El primero de los informes del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) del Gobierno central sobre la campaña del 21 de abril se fundamentaba en 4.998 encuestas. Únicamente diez personas mencionaron a ETA o el terrorismo como un problema actual de la sociedad vasca. En diciembre, el Deustobarómetro de la Universidad de Deusto, con 1.000 entrevistas, revelaba que cinco citaron el terrorismo, aunque sin especificar cuál porque aquel trabajo tenía un apartado largo y específico sobre conflictos internacionales como el de Israel y Palestina. ETA siempre está -y estará- latente en la Euskadi política después de más de 800 asesinatos, pero en la campaña electoral hacia el 21 de abril ese pasado no está en la agenda o, al menos, en el centro de la agenda.
“La sociedad vasca, de manera mayoritaria, ha pasado página. Incluso quienes lo vivieron ahora salen a la calle y ven una normalidad absoluta”, constata Eva Silván, politóloga y analista. Esta ausencia contrasta con el protagonismo que tuvo ETA en las campañas de 2023, primero la de las municipales y forales de mayo y después las generales de julio. Se discutió la inclusión de condenados por terrorismo en las listas de EH Bildu, entre ellos siete personas con delitos de sangre que luego acabaron retirados. Se analizaron las listas de víctimas de municipios abertzales como Galdakao, ya que estaban incluidos también miembros de ETA. Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la comunidad de Madrid y dirigente del PP, insistió desde Bilbao en que ETA continuaba viva. Vox quiso atacar a Oskar Matute, que en 1997 era miembro de IU, en un debate televisado coincidiendo con uno de los aniversario del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco. En lugares como Castilla-La Mancha circulaban furgonetas del PP con el lema 'Que te vote Txapote' -detestado por las víctimas- y las caras de Pedro Sánchez y Arnaldo Otegi. Y, finalmente, el PNV utilizó el reparto de las presidencias de las comisiones en el Ayuntamiento de Vitoria para sacar a relucir un supuesto pacto entre el PP y EH Bildu.
Ahora no. Numerosos analistas insisten en que la campaña está anestesiada por el influjo de la final de la Copa del Rey ganada por el Athletic y la histórica celebración posterior con la Gabarra, culminada este jueves, aunque 50 de los 75 escaños en juego no viven pendientes de la agenda vizcaína. También, durante tres días, se han sucedido los homenajes al lehendakari José Antonio Ardanza, fallecido este lunes. Pero desde que arrancó la campaña ha habido ya dos debates y un centenar de actos políticos y los partidos están mucho más empeñados en el estado de salud de Osakidetza -con diferencia la principal preocupación vasca encuesta tras encuesta-, en la carestía de la vivienda o en si hay o no inseguridad en las calles de las ciudades, con la excepción hecha de las estridencias de Vox, que en cada intervención emplea el término “bilduetarras” y que llevó a la Audiencia Nacional la tipografía de campaña de EH Bildu al entender que era un guiño al emblema del hacha y la serpiente.
“Es una campaña vasca con una agenda vasca”, repite Silván. Pero, ¿cuál es la diferencia con respecto a lo ocurrido hace menos de un año? “Insisto en que son unas elecciones que se juegan en clave vasca. No está habiendo una contaminación exterior, una 'españolización', como pudo pasar en Galicia. Los dos partidos estatales no tienen posibilidades de ganar. Y esa rivalidad y tensión para evitar que el contrario gane no existe en Euskadi. El lado más polarizado del PP, el que simboliza Isabel Díaz Ayuso, no ha llegado todavía a esta campaña. Si viene, seguramente intente sacar el tema, pero la sociedad no está en eso”, explica.
ETA decretó el final del terrorismo en 2011. Las de 2012 fueron las primeras autonómicas sin esa losa. También el estreno de EH Bildu como opción política que aglutina a la antigua izquierda abertzale, ahora rebautizada como Sortu, con el histórico partido salido del PNV en 1986 de la mano de Carlos Garaikoetxea (EA), la escisión de IU capitaneada por Oskar Matute Alternatiba y la ya disuelta formación pacifista Aralar. Es decir, todos los votantes de menos de 30 años no han vivido esa realidad. En un debate con tres jóvenes vascos veinteañeros -todos ellos emigrados en busca de oportunidades académicas o laborales-, los protagonistas lanzaban reflexiones a medio camino entre la crítica por la falta de información sobre aquella época y la opinión de que, cuando sale el ETA, es de un modo negativo.
