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¿Para qué sirve la política?

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Cuando quien gobierna se muestra ingobernable, el resultado de su acción suele desembocar en un caos. Ahora mismo el Gobierno de coalición PSOE-UP ya amenaza con provocar ese caos, principalmente porque la parte minoritaria de la coalición (UP) se ha puesto celosa y no sabe realmente cuál es el lugar que ocupa, ni sabe hacia dónde quiere llevar el Gobierno, quizás porque le puede más a su líder máximo la soberbia que el sentido del deber. Cuando bastantes de los que se integraron luego en Podemos llenaron la Puerta del Sol de tenderetes y escenarios improvisados, -escenario esperanzador que también se instaló en casi todas las capitales españolas-, la Política y los partidos tradicionales sintieron cómo algo les agitaba interiormente. Después de tantos años de Dictadura y de Transición, en los que tuvimos que medir nuestros pasos y atemperar nuestros movimientos, el nuevo tiempo exigía determinación y valentía, dos cosas para las que quizás no estábamos suficientemente preparados ni dispuestos. Las ideologías afloraron con timidez, pero decididas a recuperar su espacio natural. Y tampoco faltaron quienes, temerosos y cobardes, se empeñaron en extender la equivocada idea de que las “viejas” ideologías no servían para los “nuevos” tiempos. Hicieron emerger proyectos políticos nuevos y no demasiado consistentes, aunque estéticamente halagüeños, que anunciaron un proyecto de vida para todos que, de tan nuevo, parecía inconseguible. “Ciudadanos” y “Podemos” hicieron el paseíllo engalanados con campanillas, caireles y demás florituras, obedientes a una sencilla estrategia: eclipsar mediante los colorines y demás parafernalias a las viejas ideologías y partidos políticos. Así se pergeñó lo que ha desembocado en el “hoy” en que vivimos.

Con el tiempo han desaparecido de la escena incluso los nombres con que se identificaban las ideologías y los partidos que las sustentaban. En realidad, con el paso del tiempo ha quedado claro que las nuevas formaciones tenían poco que ver con la conformación de un tiempo nuevo, que fuera mejor para todos los ciudadanos sino con el acceso y la llegada al poder de las nuevas generaciones. Desideologizadas, pero oportunistas y ansiosas. Así ha sido como Podemos ha llegado a nuestros días ansioso de poder, aunque inexperto para administrar el Gobierno. Es por esto que apuesta por lo espectacular frente a lo útil: muestra unas armas, destacando lo poderosas que son, aunque sepa que no son útiles porque resultan muy difíciles de manejar.

La presencia de Unidas Podemos en el Gobierno ha mostrado mucho más sus carencias y disfuncionalidades que su responsabilidad y utilidades. Al lado del PSOE, a quien le avala casi un siglo y medio de andadura, las andanzas de UP no pasan de ser balbuceos de envalentonados, que no valientes. El actual Gobierno de coalición PSOE-UP podría (y podrá) ser muy útil si sirve no solo para resolver los problemas de la ciudadanía, sino también para que la “vieja” izquierda, el PSOE, recobre su fortaleza y consolide su utilidad. Para eso conviene que la izquierda neófita de Unidas Podemos se avenga a acompañar al PSOE en la acción de Gobierno, y no se obsesione con suplantarle y convertirse en su oposición dentro del propio Gobierno. Han sido ya demasiadas las ocasiones en que Unidas Podemos ha convertido al Gobierno en un nido de grillos del que han surgido cantos desacompasados y desafinados. No es fácil hacer que un Gobierno de coalición sea útil, pero hay algo muy importante, que un gobierno formado por dos componentes no tiene por qué parecer “dos gobiernos”. Ya que el punto de partida puede no ser el mismo, el lugar de destino y punto de llegada sí lo han de ser. En el actual Gobierno no se está dando esa imagen, curiosamente porque la parte menos numerosa (y poderosa) de la coalición ejerce su deber obsesionada por sublevarse constantemente.

La ministra y vicepresidenta Calvo, cuyo bagaje político, intelectual e ideológico están fuera de toda duda, se ha mostrado contundente y precisa respondiendo a Pablo Iglesias (Turrión, que no Pose). En una de esas salidas de pata de banco de Pablo Iglesias, empeñado en mostrarse desobediente y rebelde con el Gobierno del que forma parte de modo minoritario, la Vicepresidenta Calvo ha respondido, y reprendido, al “podemita”: “Es un problema de coherencia, de por qué y para qué se está en Política”. En suma, que la Política exige responsabilidad y honestidad a quien dice ejercerla, es decir, que no se debe desarrollar pensando únicamente en la cartera o en el “monedero”.

Cuando quien gobierna se muestra ingobernable, el resultado de su acción suele desembocar en un caos. Ahora mismo el Gobierno de coalición PSOE-UP ya amenaza con provocar ese caos, principalmente porque la parte minoritaria de la coalición (UP) se ha puesto celosa y no sabe realmente cuál es el lugar que ocupa, ni sabe hacia dónde quiere llevar el Gobierno, quizás porque le puede más a su líder máximo la soberbia que el sentido del deber. Cuando bastantes de los que se integraron luego en Podemos llenaron la Puerta del Sol de tenderetes y escenarios improvisados, -escenario esperanzador que también se instaló en casi todas las capitales españolas-, la Política y los partidos tradicionales sintieron cómo algo les agitaba interiormente. Después de tantos años de Dictadura y de Transición, en los que tuvimos que medir nuestros pasos y atemperar nuestros movimientos, el nuevo tiempo exigía determinación y valentía, dos cosas para las que quizás no estábamos suficientemente preparados ni dispuestos. Las ideologías afloraron con timidez, pero decididas a recuperar su espacio natural. Y tampoco faltaron quienes, temerosos y cobardes, se empeñaron en extender la equivocada idea de que las “viejas” ideologías no servían para los “nuevos” tiempos. Hicieron emerger proyectos políticos nuevos y no demasiado consistentes, aunque estéticamente halagüeños, que anunciaron un proyecto de vida para todos que, de tan nuevo, parecía inconseguible. “Ciudadanos” y “Podemos” hicieron el paseíllo engalanados con campanillas, caireles y demás florituras, obedientes a una sencilla estrategia: eclipsar mediante los colorines y demás parafernalias a las viejas ideologías y partidos políticos. Así se pergeñó lo que ha desembocado en el “hoy” en que vivimos.

Con el tiempo han desaparecido de la escena incluso los nombres con que se identificaban las ideologías y los partidos que las sustentaban. En realidad, con el paso del tiempo ha quedado claro que las nuevas formaciones tenían poco que ver con la conformación de un tiempo nuevo, que fuera mejor para todos los ciudadanos sino con el acceso y la llegada al poder de las nuevas generaciones. Desideologizadas, pero oportunistas y ansiosas. Así ha sido como Podemos ha llegado a nuestros días ansioso de poder, aunque inexperto para administrar el Gobierno. Es por esto que apuesta por lo espectacular frente a lo útil: muestra unas armas, destacando lo poderosas que son, aunque sepa que no son útiles porque resultan muy difíciles de manejar.