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Coordinadora extremeña de ONG: 20 años trabajando para darle la ‘vuelta al mundo’

Para ser buen cooperante hay que tener compromiso, compromiso social, conciencia política. “No es que la gente se forme para ser cooperante, sino que hay que tener sensibilidad, porque estamos trabajando todas y todos para mejorar la calidad de la vida de la gente, la dignidad de las personas estén donde estén”.

Con estas palabras define María José Espinosa, de Asamblea de Cooperación por la Paz (ACPP) y la Coordinadora de ONGD, qué cualidades deben reunir aquellas personas que se dedican a la cooperación.

Si hay algo en que coinciden quienes lo ejercen, es que la cooperación es un trabajo muy vocacional, porque se trabaja mucho, se gana más bien poco y hay que tener sensibilidad. Una labor intensa que allá por 1995 ya ejercían un grupo de personas en Extremadura, en organizaciones como Rubén Darío o Médicos Mundi. La Coordinadora Extremeña de ONGD ya ha cumplido dos décadas.

Nació en una época en la que cogía fuerza la lucha por el 0,7, y donde la coordinadora se puso como propósitos abrir nuevos espacios de transformación, defender los derechos humanos y luchar contra la pobreza. Y 20 años más tarde la cooperación existe, al igual que entonces, porque sigue existiendo la desigualdad norte-sur. 

La coordinadora agrupa a 43 organizaciones, que trabajan tanto en terreno, en países empobrecidos; y también desde Extremadura, desde donde hace educación para el desarrollo. “Me gustaría decir en los próximos años que ojalá pudiéramos desaparecer, porque este mundo estuviera mejor, pero no es real, somos más necesarios que nunca”, según comenta la presidenta de la plataforma de ONGD extremeña Sonia Fernández.

Hay organizaciones que trabajan en centros educativos, otras que lo hacen con medios de comunicación, población joven, con educación no formal.

Algunas lo hacen en terreno, con programas de asistencia sanitaria, haciendo especial incidencia en las últimas épocas por ejemplo en la lucha contra el ébola, o con programas que promueven la salud sexual y reproductiva; también en educación, o en la mejora de la habitalidad de sus viviendas. Otro de los ámbitos, la apuesta por la agricultura y la soberanía alimentaria, el fortalecimiento de la participación ciudadana, de los ayuntamientos…

Advierte la presidenta de la coordinadora que lo que se hace simplemente es trabajar con los países empobrecidos, con la ciudadanía. Los acompaña en el proceso de transformación. “No somos salvadores de ellos, sino que trabajamos con gente de allí, para intentar que los derechos humanos sean cumplidos, y para intentar que las condiciones de vida de la ciudadanía mejoren”.

Todo está conectado

La coordinadora insiste en que hay que hacer cooperación porque todo está conectado, porque vivimos en un mundo global. “Lo que hacemos es trabajar con la ciudadanía sensibilizando y ayudando a tomar conciencia de que somos ciudadanos de un lugar llamado mundo y de que todo lo que hacemos aquí tiene repercusiones, y de que tenemos que ser responsables sobre lo que pasa en este mundo”.

“Porque precisamente todo lo que vive esa gente, como las hambrunas, la situaciones que les obligan a salir, son consecuencia de lo que hacemos los países ricos”.

Una opinión que comparte Rafael Barrgán, de la Plataforma 0,7, también integrada en la Coordinadora extremeña de ONGD. Este activista no tiene dudas de que la cooperación al desarrollo es más necesaria que nunca en un mundo que se enfrenta a grandes desigualdades, y donde el norte –piensa—tiene “una deuda impagable con esos países a los que primero se esclavizó y ahora aprovechan como fuente para sus materias primas, y negándoles al mismo tiempo la ayuda que necesitan”.

Una plataforma que reivindica un compromiso de las Naciones Unidas de hace casi 40 años: aportar el 0,7 por ciento del PIB para los países empobrecidos (en torno a 70 céntimos por cada 100 euros). 

Algunos ejemplos

Entender que hay que hacer cooperación requiere quizás pensar en la dignidad de todos y todas, y de los derechos humanos. Y pensar que hasta que eso no esté conseguido “no podemos dormir tranquilos” según comenta la presidenta de la coordinadora extremeña de ONGD.

¿Cómo entender un concepto que puede resultar abstracto, como el de la desigualdad norte-sur? Mejor con ejemplos, como el caso del Congo, que alberga extensas minas de coltán, un material necesario para la tecnología. Su extracción ha crecido de manera exponencial, y de manera paralela también la violencia sistemática, la guerra y el empobrecimiento de la población local.

O por ejemplo, el aceite de palma, un producto que se usa en cremas y cosméticos, “y que está matando a gente, desplaza a personas de sus entornos, y daña los ecosistemas”.

¿Qué tareas tiene la coordinadora?

La Coordinadora Extremeña de ONGD trabaja por un lado en el fortalecimiento de sus organizaciones, que en estas dos décadas ha vivido momentos duros, sobre todo en la última legislatura, como consecuencia del debilitamiento del sector. Apoyan a las organizaciones en su trabajo diario, hacen acciones de incidencia política, “para que se entienda que la cooperación es una política pública más”.

“Un trabajo con nuestros gobiernos, con los partidos que están en la oposición y con la ciudadanía en incidencia social, para intentar que se entienda que esto es importante”.

Y llegó la crisis

La crisis ha marcado un antes y un después, y en este camino la cooperación extremeña también se ha puesto de luto con el cierre de algunas organizaciones que se vieron obligadas a a echar el cierre. Otras han perdido toda su estructura y se mantienen de manera casi ‘simbólica’.

La tijera de los recortes no afectó en exceso en Extremadura, aunque como todo en esta vida una cosa es la teoría y otra la realidad. En principio solo había un recorte de en torno a un 32 por ciento, aunque en la práctica ha sido mucho más, porque mucho de de ese dinero no era real porque no se ejecutaba desde el Gobierno del PP en el caso de Extremadura.

“Nos hemos visto que se ha ‘complejizado’ muchísimo toda la burocracia de todos los proyectos y de muchas organizaciones que no han podido acceder ni han podido realizar su trabajo”, advierte la presidenta de la coordinadora extremeña.

“Ha habido una asfixia a las organizaciones, lo que ha obligado a devolver dinero, a hacer una cantidad de cosas que no eran sostenibles, y entonces ha habido organizaciones que han desaparecido. No tantas como en otros sitios, pero sí que ha habido”.

Ahora la Coordinadora de ONG afronta el reto de acompañar al sector asociativo, debilitado, pero con ganas de trabajar, de remontar, con la inquietud de seguir transformando y de darle la 'vuelta al mundo'.

Un sector profesionalizado que sin embargo no cuenta en la actualidad con formación universitaria después de que el Ejecutivo de Monago eliminase el curso de experto universitario que se ofertaba a los jóvenes que apostaban por la cooperación unas competencias básicas con las que iniciarse.