La fadista Mariza, una de las cantantes portuguesas de mayor renombre internacional en la actualidad, afirma que el fado y el flamenco no son estilos musicales “tan distantes” como pueda parecer.
“Son géneros muy próximos, porque ambos hablan de la vida, el sentimiento del ser humano y de aquello que forma parte de todos nosotros, independientemente de la nacionalidad o lengua”, explica.
Mariza se declara seguidora de Camarón, José Mercé, Niña Pastori y Enrique Morente, y asegura que su mayor arrepentimiento es no haber podido cantar un fado tradicional con Paco de Lucía a la guitarra: “Se habló de ello, pero nunca llegó a suceder, por desgracia”, lamenta.
A pesar de no haber podido mezclar ambos estilos con De Lucía, para ella no sería extraño oír una fusión de fado y flamenco en un futuro: “Todavía no lo he oído, pero estoy segura que alguien lo ha pensado”, expresa.
La cantante, nacida en Maputo (Mozambique), es una de las principales invitadas al Festival de Flamenco y Fado de Badajoz, donde actuará por tercera vez en su carrera el próximo 6 de julio.
Aunque asistió a su primera participación del evento con algo de “recelo” por temor a que los pacenses no la conocieran, su opinión cambió rápidamente: “Es un festival al que adoro ir, porque el público es muy generoso y conocedor”, agrega.
Ya con la experiencia de haber repetido en el escenario extremeño, reflexiona que el festival es “una idea cultural muy interesante”, sobre todo, para una artista perteneciente a un género tan arraigado a Portugal como el fado.
“Es extremadamente gratificante formar parte de un cartel tan bueno y tan ecléctico, pero a la vez sabiendo que tengo un público que está preparado para música que no está cantada en español”, remarca.
Con el mismo estilo
Tras más de dos décadas sobre los escenarios, sostiene que su estilo no ha cambiado como lo ha hecho el fado: “Siempre he hecho discos a mi manera”, explica en relación a su nuevo álbum, “Mariza”, lanzado hace menos de un mes y que lidera las listas de ventas en el país.
La gira de presentación ya ha pasado por Lisboa, Oporto y Barcelona y en breve la llevará a otros lugares, como Madrid, Rhode Island y Nueva York (Estados Unidos), o incluso Polonia, donde afirma ser reconocida “en cada esquina” y le cantan sus propias canciones, a pesar de la barrera idiomática.
La diferencia entre públicos de países tan dispares no ha afectado en su carrera y manifiesta que “nunca” ha tenido una mala recepción o un mal concierto.
“Los espectadores que vienen a los conciertos ya no van a ver a una cantante portuguesa de fado, sino que me vienen a ver a mí”, asevera.
Amante del fado desde los cinco años, ocultaba a sus amigos su verdadera pasión, un estilo “reprimido” y relegado a barrios más humildes de Lisboa como Alfama, Mouraria o Bairro Alto durante muchos años.
Con el paso del tiempo iría descubriendo y aficionándose a la música de grupos como Pink Floyd, Supertramp o Metallica, e incluso los estilos africanos -a los que llegó por la influencia de su madre-, pero el fado se acabaría imponiendo en la batalla musical de su trayectoria.
Ahora ha pasado su predilección por el género a su hijo, de tan solo siete años, que ya es conocedor de la música lusa: “A mi hijo le gusta su madre”, bromea, aunque apunta que también escucha a leyendas como Amalia Rodrigues o Carlos do Carmo.
Sobre el hecho de ser una de las principales artistas de Portugal a nivel mundial, admite que es una “gran responsabilidad”, pero a la vez un orgullo por “representar” al pueblo y la cultura lusos.
Una dilatada trayectoria no la aparta del mismo objetivo que siempre ha tenido: “Cantar mi verdad y hacerlo cada vez mejor”