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Cuando Donostia se lanzó a por viajeros en 1928 con la creación del Centro de Atracción y Turismo

Vista del Centro de Atracción y Turismo de Donostia

Rubén Pereda

Vitoria —

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Donostia, su Parte Vieja, acaba de ser declarada como zona de gran afluencia turística. Pero la relación entre la ciudad y sus visitantes viene de lejos. Hace cerca de un siglo, estaba extendida por la capital guipuzcoana la noción de que estaba sumida en una “situación crítica”, a falta de iniciativas que pudiesen darle un impulso y reavivar una vida social y cultural “intensa” y “agradable”. Germinó en ese contexto la idea de un organismo —que luego daría en llamarse Centro de Atracción y Turismo— que organizase “de manera científica, metódica y eficiente todo el sistema de propaganda, viajes y facilidades de estancia, cómoda y agradable” en la ciudad, para sacarle el máximo rendimiento al turismo, que se llegó a tildar de “mina a explotar”. Se creó una suerte de consejo integrado por vecinos, concejales e instituciones -no democráticas en la época- y se les llegó a imponer un canon a los hoteles, que estos repercutían a su vez en los viajeros.

A finales de 1927, el alcalde de Donostia, José Antonio Beguiristain, alertaba de la “situación crítica” que atravesaba la ciudad, del marasmo en el que estaba sumida, que perjudicaba a sus intereses y que requería de acciones que condujesen al “resurgimiento de la vida intensa, agradable y fértil de toda actividad”. En ese marco, bosquejó las primeras ideas para un ente que trabajase para resaltar las bondades de la ciudad y conquistar con ellas a viajeros nacionales e internacionales. “Este organismo, dentro del vasto campo que le señalamos, tendría como más directo y próximo objetivo el propagar las bellezas y excelencias de San Sebastián, fomentar sus naturales atractivos, mantener, cuidando con exquisito celo, en el más alto nivel, las bellezas que pródigamente la Providencia dotó a nuestra Ciudad y las sensibilidades de órden [sic] espiritual propio de nuestra raza, que se traducen en exquisitas actividades científicas y artísticas, cuidar lo típico y lo tradicional, crear todo lo que pueda redundar en atracción de nuestro pueblo y organizar de una manera científica, metódica, y eficiente, todo el sistema de propaganda, viajes y facilidades de estancia, cómoda y agradable en San Sebastián”, aseveraba el primer edil, como se desprende de un acta municipal fechada el 30 de noviembre de 1927 que conserva el Archivo Municipal de Donostia.

En sucesivas sesiones, y con la idea en mente de que el turismo era “una mina a explotar”, se fueron concretando los objetivos del organismo: “que tuviera por objeto el fomento de la propaganda y atracción de San Sebastián principalmente, en beneficio de la región vascongada, y resto de España, y para obtener los mejores resultados [es] conveniente que su radio de acción no debe ceñirse a trabajar localmente, sino dentro de una esfera de acción amplia y extensa” y “conseguir la atracción de turistas y encauzar así en justo intercambio la corriente de viajeros hacia otras poblaciones, para evitar que se desperdigue sin producir beneficios”.

El alcalde pretendía dotar al organismo de una “completa autonomía”, un “carácter extra-municipal” que lo librase de las vicisitudes políticas. Aquella España era una dictadura: la de Primo de Rivera. ¿Cómo se sostendría esta institución? Según los primeros bosquejos del plan esbozado por el alcalde, a través de cuatro flancos: una subvención anual que llegaría desde el Ayuntamiento, otra subvención que concedería el Estado, donativos voluntarios y suscripciones del comercio y, por último, “una cuota obligatoria a los Hoteles, cuota que éstos la establecerían a los viajeros”. Por comparación con centros similares a este que ya existían en localidades francesas como Biarritz y Niza, que les dedicaban 3.000.000 y 500.000 francos, respectivamente, se estimó que 50.000 pesetas no eran suficientes para el de inminente creación de Donostia.

