Los lunes no son los días de más actividad en las lonjas gallegas, pero este fue “un desierto”. Lo resume así el presidente de la Federación Galega de Confrarías de Pescadores y patrón mayor de Ribeira (A Coruña), José Antonio Pérez Sieira. Prácticamente toda la flota que sale a faenar y vuelve con pescado fresco en el día está amarrada por la subida de los precios de los carburantes. No ha habido suministro para pescaderías ni para restaurantes, que ya están empezando a preparar cambios en los menús porque la previsión es que el paro, al que están llamadas las embarcaciones en toda España, se mantenga hasta el miércoles como mínimo. Ese día el sector está convocado a una reunión con el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, al que le pide apoyos económicos. Las organizaciones territoriales se han citado ya hablar después por videoconferencia para ponerse de acuerdo sobre los siguientes pasos.
“Más ahogados no podemos estar”, protesta Pérez Sieira. Expone que el precio del gasoil se ha duplicado en cuestión de semanas y que, desde la invasión rusa de Ucrania, no ha dejado de subir. El sector, dice, necesita que se apliquen medidas económicas de forma inmediata. Parte de la flota que aún no se había sumado al paro, como la de amarre, está empezando a cambiar de postura, añade el presidente de las cofradías. La primera consecuencia visible de este amarre es que algunas lonjas ni siquiera abrieron este lunes, como fue el caso de la de Ribeira, completamente vacía.
En otros puertos la actividad no fue mucho mayor. Fuentes del de A Coruña estimaban que estaban en torno al 10% de su volumen habitual. Según la agencia Efe, el único pescado que se vendió en las instalaciones coruñesas este lunes fue el de un barco procedente del Gran Sol que llegó en la noche del domingo. Las embarcaciones que van a caladeros lejanos como este salen en mareas de diez días o más, de modo que, cuando se llamó al paro, se encontraban ya faenando.
La falta de capturas se extiende por la cadena. El siguiente eslabón es el de las pescaderías. Agustín Cadillo, propietario de varias en diferentes localidades gallegas, se resigna: “No hay nada que hacer”. El amarre de la flota lo ha dejado directamente sin actividad y con los establecimientos cerrados. Esto se suma a un invierno “regular” y a una época de pescado “caro” que provocó que los consumidores comprasen menos. Teme por el futuro de los negocios, incluso aunque se den ayudas para compensar la subida de los precios del gasoil. En su caso, se plantea pedir un crédito para salvar la empresa.
Además de las medidas de los pescadores, hay otro motivo para que los productos del mar no estén llegando al mercado. El paro en el transporte ha dejado en los últimos días a las lonjas con unas existencias acumuladas a las que no han podido dar salida. La semana pasada algunas de ellas, como las de Burela y Celeiro (Viveiro), en la provincia de Lugo, empezaron a congelar parte de la mercancía para evitar que se eche a perder. En estos puertos y en otros, como el de A Coruña, lanzaban avisos de que tendrían que empezar a destruir pescado.
Cambio de menú
Los establecimientos de hostelería también están notando ya el desabastecimiento. Desde el viernes no les llega pescado -la flota no sale a faenar los fines de semana- y también hay problemas con las carnes y otros productos perecederos. El presidente de la Federación Galega de Hostalería, Cheché Real, considera que la situación es preocupante, en especial para negocios que han aguantado ya dos años de pandemia: “Vamos a tener dificultades como esto siga así porque las lonjas están paralizadas, los mataderos no funcionan y esto afecta directamente a toda la cadena de hostelería”.
Lucía Freitas, cocinera y responsable del restaurante A Tafona, uno de los estrella Michelín de Santiago de Compostela, asegura que en su establecimiento programaron las compras para tener pescado en el arranque de la semana, pero si dejan de llegar productos frescos cambiarán el menú y eliminarán los alimentos del mar. Freitas aprovecha las protestas para reflexionar sobre un modelo que es dependiente del transporte de media y larga distancia para abastecer los mercados de alimentos: “Te das cuenta de que es el mundo al revés, de que dependes de cosas de lejos cuando las tienes alrededor. Esto debería hacer reflexionar sobre el consumo, tanto en un restaurante como en casa”.
La chef gallega cree que, aunque le falte el pescado, sus restaurantes no se van a ver muy afectados porque su suministro está en productoras locales que venden en la plaza de abastos. Ella apoya las protestas y opina que “hay que reivindicar los derechos de todos” porque la situación, con la subida de precios, se está haciendo “inviable” para algunos eslabones. “Esto es una cadena y hay que pensar solidariamente”, defiende.
También el cocinero Pepe Solla, propietario de otro estrella Michelín, el Casa Solla de Poio (Pontevedra), se está preparando para hacer cambios en la carta y ofrecer en los próximos días un menú sin pescados. Dice que buscará alternativas para atender a los clientes, que ya tienen reserva, y dirige críticas al Gobierno, al que pide premura en las negociaciones con transportistas y pescadores. Los costes de los barcos, señala, se han “disparado” y eso es “un problema real”. Su restaurante se abastece también de productos que no recorren grandes distancias y, por el momento, ha salvado la situación porque sus proveedores le llevan ellos mismos la mercancía o se desplaza él para recogerla, explica.
Otros locales ya empezaron a cambiar algunos de sus proveedores la semana pasada por los efectos del paro del transporte. Los varios locales que tiene Universo Milongas -parrilladas en Santiago y su entorno y un emblemático restaurante en la turística Rúa do Franco de Santiago- están “a la expectativa” y pendientes de cómo evolucione la situación. Uno de los trabajadores de la central, Marcos Reimunde, explica que este lunes llegaron avisos de que no habrá pescado fresco en los próximos días ni tampoco algunos tipos de carne, sobre todo de ternera. El problema lo prevé, si continúan las protestas, para el fin de semana. Para los próximos días tienen existencias en las neveras, pero después asume que tendrán que ir retirando platos de la carta.