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Una decisión audaz y necesaria

La fusión entre Don Benito y Villanueva de la Serena daría lugar a la tercera ciudad más grande de Extremadura.

César Chaparro

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Vaya desde el principio la alegría que he sentido, como extremeño y dombenitense, al hacerse pública la noticia de que “ahora sí, va en serio” la unión (me gusta más que fusión) entre Don Benito y Villanueva de la Serena. Me vienen a la mente gratos recuerdos de juventud, cuando en los primeros años de la década de los 70 del siglo pasado, nos reuníamos unos cuantos, a mitad de camino de ambas ciudades, para hablar distendidamente de los beneficios que tendría la unión de las dos poblaciones, tan cercanas en el espacio y tan alejadas, a veces, en los sentimientos de amistad y mutuo afecto.

Hablábamos de la idiosincrasia de cada ciudad de manera simplista, pero en buena medida acertada. Una, Don Benito, con un término municipal muy extenso, más inclinada por lo tanto a la agricultura; otra, Villanueva de la Serena, con menos kilómetros cuadrados en su ámbito, más propensa al comercio. Hablábamos, entre otras cosas, de los tópicos y chascarrillos que nos cruzábamos unos y otros, y de la rivalidad que envolvía nuestros encuentros y desencuentros deportivos. A lo lejos, se vislumbraba una utópica realidad de unión: ¡qué gran ciudad si estuvieran unidas!

Ahora da toda la impresión de que la cosa va en serio. Así lo han hecho saber, con un proyecto meditado y ambicioso, los alcaldes de ambas ciudades. Una decisión necesaria y audaz, que les honra, a ellos y a sus corporaciones municipales, sin distinción ideológica y partidaria. Decisión, creo que necesaria para los tiempos que vivimos (necesidad de grandes y buenas infraestructuras de todo tipo, lucha contra el despoblamiento, concentración de servicios, etc.). Pero también decisión audaz: audaz y no osada. Audacia y osadía van de la mano y a veces se confunden porque ambas requieren de valentía. Sin embargo, con la primera –audacia- se sabe a dónde se va, con reflexión y proyecto en mano. Con la segunda –osadía- se encamina uno a ciegas a un desconocido fin.

¿Cómo abordaremos esta ilusionante y, a la vez, difícil tarea? Por mi experiencia en otros ámbitos (el de una Universidad, la UEx, con el “pecado original” de la división), la primera cualidad necesaria en quienes tienen que decidir (políticos en primera instancia y ciudadanos en la consulta anunciada) es la de la generosidad, es decir, no pensar en uno mismo y en la realidad actual de quien tiene “la vida hecha y asentada”, sino mirar al futuro, más o menos inmediato, de las generaciones venideras de hijos y nietos, que con la unión tendrán un futuro más esperanzador, en medio de la zozobra que en todos los ámbitos les atenaza. No es lo mismo decidir algo para hoy, en medio de una conformista y cómoda realidad, que hacerlo para un mañana, en el que ya no estará gran parte de los llamados a consulta. Decidir el futuro de otras generaciones es una gran responsabilidad.

Una segunda reflexión. Con ella no quiero echar por tierra los serios y rigurosos informes que han hecho mis compañeros de la UEx (los conozco y valoro) sobre aspectos económicos y de desarrollo material de la ciudad que resultaría de la unión. Sin embargo, estarán conmigo en que no todo, aunque sí parte esencial, se reduce a bienestar y desarrollo material. Hay otra parte muy importante en el hombre que hay que cuidar y salvaguardar: el desarrollo cultural. Y aquí me vienen a la mente las palabras del rector salmantino Don Miguel de Unamuno: “Sólo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe y el que, por saber más, se ve forzado a elegir lo mejor. Sólo la cultura da libertad...No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar, sino dad pensamiento. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura: solo la imposición de la cultura le hará dueño de sí mismo”. Es la cultura, cultivo de los grandes valores y tradiciones, que basada en la asunción de una serie de saberes, conocimientos o ideas, sirve de oxígeno a nuestras vidas en un proceso de aspiración y expiración impulsado por el diálogo permanente entre las personas.

Una última idea. No todo va a ser un camino sencillo, sin piedras y obstáculos en él. Surgirán problemas, que a veces serán utilizados por los eternos aguafiestas, que se oponen a todo y a todos y que, si el proyecto sale bien, serán los primeros que se aprovechen de la nueva realidad. Por ello, desde aquí y con toda humildad, animo primeramente a “mis” alcaldes José Luis Quintana y Miguel Ángel Gallardo a no desfallecer. Y a los ciudadanos de Villanueva y Don Benito a mostrar generosidad y altura de miras. La situación actual requiere de audacia y compromiso. 

*César Chaparro, Catedrático Emérito y Exrector de la Universidad de Extremadura

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