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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

Chirigota

¿Cuál es el problema del PSOE? No hay politólogo, analista, tertuliano, periodista o profesor de ciencias políticas alguno que en estos días no se pasee por los diferentes medios de comunicación de nuestro país tratando de dar respuesta a la interrogante que nos tiene los vientos desarbolados, la patria envuelta en tinieblas, el alma en vilo y el corazón, rojizo y sanguinolento, metido en un puño, ¿Cuál es el problema del PSOE?, ¿La mediocridad?, ¿La herencia de Zapatero?, ¿El desapego de los jóvenes?, ¿El trastorno de los social demócratas europeos fascinados ante su propia irrelevancia?, ¿La sumisión ante la política económica impuesta por los neo liberales?, ¿El derecho a decidir de las supuestas naciones donde no se decide nada que no deseen los que reclaman el derecho a decidir o el desconcierto que les provoca el hecho de que ningún obispo se haya decidido aún a excomulgar a Ramón Espinar por haber vendido un piso?

Durante los pasados años de la secretaría general de Pedro Sánchez cada vez que este escribía un tuit para elogiar el último disco de David Bisbal, por ejemplo, los históricos, los barones y los dirigentes territoriales no tardaban ni dos segundos en presentarse ante un micrófono cualquiera para declarar, solemnemente, que las palabras de su secretario general eran un insulto, una ofensa imperdonable, según Emiliano García Page, a los admirables seguidores de Bustamante o que en la campechana retórica de Guillermo Fernández Vara no hacían sino menospreciar la intachable carrera musical de una intachable mujer como Chenoa o que según la experta y siempre bien ponderada opinión de Felipe González “las consecuencias del apoyo de nuestro secretario general a David Bisbal nos situará ante los españoles como un partido sectario, populista, muy alejado de nuestra identidad histórica más proclive a las canciones de cantantes como Víctor Jara, Quilapayún, Joan Manuel Serrat o a la mágnífica Joan Baez que tanto nos emocionaba con su magnífico No nos moverán”.

Todo ello, por supuesto, tras haber consultado a la lideresa que nada más escuchar las declaraciones de Pedro Sánchez ya andaba por los pasillos del palacio de Dueñas calzándose, de un modo atropellado, nervioso, puntual, la mantilla, la peineta, el tacón alto, la bata de cola y las castañuelas para hacer saber a sus acólitos que “en España, mi España del alma, la patria y olé, que llevo cosida al alma como un puñal de nardos y donde me enterraran mis hijos cubierta con su bandera, nadie, por lo menos nadie mientras yo viva, podrá en entredicho que en estas cuestiones, a las que tan alegremente se ha referido nuestro secretario general, no ha habido nadie, nadie más grande que nuestra Rocío, la Jurado, que a mí la Lola se me habrá ido a los puertos, sí, pero a mí, por mis muertos, que los tengo y muchos, todavía no ha nacido rufián alguno que me doble el espinazo”.

¿Cuál es el problema del PSOE? Sospecho que en las chirigotas de los próximos carnavales de Cádiz tendremos la respuesta.

¿Cuál es el problema del PSOE? No hay politólogo, analista, tertuliano, periodista o profesor de ciencias políticas alguno que en estos días no se pasee por los diferentes medios de comunicación de nuestro país tratando de dar respuesta a la interrogante que nos tiene los vientos desarbolados, la patria envuelta en tinieblas, el alma en vilo y el corazón, rojizo y sanguinolento, metido en un puño, ¿Cuál es el problema del PSOE?, ¿La mediocridad?, ¿La herencia de Zapatero?, ¿El desapego de los jóvenes?, ¿El trastorno de los social demócratas europeos fascinados ante su propia irrelevancia?, ¿La sumisión ante la política económica impuesta por los neo liberales?, ¿El derecho a decidir de las supuestas naciones donde no se decide nada que no deseen los que reclaman el derecho a decidir o el desconcierto que les provoca el hecho de que ningún obispo se haya decidido aún a excomulgar a Ramón Espinar por haber vendido un piso?

Durante los pasados años de la secretaría general de Pedro Sánchez cada vez que este escribía un tuit para elogiar el último disco de David Bisbal, por ejemplo, los históricos, los barones y los dirigentes territoriales no tardaban ni dos segundos en presentarse ante un micrófono cualquiera para declarar, solemnemente, que las palabras de su secretario general eran un insulto, una ofensa imperdonable, según Emiliano García Page, a los admirables seguidores de Bustamante o que en la campechana retórica de Guillermo Fernández Vara no hacían sino menospreciar la intachable carrera musical de una intachable mujer como Chenoa o que según la experta y siempre bien ponderada opinión de Felipe González “las consecuencias del apoyo de nuestro secretario general a David Bisbal nos situará ante los españoles como un partido sectario, populista, muy alejado de nuestra identidad histórica más proclive a las canciones de cantantes como Víctor Jara, Quilapayún, Joan Manuel Serrat o a la mágnífica Joan Baez que tanto nos emocionaba con su magnífico No nos moverán”.