Acordarse de Santa Bárbara cuando truena y de San Isidro cuando no llueve

EFE

Las rogativas para pedir la lluvia vuelven en años secos como éste, pues si Santa Bárbara está siempre ahí para acordarse de ella cuando truena; santos, vírgenes y cristos también son implorados por los campesinos para que mantengan ese equilibrio necesario entre el agua y el sol que propicie una buena cosecha.

Así, sigue siendo una tradición invocar al patrón de los agricultores -“San Isidro Labrador, pon el agua y quita el sol”- para pedir que llegue la lluvia en época de sequía, una rogativa que permite la fórmula contraria -“quita el agua y pon el sol”- en el caso de que los chubascos supongan un riesgo para los campos.

El profesor de Antropología el Hecho Religioso de la Universidad de Extremadura, Rubén Arriazu, ha explicado que este tipo de rogativas tienen su origen y “están muy vinculadas con las primeras percepciones de la religión, en lo que era el politeismo y cuando se adoraba a los hechos naturales propiamente dichos, al sol, a la lluvia o a los truenos”.

“Como no existía una interpretación del hecho natural, había una especie de reinterpretación de que eso eran mensajes de los dioses”, según Arriazu, quien considera que esta vinculación entre las manifestaciones de la naturaleza y el hecho religioso ha perdurado y se ha mantenido hasta nuestros días a través de este tipo de invocaciones que realizan los creyentes.

Algunas costumbres curiosas

Pero no sólo existe la oración y la procesión como tal, algunos van más allá y para animar al santo a que haga caso a sus súplicas no dudan en tratar de despertar la sed en él colocándole un trozo de bacalao, como ocurre con San Isidro en Higuera de la Serena.

Mucho más persistentes son en Torrejoncillo, donde se intenta que San Pedro Apóstol, santo protector de la naturaleza, atienda a sus peticiones por distintos medios.

El cronista oficial de esta localidad cacereña, Antonio Alviz, ha desmentido, sin embargo, que exista la tradición de insultarlo o tirarlo al charco en el caso de que la lluvia no llegue, como se ha podido difundir “exageradamente”. Alviz ha precisado que “de todo ha habido, pero de forma aislada”, por lo que se le han podido meter los pies al santo en una laguna próxima o le han restregado los labios con sardinas o bacalao, pero no es la tradición y además se trataría de prácticas que en todo caso se realizaban hace muchos años.

Lo que sí ha perdurado son cánticos de rogativa que en el pueblo se siguen entonando en momentos de sequía, “al ser San Pedro el santo de las puertas del cielo”, a quien se le pide que las abra para que llegue el agua. La historia de la Virgen de la Montaña, patrona de Cáceres, está vinculada con el devenir de la meteorología, ya que la primera bajada desde su ermita hasta la ciudad se produjo el 3 de mayo de 1641, un año de grandes sequías y calamidades.

Según el cronista oficial, Santos Benítez, poco después se registraron “ingentes lluvias que acrecentaron la fe y la devoción de los cacereños hacia su Virgen”, que desde entonces baja en procesión anualmente desde su santuario hasta la concatedral diez días antes del primer domingo de mayo.

Otros santos como San Marcos, San Bernabé o San Blas también son invocados en Extremadura para pedir la lluvia, unas peticiones que se hacen extensibles igualmente a la figura de Cristo, como es el caso del Cristo de las Aguas de Guareña, el de Abertura o el Cristo de los Remedios de Ahigal.