efecto. Cada partido político define en sus estatutos su forma de organizarse a nivel interno, estatutos que deben adaptarse a lo que marca la Ley Orgánica de Partidos Políticos. En la realidad, en la mayoría de partidos políticos funcionan grupos o “familias” vinculadas a ciertos intereses concretos o a personalismos vinculados con el poder que tienen algunas personas gracias a sus cargos institucionales y a los votantes que aporta a la formación. Lo hemos visto esta pasada semana en el Partido Popular vasco, con la maniobra con la que Arantza Quiroga se ha deshecho de Iñaki Oyarzabal, afín a Alfonso Alonso. Pero esto no solo sucede en el PP. Habría infinidad de ejemplos que podríamos poner que demuestran la escasa calidad democrática de los partidos mayoritarios.

Parece evidente que esta forma de organizarse aleja a los partidos políticos de la sociedad a la que, en teoría sirven. La sociedad debería verse reflejada en los partidos políticos, pero estamos cada vez más lejos de que esto sea una realidad. Muchas personas que se interesan por participar en la gobernanza de lo público acaban desistiendo ante la imposibilidad de que sus ideas puedan calar en las férreas estructuras de los grandes partidos, lo que provoca que solamente puedan llegar a ejercer cargos relevantes aquellos militantes que se pliegan a los grupos de poder establecidos y que sirven a sus intereses.

Las consecuencias de estas prácticas son el alejamiento de los partidos de la ciudadanía y un estancamiento en la evolución ideológica de las formaciones. Cuando una persona puede llegar por fin a los órganos realmente decisivos de un partido político, ya se ha dejado demasiados pelos en la gatera y ha adquirido demasiados compromisos como para poder cambiar realmente las cosas. La falta de transparencia y de democracia interna ha elevado el nivel de mediocridad de nuestros políticos hasta límites insospechados. Basta comparar los políticos actuales con los que vivieron la transición y pusieron las bases del actual sistema democrático. No hay color, ni en la derecha ni en la izquierda, ni en los partidos estatales ni en los de ámbito autonómico.

La crisis social que está viviendo España desde hace unos años solamente ha puesto el foco en esta forma de organizarse y funcionar que tienen los grandes partidos y ha provocado un desapego sin precedentes desde que se puso en marcha el sistema político actual. Además de la falta de democracia interna y de participación real de la sociedad en la toma de decisiones dentro de las organizaciones políticas, hay que añadir una ley electoral injusta, ideada para perpetuar un bipartidismo que imposibilita las alternativas reales a las políticas que las formaciones desarrollan desde las instituciones. Todas estas circunstancias están llevando a nuestro sistema político a un nivel de descrédito y de deslegitimación preocupante.

Mientras los partidos mayoritarios continúan sumidos en el inmovilismo esperando que la situación se revierta y vuelva a ser la de hace unos años, hay nuevos partidos que están proponiendo cambios profundos en el sistema, planteando medidas tendentes a profundizar en el funcionamiento democrático de todos los agentes implicados en el funcionamiento de la estructura política que se consagró con la Constitución de 1978. Los mensajes de algunos de estos partidos políticos emergentes coinciden con las ansias de renovación democrática que siente una buena parte de una sociedad que se siente ajena al actual modelo y que busca nuevas fórmulas para encauzar la participación ciudadana en la que se basa la verdadera democracia.

Cada día escuchamos voces que nos alertan del desapego que la sociedad tiene respecto a los partidos políticos y su forma de actuar, tanto a nivel interno como externo. La ciudadanía, sobre todo a partir del inicio de la crisis múltiple que está sufriendo, es en general más crítica con la falta de transparencia de partidos políticos y las instituciones en la que están presentes. Los casos de corrupción a grandes niveles, tales como el caso Bárcenas o los EREs en Andalucía, y la forma de actuar en innumerables casos en niveles más inferiores de las Administraciones públicas, como Ayuntamientos o Diputaciones, están desgastando la credibilidad de los mecanismos que rigen la participación política a niveles nunca vistos desde su consagración en la Constitución de 1978.

La opacidad es la madre de la corrupción, aunque esta no es una relación de causa-efecto. Cada partido político define en sus estatutos su forma de organizarse a nivel interno, estatutos que deben adaptarse a lo que marca la Ley Orgánica de Partidos Políticos. En la realidad, en la mayoría de partidos políticos funcionan grupos o “familias” vinculadas a ciertos intereses concretos o a personalismos vinculados con el poder que tienen algunas personas gracias a sus cargos institucionales y a los votantes que aporta a la formación. Lo hemos visto esta pasada semana en el Partido Popular vasco, con la maniobra con la que Arantza Quiroga se ha deshecho de Iñaki Oyarzabal, afín a Alfonso Alonso. Pero esto no solo sucede en el PP. Habría infinidad de ejemplos que podríamos poner que demuestran la escasa calidad democrática de los partidos mayoritarios.