Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Zaldibar: otra crisis mal gestionada
Esta semana se cumplen dos meses del derrumbe de Zaldibar, de aquel día fatídico en el que se desprendió media montaña ante la mirada atónita de vecinos, vecinas, vehículos que circulaban y un sinfín de caras angustiadas que veíamos en el televisor la noticia, sin dar crédito.
El 6 de febrero desaparecieron Joaquín Beltrán y Alberto Sololuze, y no fue un desastre natural, el derrumbe de un vertedero no es un suceso imprevisible por mucho que nos quieran hacer creer lo contrario. Ha sido fruto de la dejadez y la falta de control de las instituciones, ha sido fruto de la nefasta política de residuos, porque sí, lo ocurrido en Zaldibar ha puesto de manifiesto la imprudente y negligente gestión de residuos en un territorio en el que se pone la etiqueta de “sostenible” a cualquier política pública que se desarrolla.
No ha habido dimisiones y nadie asume responsabilidades ni por el derrumbe del vertedero ni por la gestión de semejante tragedia. Las palabras de Urkullu, que por cierto tardaron demasiado tiempo en llegar, en visitar Zaldibar y en comparecer para dar explicaciones por la gestión del Gobierno vasco, siguen sin ser suficientes. Por desgracia, a medida que han ido transcurriendo los días, y los meses, las actuaciones del Gobierno se han centrado más en evitar que la crisis no suponga el derrumbe de sus expectativas partidistas, que en gestionar con transparencia y sensatez esta catástrofe.
Se supone que el PNV es un magnífico gestor, ¿dónde ha estado la gestión del PNV en Zaldibar? Las OPES, las sentencias por corrupción que, aunque con cuentagotas, van saliendo, o la gestión de la pandemia que vivimos, nos van dejando ver las cualidades reales de aquellos que gobiernan. El derrumbe ha dejado a la vista la falta de control, inspección y seguimiento riguroso por parte de las instituciones, incluso cuando ya existían sentencias e informes que ponían negro sobre blanco en el incumplimiento por parte de la empresa de la normativa en materia de residuos. Nos ha dejado a la vista la falta de coordinación entre las diferentes instituciones. Y tal es así, que la descoordinación ha puesto en peligro a las personas trabajadoras de los servicios de emergencia y a las y los vecinos de la zona.
No obstante, el PNV y socio de gobierno, el PSE-EE han mantenido la calma porque delegar en la empresa privada la gestión de servicios públicos esconde la perversa utilidad de permitir a los poderes públicos escurrir el bulto en los momentos difíciles y les ha permitido señalar con el dedo acusador, mientras siguen mirando para otro lado.
Hoy, a pesar de las labores encomiables del personal que se encuentra excavando, se sigue sin encontrar a Alberto y Joaquín. Un halo opaco recubre a Zaldibar y siguen sin llegar las respuestas a las múltiples incógnitas que rodean esta tragedia. Los familiares reclaman su duelo, exigen dimisiones y la sociedad vasca grita que nunca más vuelva a pasar lo que en Zaldibar.
(*) Eneritz de MadariagaEneritz de Madariaga es portavoz de Elkarrekin Bizkaia en las Juntas Generales de Bizkaia
Esta semana se cumplen dos meses del derrumbe de Zaldibar, de aquel día fatídico en el que se desprendió media montaña ante la mirada atónita de vecinos, vecinas, vehículos que circulaban y un sinfín de caras angustiadas que veíamos en el televisor la noticia, sin dar crédito.
El 6 de febrero desaparecieron Joaquín Beltrán y Alberto Sololuze, y no fue un desastre natural, el derrumbe de un vertedero no es un suceso imprevisible por mucho que nos quieran hacer creer lo contrario. Ha sido fruto de la dejadez y la falta de control de las instituciones, ha sido fruto de la nefasta política de residuos, porque sí, lo ocurrido en Zaldibar ha puesto de manifiesto la imprudente y negligente gestión de residuos en un territorio en el que se pone la etiqueta de “sostenible” a cualquier política pública que se desarrolla.