Blogs Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

¿Quién recuerda a las víctimas de la violencia policial?

Inquieta la imagen de Mariano Rajoy en Vitoria recibiendo los aplausos de Urkullu y de sus ministros Báñez, Alonso y Fernández Díaz tras deslizar la cortinilla y dejar al descubierto la placa colocada en el edificio que albergará dentro de un año el Memorial de las Víctimas del Terrorismo. Y, esa inquietud se transforma en perturbación cuando sabemos que este museo contra el olvido podría reproducir un zulo, un “agujero real y oscuro” y vomitar los estruendos de “ETA mátalos”, un tiroteo o la mortal explosión de una bomba.

Sobrecoge y asusta la pretensión de recrear las peores pesadillas de la historia de este país en un intento de obligar a recordar un pasado que la mayoría de los vascos anhela dejar atrás. Y, me atrevo, con toda la cautela del mundo, a sostener que también a la mayoría de las víctimas. ¿A quién beneficiaría esta macabra experiencia? ¿Serviría realmente para homenajear a las víctimas, para reparar su dolor y hacerles justicia? No en mi nombre.

La presencia en el País Vasco de los representantes de un Gobierno del PP repleto de corruptelas, más preocupado por recuperar su imagen electoral que por cumplir la ley, colisiona con el interés de una mayoría de la ciudadanía vasca que no busca venganza sino justicia y soluciones: seguir avanzando en el proceso de paz tras el cese definitivo de ETA.

La presencia obligada del lehendakari en el acto recuerda que por muy acostumbrados que estén los políticos a tragar sapos y culebras, tener a Rajoy tan cerca bien podría merecer un acto de rebeldía. El presidente español ha ignorado reiteradamente sus peticiones para un encuentro y desoído sin inmutarse la demanda de adopción de políticas de Estado encaminadas a recorrer con éxito el tiempo pos ETA.

El PP tiene escasas bazas que jugar en parte de ese electorado que representan víctimas del terrorismo de ETA y que se muestra insatisfecho con su gestión en este terreno. Hace tiempo que decidió que le venía mejor seguir el camino marcado por algunas asociaciones como Covite, que cumplir la ley y dar pasos que antes iniciaron otros gobiernos de países con experiencias similares.

Ese colectivo tiene agarrado por el cuello al Ministerio de Interior y le exige la demostración de que ETA no pertenece al pasado ni es un capítulo cerrado, sino que sigue presente. Aunque, a decir verdad, dudo de que Fernández Díaz esté en desacuerdo.

Así que, la imagen del inefable ministro de Interior junto a sus correligionarios de Gobierno y el propio presidente bajo la placa no parece muy sospechosa si se relaciona con el deseo de atrapar al vuelo un puñado de votos.

Porque ¿a cuento de qué viene tanta anticipación cuando aún no se han iniciado los trabajos que costarán 5, 4 millones de euros y la inauguración no está prevista hasta dentro de un año? A los políticos les chifla salir en los medios vendiendo humo, una piedra que no se ha colocado o un aeropuerto sin aviones.

Pero, volvamos al Memorial de las Víctimas del Terrorismo. Se refiere a las de ETA, aunque también tendrá un lugar para los damnificados de los GAL, el Batallón Vasco Español y los GRAPO. Sin embargo, se ignorará a quienes han sufrido la violencia de las FSE, como es el caso, por citar uno de los más sangrientos y reconocidos, del asesinato de cinco obreros y 150 heridos en Vitoria por tiros de la Policía Nacional el 3 de marzo de 1976. Ninguno de ellos es considerado oficialmente víctima del terrorismo. Así como ninguna de las decenas de personas que han sido reconocidas por organismos internacionales como víctimas de abusos policiales.

Esta ausencia no solo es una afrenta para todos aquellos que han sido víctimas de la violencia policial, y perviven en la impotencia y desamparo, sino para la propia sociedad. También las víctimas del Estado merecen verdad, justicia y reparación.

Un joven navarro que en 2002 tenía 18 años se lamentaba estos días en una página web de la imposibilidad de resarcir a tantos que han sufrido la violencia de Estado. Contaba su caso: le detuvieron junto a otros en Pamplona cuando protestaba contra la celebración de una cumbre de ministros europeos de energía. Una veintena de agentes le golpeó durante 6 u 8 horas. Mientras lo hacían, otros miraban, alguno no participó. “Pero nadie trató de evitarlo”. Derrame en un ojo, cara hinchada… les dejaron en libertad sin cargos.

El Parlamento navarro acaba de aprobar una ley que iguala en derechos a las víctimas del terrorismo y así, las víctimas de la violencia policial serán resarcidas. Se les reconocerá como tales víctimas y como beneficiarios de los derechos de reconocimiento y reparación integral. Un gran paso en el camino de la convivencia y un intento de terminar con el desamparo que han sufrido por parte de las instituciones.

En el centro Memorial de Vitoria no se recordará ni arropará a las víctimas de abusos policiales. Observando la imagen del ministro del Interior en la fotografía no resulta extraño. Seguramente, rebosará entusiasmo ante la idea de que los escolares que lo visiten puedan entrar en un zulo y oír gritos, el sonido seco de un disparo o la explosión de una bomba. Imaginará que toda esa espesa negrura enseñará a los más jóvenes a educarse en la paz. Algunos no entienden nada. El horror siempre el horror.

Inquieta la imagen de Mariano Rajoy en Vitoria recibiendo los aplausos de Urkullu y de sus ministros Báñez, Alonso y Fernández Díaz tras deslizar la cortinilla y dejar al descubierto la placa colocada en el edificio que albergará dentro de un año el Memorial de las Víctimas del Terrorismo. Y, esa inquietud se transforma en perturbación cuando sabemos que este museo contra el olvido podría reproducir un zulo, un “agujero real y oscuro” y vomitar los estruendos de “ETA mátalos”, un tiroteo o la mortal explosión de una bomba.

Sobrecoge y asusta la pretensión de recrear las peores pesadillas de la historia de este país en un intento de obligar a recordar un pasado que la mayoría de los vascos anhela dejar atrás. Y, me atrevo, con toda la cautela del mundo, a sostener que también a la mayoría de las víctimas. ¿A quién beneficiaría esta macabra experiencia? ¿Serviría realmente para homenajear a las víctimas, para reparar su dolor y hacerles justicia? No en mi nombre.