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Las 4.000 cigarreras de A Coruña que llevaron a cabo en 1857 la primera huelga de mujeres en Galicia

Imagen antigua de la Fábrica de Tabacos de A Coruña

Marcos Pérez Pena

Este 8M la manifestación feminista de A Coruña terminará no por casualidad en la Plaza de las Cigarreras, al lado de la antigua Fábrica de Tabacos de la ciudad. Una instalación que funcionó desde las primeras décadas del siglo XIX y durante casi 200 años, siendo durante mucho tiempo la industria con más trabajadores de Galicia. Y, sobre todo, con más trabajadoras, pues las encargadas de elaborar los cigarros eran mujeres. Se dice que allí llegaron a trabajar al mismo tiempo 4.000 empleadas a mediados del siglo XIX, una cifra puede que un poco exagerada, pero muy notable en todo caso, si se tiene en cuenta que A Coruña contaba con unos 40.000 habitantes en 1875.

La Fábrica de Tabacos fue un lugar de trabajo femenino, pero también de encuentro, de sororidad, de apoyo mutuo y también de formación, muy bien representado en la novela de Emilia Pardo Bazán La Tribuna, considerada la primera gran novela social española, que describe la vida de una cigarrera coruñesa, Amparo, una líder obrera, con una gran concienciación política, republicana y federalista. Y es que la fábrica fue también un espacio de protesta laboral, por ejemplo en 1857, momento en que tuvo lugar la primera huelga de mujeres de la historia de Galicia, una revuelta ludita motivada por la llegada de unas nuevas máquinas de picar tabaco que amenazaban algunos de los puestos de trabajo existentes.

Así, ese 7 de diciembre de 1857, a las 11 de la mañana, esas tres o cuatro mil mujeres iniciaron una protesta en la que se lanzaron contra sus jefes, destruyendo las nuevas máquinas de picar tabaco y echando al mar parte de la producción, llegando a subirse a los tejados del edificio. De inmediato, el Capitán General y el Gobernador Civil enviaron tropas de infantería y caballería para acabar con la revuelta. Alrededor de las cuatro de la tarde la protesta finalizó y más de veinte mujeres fueron detenidas. Al ser trasladadas a la prisión del Parrote, otros grupos de mujeres apedrearon a los militares que las llevaban, hasta que la Guardia Civil cargó contra ellas, dispersando a las manifestantes. La realidad es que la protesta no consiguió su objetivo (las máquinas se impusieron de inmediato), pero constituyó en todo caso la primera huelga de mujeres documentada en Galicia.

Este jueves, en el marco de las actividades programadas por el ayuntamiento de A Coruña por el 8M, la historiadora Ana Romero Masiá ha ofrecido una conferencia en el espacio Tribuna Pública (situado al lado de la Fabrica de Tabacos), un recorrido por la importancia que este colectivo de trabajadoras tuvo durante décadas en la historia de la ciudad.

¿Por qué las cigarreras eran sólo mujeres? “La razón es muy sencilla. Porque les pagaban menos”, explica. “Cuando se funda la fábrica, el decreto de creación, que es del tiempo de Fernando VII, habla de las hábiles manos de las mujeres, pero la verdadera razón era que cobraban menos, nada más. Pero eso pasaba con todos los colectivos femeninos”, añade.

Ana Romero Masiá destaca que las cigarreras difrutaban de unas condiciones laborales algo más favorables que las que había en otras industrias. “Los beneficios de la compañía arrendataria eran tan grandes que les permitían a estas mujeres unas condiciones mucho mejores que en otras fábricas. Era un trabajo duro, pero las mujeres tenían por ejemplo mucho margen para entrar o salir. La razón era que no tenían un salario, sino que trabajaban por obra hecha. Así hacían, así cobraban. De esta forma, las mujeres que no tenían hijos trabajaban más horas y las que sí tenían hijos o tenían que trabajar más horas en su casa, estaban menos en la fábrica”, dice.

Encadenaban, por lo tanto, dobles o triples jornadas laborales. “Tenían que ocuparse de sus casas, de hacer la comida, de lavar la ropa, de los hijos... Y ten en cuenta que en aquel tiempo no había agua corriente, todo llevaba mucho más tiempo. Además, muchas venían de las zonas rurales y por lo tanto caminaban varias horas todos los días para ir y volver”, explica.

Tenían que trabajar toda su vida. Entraban con 7 o 8 años como aprendizas y se quedaban hasta que su cuerpo aguantaba. “No había jubilación y no era raro que en los ranchos de la fábrica convivieran al mismo tiempo tres generaciones de mujeres”, subraya la historiadora, que sin embargo añade que “a las mujeres más mayores les dejaba hacer ciertos trabajos más cómodos, como quitarle la vena a las hojas de tabaco, algo que podían desarrollar con facilidad gracias a su experiencia”. “Es lo que Pardo Bazán describe como el Cielo, el Purgatorio y el Infierno, distintos trabajos dentro de la fábrica, algunos más cómodos y otros más duros”, comenta.

Ana Romero destaca la hermandad que se establecía entre este colectivo de mujeres y la ayuda mutua, sobre todo cuando había un conflicto: “Pardo Bazán dice sobre estas mujeres que eran como el demonio, pero que en el momento en que tenían que defender al colectivo eran aguerridas y estaban siempre unidas”.

¿Más allá de esa huelga de 1857, hubo mucha conflictividad laboral en la Fábrica de Tabacos? “Sí, pero no tanto. Las mujeres como colectivo no participaban demasiado en los Primeros de Mayo o en las huelgas generales que se organizaban. A Coruña es de las ciudades españolas que más huelgas tuvieron a lo largo de su historia, al menos hasta el año 1936. ¿Cómo era posible que los hombres pudieran sostener huelgas muy prolongadas, de varios meses, por ejemplo en la construcción? La razón era que esas familias sobrevivían muchas veces gracias a los sueldos de las mujeres”, dice.

La historiadora señala que los dirigentes sindicales no eran partidarios de que las mujeres se asociaran y sólo comenzaron a organizarse gracias al contacto de las trabajadoras con Severino Chacón, el gran líder de las cigarreras de toda España. “Las Chaconeras les llamaban. Gracias a él se crea la Unión Tabacalera en 1916, que fue muy importante. Lo cierto es que con pocas huelgas, consiguieron siempre muchos avances”, dice

Ana Romero Masiá destaca para terminar las dificultades para conocer detalles históricos sobre las actividades desarrolladas por las mujeres, tanto en el mundo del trabajo como en otros ámbitos. Unha historia individual y colectiva que queda por lo tanto invisibilizada. “Es muy difícil seguirles la pista a las mujeres. No aparece nada en la documentación histórica, la prensa no recoge nada sobre ellas, y así es muy difícil llegar a conocer ni siquiera sus nombres, y ya no digo profundizar sobre sus vidas”, comenta. “Hay mucho, mucho, mucho aún que sacar a la luz, muchas individualidades que merecen ser conocidas y destacadas. Y una historia colectiva, en general, que no se conoce tanto como se debería”, concluye.

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