Por fin estalló la tormenta, se desató el viento del norte, cayó la lluvia suficiente para purificar el ambiente y apareció Patti Smith para dar gracias al cielo, recordarnos el poder que tenemos y hacernos sentir unidos y felices en un maravilloso concierto que será recordado durante mucho tiempo como el referente de esta edición. Una corona de coronas rojas rodeando la batería y dos banderas de Ucrania suponían ya una declaración de intenciones para lo que se avecinaba, y fue mejor de lo que esperábamos.
Patti Smith logró esa magia, esa comunicación que solo los más sinceros, honestos y comprometidos artistas pueden lograr con el público. Con una voz clara, potente, nítida, declamando cada una de sus palabras, que hasta el que no sabía inglés entendía, ofreció una actuación en la que no pudo contener las lágrimas al observar desde el escenario la impresionante visión de más de veinte mil personas reunidas, hermanadas ante esa indescriptible emoción que supone compartir un acto de reivindicación poética y musical. Reivindicación de la vida, del planeta, del futuro, “el futuro es vuestro y el futuro es ahora, decía Patti, es maravilloso ver la fuerza creadora que emanáis”.
Recitó con rabia y fuerza juvenil el poema Holy de Allen Ginsberg, dedicó a su amiga Emmylou Harris la canción One too many mornings de Dylan, recordó que Paul McCartney cumplía esa noche 80 años y dejó, mientras se tomaba un pequeño descanso, que sus músicos, entre los que estaban su hijo Jackson y su inseparable desde 1971 Lenny Kaye, tocaran Helter skelter y I wanna be your dog de Iggy Pop.
No faltaron los recuerdos a su marido Fred “Sonic” Smith al comenzar Because the night, tampoco se olvidó de “Gloria” cantando a coro por los miles de asistentes para finalizar invitando a Emmylou Harris a acompañarla para cantar People have the power ante el delirio y éxtasis del público.
Poco ante la propia Emmylou había ofrecido un exquisito concierto, con una confianza y seguridad en su capacidad vocal que le permitió cantar a capella con sus músicos. Guitarras electicas, acústicas, violín, batería, contrabajo, mandolina, teclados y acordeón sonaron en algún momento para interpretar una variada colección estilística de su amplio repertorio. Muy cercana y comunicativa, Harris agradeció la masiva presencia de aficionados tras los duros tiempos de pandemia.
Suzi Quatro completaba el cartel femenino de estrellas de esta última jornada. Su concierto no tuvo nada que ver con el de sus compañeras, ni falta que hace, en el Azkena cabe de todo y máximo respeto para Suzi, que toca desde los 14 años y ha sido un referente para mujeres como la misma Patti. Lo suyo es un show, coristas go gos, sección de vientos, cuidada iluminación, eso sí justita de voz. Finalizó con su clásico Can the Can.
Por lo demás destacamos a Israel Nash, los holandeses Dewolf, los sicodélicos Black Mountain a pesar de algunos problemillas de sonido, y la gran sorpresa de los canadienses Daniel Romano´s Quartet con la arrolladora presencia de Julie Doiron.
Balance más que satisfactorio de esta edición del reencuentro que ha estado a punto de batir records de asistencia y lo ha superado en número de campistas (3.200) y de público infantil (800). La organización casi perfecta, el sonido y las pantallas de video increíbles, el ambiente como siempre extraordinario, la gente amable y paciente en las colas, y dispuesta a repetir el año que viene que se celebrará los días 15, 16 y 17 de junio de 2023.
Larga vida al Azkena Rock Festival
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