El organismo —cuyo comité estaría presidido por el alcalde y conformado por nueve concejales, nueve vecinos seleccionados y nueve representantes de entidades sociales y culturales— se dio por creado al fin el 3 de febrero de 1928. Entre los vecinos elegidos en primera instancia, se contaban el médico Carlos Vic, el periodista, abogado y exalcalde Gabriel María Laffitte y el ingeniero industrial Jorge Satrústegui. “Esta Alcaldía espera verse honrada con su valioso e inteligente concurso en favor de nuestra querida Ciudad y en esta seguridad, le ruega asista a la primera reunión que el nuevo centro celebrará”, podía leer cada uno de ellos en un escrito que se les remitía, acompañado de la firma “DIOS”. La Cámara de Propiedad Urbana, la Cámara de Comercio, el Círculo Mercantil e Industrial, la Asociación de la Prensa, el Ateneo Guipuzcoano, la Asociación Bancaria y el Gremio de Hoteles de S. S. fueron algunas de las nueve entidades sociales y culturales que tuvieron representación. El Centro de Propaganda e Información Municipal, a su vez, quedó subsumido dentro del nuevo ente.

“Se conoce muy poco”

En las primeras sesiones de trabajo, se expusieron opiniones dispares sobre cómo se podía fomentar el turismo y sacarle rentabilidad. Había quienes sostenían que todas las acciones habían de ir ligadas a festejos ya programados de antemano, pero otros iban más allá y le veían un potencial superior. Donostia disponía ya por entonces, y según un Cafranga, de “incomparables bellezas artísticas y naturales” y reunía “cualidades especiales y privilegiadas, para responder a las exigencias del turismo”, y animaba a esbozar un plan de atracciones, pues lograría que “una gran corriente de viajeros” arribase desde “diversos puntos de Europa” y se quedase más allá de la duración de los festejos. “Fuera de aquí se conoce muy poco de San Sebastián y sin embargo, cuantas personas han podido venir por cualquier circunstancia, se han encontrado con que se les ofrecía una serie de atracciones que no esperaban: por que [sic], no han de ser muchas veces esos monumentos artísticos, ni esas bellezas, las únicas destinadas a ejercer un poder atractivo, sino que también lo está reservado y pesa con fuerza el saber que la estancia se hace grata y simpática al forastero, por la cultura del país, por sus distracciones, y por la suficiencia de los festejos que se ofrecen”, expresaba.

Como quedó plasmado en muchas de las actas, un nicho que en todo momento se consideró prioritario fue el de los americanos que llegaban a Europa camino de París. “Hay que evitar en la medida de nuestras fuerzas [que] sucedan casos de gentes americanas que van a París y se reparten por diversos puntos de Europa sin venir a España, que por su historia, sus antecedentes y por constituir su casa solariega, no debiera naturalmente dejar de ser visitada por aquella colonia”, se recogía, y se instaba a difundir “propaganda de San Sebastián” por las agencias turísticas diseminadas por toda Europa.

La memoria del Centro de Atracción y Turismo de 1935, el último año completo antes del estallido de la Guerra Civil, recogía que en los hoteles de Donostia habían pernoctado 17.050 españoles y 7.443 extranjeros, cuya procedencia se recogía literalmente así: Francia (2.978), Inglaterra (1.960), Alemania (847), U.S.A. (266), Italia (200), Suiza (194), Portugal (180), Bélgica (160), Holanda (113), Argentina (82), Austria (64), Venezuela (57), Suecia (50), Chescolovaquia (40), México (40), Cuba (40), Polonia (40), Hungría (30), Noruega (26), Dinamarca (21), Yugoslavia (20), Perú (18), Uruguay (16), Rusia (11), Rumania (10), Filipinas (10), Chile (10), Brasil (10), Japón (10), Colombia (9), Luxemburgo (9), Argel (9), Puerto Rico (9), India inglesa (9), Canadá (7), Honduras (7), Grecia (7), Guatemala (6), Australia (6), Letonia (6), Egipto (5), Turquía (4), Costa Rica (3), Finlandia (3), China (3), San Salvador (2), Lima (2), Dominica (2), Bulgaria (2), Nicaragua (1), Persia (1), Siria (1), Andorra (1), Madagascar (1), Marruecos francés (1) y Ecuador (1).

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