Pedro Piquero traduce un nuevo tomo de un texto básico del budismo zen

Con una periodicidad casi exacta, al comienzo de cada verano, el pianista Pedro Piquero pone en las librerías los sucesivos tomos de su traducción al español del ‘Shobogenzo’, un conjunto de textos del budismo zen escritos originalmente en japonés antiguo, que datan del siglo XIII y recopilan las enseñanzas orales que a sus alumnos transmitió en su día el monje EiheiDogen (1200-1253).

La editorial Sirio acaba de editar el tercer tomo de los cuatro en los que se ha dividido esta traducción del ‘Shobogenzo’.

El libro contiene los capítulos que van del 42 al 72 de los más de 90 en que tradicionalmente se han dividido los discursos del monje Dogen, en un intento de sistematizar sus enseñanzas. Sus discursos son un conjunto de textos inconexos que contienen las orientaciones del maestro budista en los más diversos órdenes, desde el dictado de las normas para comportarse en los templos o la trascendencia de la higiene personal a las meditaciones sobre el significado de las estaciones del año y los astros.

Aparte de sus implicaciones filosóficas, la lectura del 'Shobogenzo' permite también disfrutar de párrafos de un indudable aliento poético.

Pedro Piquero (Sevilla, 1976) es profesor de instituto en Alburquerque, vive en Badajoz y tiene grabada una importante obra pianística que incluye la recopilación de obras del compositor Manuel Blasco de Nebra.

Autoconocimiento

El traductor del ‘Shobogenzo’ inició este complejo proyecto animado por su maestro GudoWafuNishijima, fallecido el pasado año, y avanza en él convencido de su aplicación en un mundo como el nuestro en el que “el autoconocimiento está excluido, lo que es un hecho en las instituciones educativas”.

Dice que el budismo pretende acercar a las gentes al significado de la realidad, consiguiendo hacer conscientes los procesos inconscientes y animándoles a elegir la vida que quieren vivir.

La apertura al budismo de Piquero tuvo lugar en EEUU, donde vivió un tiempo y donde, tras una crisis personal, inició la búsqueda de soluciones para las interrogantes que se abrían ante él. Acabó encontrando respuestas en el budismo zen, a lo que no fue ajena la relación de éste con la música.

Conocer la verdad

Explica que se adscribió al budismo por su ausencia de dogmas y su método de búsqueda comparable al proceso científico, con su necesidad de depurar, comparar y obtener datos irrebatibles. “Para mí, el budismo no es una religión ni una filosofía -dice-, lo cual no significa que no tenga un contexto. Conozco budistas católicos, hindúes e islámicos, ateos, gays y de todo tipo porque el budismo no excluye absolutamente nada. De hecho, la aceptación de todo es una de las partes más importantes del budismo. No hay ninguna condición previa para conocer la verdad”.

Piquero considera importante elegir un maestro personal para avanzar en el budismo, alguien con conocimientos que pueda ayudar en el progreso en el conocimiento del alumno, evitando interpretaciones incorrectas o literales que se han dado históricamente o se siguen dando en procesos como la interpretación de la Biblia en el catolicismo o de la guerra santa en el islamismo.