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¿Hasta cuándo?

¿Hasta cuándo toca salvar la cara de Francisco Pérez de los Cobos? ¿Le sucederá al PP lo mismo con el presidente del Tribunal Constitucional que le ha ocurrido con su antaño ilustre tesorero, gerente y senador (hoy en prisión para más señas)? ¿Habrá que esperar editoriales de influyentes medios internacionales para que el Gobierno se sienta aludido por el escándalo? ¿Hasta cuando tendremos los ciudadanos que seguir soportando que el jefe de un órgano clave en el sistema institucional se niegue a dar las explicaciones que son exigibles en una democracia?

Por ahora, lo único cierto es que ni Pérez de los Cobos ni el partido en el que ha sido cotizante muestran la más mínima intención de admitir lo que para todos los demás, y digo todos, supone cuando menos una vergüenza mayúscula. Porque, sin entrar en interpretaciones jurídicas que pueden tener su propio camino, no hay otra forma de definir el hecho de que el Gobierno designara presidente del Tribunal Constitucional a quien ha sido militante del Partido Popular. Tampoco hay otra manera de calificar que éste conspicuo seguidor popular ocultara esa afiliación a sabiendas cuando tuvo que contar en el Senado su trayectoria.

Además, no pasa un día sin que conozcamos nuevas facetas de quien pasaba por ser un Catedrático de Derecho del Trabajo. Así, ayer supimos que ha intervenido como asesor del PP en varias ocasiones durante veinte años; hoy nos enteramos que tuvo su propia empresita o que escribió un minilibro con en el que dejar constancia de sus fobias hacia determinados grupos de personas, especialmente hacia los vecinos de Catalunya, y… ¿Mañana? ¿Qué se descubrirá mañana que haga aún más impresentable la continuidad de Pérez de los Cobos en la presidencia del Tribunal Constitucional

Porque por mucho que se empeñen en que la legalidad está a favor del aludido no se ha inventado aún el modo de justificar que mientras jueces y magistrados tienen expresamente prohibida la militancia en partido o formación política alguna, si puede hacerlo quien preside la más alta instancia como lo es el TC. Y es que más allá de interpretaciones literales sobre lo que dice el texto que rige la vida y funcionamiento de este Tribunal está lo que el mundo llama sentido común. Ese sentido que, entre otras muchas cosas, dice que uno no puede ser juez y parte a la vez o que malamente puede autotitularse como imparcial quien se ha alineado a pies juntillas y hasta con cuota de 37,14 euros por año (la mínima, eso sí) a un determinado partido.

También atina la sabiduría popular cuando alude a la famosa frase del Divino Cayo Julio Cesar respecto a su mujer para recalcar la importancia de no sólo ser (honrado u honesto según las versiones), sino también parecer. Pues bien, Pérez de los Cobos “no parece” ni tan siquiera un poquito neutral como para que ahora su voto, que puede llegar a ser decisivo, merezca el respeto de una notable proporción de ciudadanos de este país. Da pavor pensar que tiene ya una posición predeterminada quien debe decidir sobre temas tan esenciales como lo es la Reforma Laboral aprobada por el Gobierno de Mariano Rajoy o leyes como la que regula la interrupción del embarazo.

Y todo esto ocurre sin que el presidente del TC se sienta obligado a comparecer ante los ciudadanos (en el Congreso por ejemplo) y sin que el partido que le ha venido avalando, el PP, perciba que la democracia se resiente ante situaciones como la que su actitud propicia. Comprendo que hablar hoy, en pleno caso Bárcenas, sobre virtudes cívicas o sobre comportamientos éticos puede sonar a sarcasmo, pero confiar -como parece hacer Rajoy- en que un cálido agosto rebaje nuestro enfado es pura ilusión. Nos estamos hartando. Más bien…¡¡Estamos hartos!!

¿Hasta cuándo toca salvar la cara de Francisco Pérez de los Cobos? ¿Le sucederá al PP lo mismo con el presidente del Tribunal Constitucional que le ha ocurrido con su antaño ilustre tesorero, gerente y senador (hoy en prisión para más señas)? ¿Habrá que esperar editoriales de influyentes medios internacionales para que el Gobierno se sienta aludido por el escándalo? ¿Hasta cuando tendremos los ciudadanos que seguir soportando que el jefe de un órgano clave en el sistema institucional se niegue a dar las explicaciones que son exigibles en una democracia?

Por ahora, lo único cierto es que ni Pérez de los Cobos ni el partido en el que ha sido cotizante muestran la más mínima intención de admitir lo que para todos los demás, y digo todos, supone cuando menos una vergüenza mayúscula. Porque, sin entrar en interpretaciones jurídicas que pueden tener su propio camino, no hay otra forma de definir el hecho de que el Gobierno designara presidente del Tribunal Constitucional a quien ha sido militante del Partido Popular. Tampoco hay otra manera de calificar que éste conspicuo seguidor popular ocultara esa afiliación a sabiendas cuando tuvo que contar en el Senado su trayectoria.