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El tiempo no perdona ni a la naturaleza. El Bosque Pintado de Oma, del que el escultor y pintor vasco Agustín Ibarrola hizo una obra de arte, se está muriendo. Se trata de una de las obras más emblemáticas de Bizkaia y reconocida internacionalmente. Entre los años 1982 y 1985 Ibarrola pintó un total de 500 árboles del bosque de Kortezubi que ahora están perdiendo su luz a causa de la llamada ‘banda marrón’, unos hongos que acechan a hectáreas de pino por todo el país. Sin embargo, a sus 89 años, este artista va a ver resucitar su obra, de la mano de su hijo, José.
La banda marrón no es el único problema que está dejando morir estos árboles. En palabras del diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria, los pinos suelen tener una vida de unos 40 o 50 años, y algunos de los que componen el bosque de Oma superan los 60. “Conseguir que el bosque viva 20 años más que lo que suelen vivir este tipo de bosques demuestra el buen trabajo de la Diputación”, ha argumentado al explicar la decisión de trasladar la obra del artista a otro bosque cercano, pero aún sin especificar.
El Bosque de Oma fue pintado entre 1982 y 1985. Situado en la reserva natural de la Biosfera de Urdaibai, en una de las laderas del valle de Oma, ocupa una superficie de 4,7678 hectáreas. La obra está compuesta por 47 figuras de colores dibujadas en majestuosos pinos de una altura de hasta 30 metros. El nuevo Bosque de Oma no será una copia exacta del original. Se tratará de una renovación, pero a través de una nueva expresión, que dirigirá José Ibarrola, ya que, como él mismo ha reconocido, aspirar a una réplica exacta “es imposible”. Su intención es, a través del mismo concepto, mantener viva la obra de su padre.
“Una obra al servicio de la sociedad”
La Diputación, junto a la propia familia Ibarrola y un grupo de expertos entre los que se encuentra también el director del Bellas Artes, Miguel Zugaza, están trabajando para replicar el bosque en una zona cercana, dentro de la propia reserva de Urdaibai de una manera respetuosa con el medio ambiente.
El grupo de expertos lo completan grandes conocedores de la obra del artista, como el profesor de la Universidad del País Vasco, Fernando Bazeta, el pintor y escultor Javier Riaño o Lucía Agirre, curator del Museo Guggenheim Bilbao. A pesar de esta nueva propuesta, no pretenden olvidarse de los ejemplares originales, por lo que están buscando un método de conservación para que no mueran y desaparezcan del todo. “Nos gustaría mantener y aprovechar esos conjuntos caídos, pero de momento no hemos encontrado ningún método con garantías”, ha avanzado Rementeria, quien también ha anunciado que el propio Bosque de Oma se repoblará con especies autóctonas.
Durante la presentación de este nuevo proyecto, Ibarrola hijo ha querido recordar que la obra creada por su padre cuenta con la influencia directa de su paso por el Equipo 57, un movimiento creado en París en 1957 por artistas españoles exiliados. “Pensaban que la obra tenía que estar al servicio de la sociedad y por tanto debía estar bien visible siempre”, y eso es justo lo que el hijo del artista pretende con este nuevo proyecto.
133.000 campos de fútbol, la superficie afectada por la enfermedad del pino
Actualmente, 35.000 hectáreas de pinar se encuentran afectadas por estos hongos, llamados científicamente ‘Mycosphaerella dearnessii’ y ‘Mycosphaerella pini’. A esto, se añaden otras 60.000 hectáreas en las que se ha detectado una cierta incidencia del mismo, lo que equivaldría en total a una superficie de 133.000 campos de fútbol. ¿Qué es lo que provocan en los árboles? Primero, deterioran la hoja provocando su enrojecimiento hasta que finalmente caen y el árbol se queda pelado, perdiendo su capacidad fotosintética.
La consejera de Desarrollo Económico del Gobierno Vasco, Arantxa Tapia ha sido clara: la superficie forestal dañada por la enfermedad de los pinos “se ha duplicado” en los últimos meses en Euskadi. La forma de “paliar el daño”, después de que el Ministerio de Medio Ambiente haya negado la petición del Gobierno autonómico y las diputaciones forales de fumigar las zonas afectadas desde el aire, es realizar la fumigación a partir de un tratamiento terrestre, en el que las fumigaciones con óxido cuproso serán realizadas por personal especializado.
Una fórmula que se aplicará de forma experimental sobre una superficie de unas 1.050 hectáreas y podría extenderse posteriormente al resto de las zonas afectadas. Para ello, se practicarán las mismas restricciones de seguridad para la flora y fauna de las zonas en las que se vaya a aplicar que estaban previstas para el tratamiento aéreo.