“Es un tema que no se aborda en las escuelas. Aparece de una manera muy superficial en el currículum”, sostiene Silván. Durante el Gobierno de Patxi López, de 2009 a 2012 y apoyado por el PP y explicado en buena medida por el entonces muy presente terrorismo de ETA, se creó un programa de “víctimas educadoras”, es decir, se empezó a enviar a familiares de asesinados a las aulas para explicar su realidad. Aunque el PNV lo criticó duramente, luego lo mantuvo con Iñigo Urkullu. En la actualidad, víctimas de ETA, de otros terrorismos como el GAL e incluso de la violencia policial siguen yendo a colegios e institutos. Pero no es un programa generalizado. 'Adi-adian', que es como se llama el plan, llegó a quince centros en el curso 2022/2023, catorce privados concertados y solamente uno de la red pública. En total, 1.460 estudiantes de Primaria, ESO y Bachillerato.
“En los períodos electorales compruebo, con más intensidad y con tristeza, cómo la política se va alejando cada vez más del espíritu y del talante de mi hermano Gregorio Ordóñez. No sólo en lo que se refiere a su contundencia frente a ETA y frente a quienes legitiman el terrorismo, sino también respecto a sus valores y a sus formas”, escribió sobre esta amnesia Consuelo Ordóñez, presidenta de Covite y hermana del dirigente del PP asesinado por ETA. Añade Ordóñez que para ella “es ciertamente perturbador que gocen de cada vez más apoyo social quienes recurrieron al asesinato, a los atentados, a las amenazas y a la persecución como una forma más de hacer política”, en referencia a la posibilidad de que EH Bildu gane las elecciones.
En el primer debate de campaña, el celebrado en TVE, fue el PSE-EE el que pidió a la representante de EH Bildu -Nerea Kortajarena sustituyó al candidato, a Pello Otxandiano- que condenara a ETA. Son precisamente los socialistas los que más están insistiendo en que persisten motivos “éticos” para no pactar con la izquierda abertzale después del 21 de abril. “Siguen sin reconocer su pasado y sin condenar el terrorismo”, dijo Eneko Andueza en la entrevista con este periódico. “Andueza intenta mantener viva esa memoria, hacer ver que EH Bildu es heredero de aquel tiempo, que son la izquierda abertzale que no ha condenado el terrorismo. Temen que sus votantes de izquierdas vean en EH Bildu una opción social válida y tienen que tapar esa grieta con el debate de la memoria”, abunda Silván.
El PNV, que tiene en EH Bildu su gran rival en las urnas e incluso el riesgo de perder las elecciones, está empeñado en mostrar a la sociedad que la coalición ofrece un mal modelo e incorpora este elemento también a sus críticas. “Tiene pendiente todavía el reconocimiento del daño injusto causado y una condena explícita de la violencia terrorista de ETA. Tiene pendiente, por lo tanto, la gran asignatura ética”, manifestó el candidato, Imanol Pradales, en conversación con este periódico.
Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP, sí introdujo a ETA en su primera participación en la campaña vasca, un mitin en el centro de Vitoria el viernes 5 de abril. “¿Acaso puede Bildu presumir de decir la verdad sobre lo que ha ocurrido en nuestro país y en el País Vasco, donde tuvieron que huir miles de personas para mantener su vida?”, se preguntó en voz alta.
Pero todo ha cambiado. Lo constata un veterano dirigente del PP. Su partido, con decenas de asesinados y heridos, tiene ya una sede a pie de calle en Bilbao. Este jueves, su portavoz en Vitoria, Iñaki García Calvo, repartía folletos a muy pocos metros de un puesto de EH Bildu. Se veían. Se oían. “Recuerdo un mitin en un pueblo de Gipuzkoa con María San Gil. Nos pusieron a parir. Teníamos que buscar sitios cerrados y disponer de mucha seguridad. Policía fuera y, dentro, todos con escolta. Hacíamos muy pocas cosas al aire libre, si acaso fuera de sitio urbanos… En los pueblos, íbamos un hotel o a una cafetería, dábamos una merienda y ahí hacíamos el mitin, encerrados”, rememora sobre lo que sucedía en las autonómicas de 1998 ó 2001.
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