Prácticas como hacer entrar a la mujer sola en el quirófano en las cesáreas programadas o separarla del bebé tras esta intervención están desterradas en buena parte de los hospitales españoles. Pero no era el caso en Galicia, en donde un grupo de madres se unió este verano para pelear por sus derechos y los de sus hijos y lograr una humanización de este tipo de partos que lleva años recogida en las recomendaciones de los organismos sanitarios internacionales y nacionales y también en la propia guía del Servizo Galego de Saúde (Sergas) y que sí se da en los vaginales. En las últimas semanas varios centros han anunciado cambios: en el de Santiago ya se aplica un nuevo protocolo, en Pontevedra se hace en parte y en el de Vigo se ha prometido también una adaptación.
La plataforma en la que se han unido estas madres, Loita, nació el pasado mes de junio y una de sus promotoras, Tamara G. Campos, explica que están trabajando para arrancar compromisos en todas las áreas sanitarias de que las cesáreas programadas van a ser acompañadas y no habrá separación de madre y bebé. Los partos quirúrgicos son frecuentes. En Galicia son prácticamente uno de cada cuatro. Ahora es habitual tanto que el acompañante se quede fuera de la sala de operación como que la mujer afronte sola las horas que permanece vigilada en reanimación después. Este grupo de mujeres tiene en el punto de mira a los hospitales de Lugo, Ourense y Ferrol, pero permanecen atentas para que se implementen nuevos protocolos en donde se han prometido. De hecho, Campos avisa de que en Pontevedra el cumplimiento depende del personal que esté de turno, algo que considera que “no puede ser”, y en Vigo no hay todavía cambios.
La guía del parto y el nacimiento del Sergas contiene un apartado específico para los partos instrumentales y mediante cesárea: “En caso de que fuese necesaria alguna de estas intervenciones se promoverá, al igual que en el parto eutócico, el acompañamiento continuado, la intimidad y el contacto inmediato piel con piel tras el nacimiento”. El texto está aprobado desde hace años (la última versión es de 2017, pero aparecía ya recogido en 2013), recuerda Campos.
La movilización de esta madre empezó el pasado mes de junio. El detonante en su caso no fue que no se respetasen sus derechos o los de sus hijos en alguno de los partos, sino que el más pequeño de ellos necesitó atención temprana, pero a ella no le permitían pasar a las sesiones de su bebé en el hospital de Pontevedra. “A mi me parecía que aquello no era normal”, cuenta. Empezó entonces a informarse sobre sus derechos y a poner reclamaciones, que señala que solían recibir “respuestas tipo” que se limitaban a indicar que sus peticiones serían tenidas en cuenta. Concluyó que la única vía que le quedaba era la de hacer pública su situación a través de la prensa. El “montón” de mensajes de otras madres “con casos fuertes de verdad” que recibió después fue lo que la convenció para impulsar una plataforma y organizarse.
Explica que hay lugares como Barcelona o Madrid donde el parto por cesárea está más humanizado y critica que dentro de Galicia la práctica varía de hospital a hospital. En el de Ourense, señala, no se separa al bebé de la madre, pero esta no puede estar acompañada en el quirófano. En el de Ferrol el miedo a los contagios en la pandemia llevó a que los recién nacidos estuviesen en todo momento con los padres, pero al superar la situación de emergencia, “paradójicamente han vuelto a hacer las cosas mal”, dice. Destaca testimonios de mujeres angustiadas durante las horas de espera mientras se va el efecto de la anestesia: “A una le dijeron: 'Cuando puedas mover los pies te dejamos ver al bebé' y estuvo seis horas intentando moverlos”. La impresión que tiene de toda la información recopilada en estos tres últimos meses es que “la mujer no importa nada” en estas intervenciones.
También señala lo poco que el sistema favorece que se pongan reclamaciones en casos de malas prácticas o en los que no se han respetado los deseos o derechos de la madre: “Igual recibes una respuesta automatizada para lo que es el trauma más grande de tu vida”. Y critica la falta de información sobre los procesos. Relata su propio caso, como madre de tres niños, y destaca que en ninguna charla de preparación al parto en sus tres embarazos se abordó el tema de las cesáreas.
Los primeros cambios de protocolo
La lucha de esta plataforma ha empezado a dar sus frutos. Los responsables del área sanitaria de Santiago anunciaron un cambio en los protocolos y el pasado miércoles, 20 de septiembre, una mujer de Santa Comba (A Coruña) pudo ya estar acompañada durante la cesárea programada y no tuvo que separarse de su hija tampoco en las horas de reanimación. El propio Complexo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS) difundió la información y una fotografía de la pareja con su bebé. La madre, Alba, manifestó que estaba “muy contenta” de poder tener a su lado a alguien de su confianza durante el proceso. Las obstetras que hicieron la intervención, Patricia Peñas y Mariña Sánchez Andrade, pusieron el foco en el piel con piel justo después del nacimiento, como ya se hace en los partos vaginales: “Tiene beneficios para el apego y la lactancia y permite a la paciente estar más tranquila y más contenta”.
Otra pareja, Rocío y Fernando, afrontó al día siguiente una cesárea programada para el nacimiento de sus gemelos en el mismo hospital. Antes de la intervención, la madre explicó a este diario el alivio que sintió al saber que ya se les iba a aplicar el nuevo protocolo. El parto le generaba “incertidumbre”: “Estoy más tranquila cuando estoy acompañada”. Recuerda la estupefacción al enterarse de que, durante las horas en reanimación, no iba a estar, según las normas anteriores, con sus bebés: “Alucinamos. ¿Cómo puede ser esto?”. La idea de que se le aplicase ya un protocolo más humanizado le parecía “maravillosa” después de escuchar las experiencias de otras madres.
En medio de la movilización de Loita y los anuncios de varias áreas sanitarias, el Sergas asegura, en respuesta a preguntas de este diario, que trabaja “desde hace tiempo” por la humanización de los partos quirúrgicos, pero admite que, aunque el acompañamiento y el piel con piel figuran en la guía del parto, solo hay garantías actualmente en los vaginales: “Con los protocolos que cada hospital está elaborando, se intenta hacer en los partos por cesárea”.
No separar a madre y bebé es “lo más básico”
La Asociación Galega de Matronas (Agam) pone como ejemplo a Catalunya, aunque señala que en muchas comunidades es ya lo habitual y que estas prácticas se han ido afianzando sobre todo en la última década, pero no en Galicia. Enfatizan en especial la parte de la no separación de madre y bebé: “Es lo más básico”. Forma parte, recuerda, de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que dice que “se debe mantener a los recién nacidos sin complicaciones en contacto piel con piel con sus madres durante la primera hora después del nacimiento para prevenir la hipotermia y promover la lactancia”. También lo recogen las guías del Ministerio de Sanidad y del propio Sergas y es “un derecho del niño”.
Una portavoz de la Agam considera que los cambios anunciados en los protocolos son “superpositivos” y señala que las matronas llevan años pidiéndolos y recomendando a los padres que reclamen tanto el acompañamiento como el piel con piel. La dificultad en Galicia, añade, es “sobre todo por falta de personal”, aunque también hay problemas relacionados con las infraestructuras. Sería necesario tener áreas de reanimación obstétrica a las que llevar a las madres con los recién nacidos. “Los espacios están ocupados y hay que buscarlos”, señala, pero cree que sobre todo es cuestión de aumentar el número de trabajadores en la sanidad pública. De esta vigilancia de las madres y los bebés tras el parto se pueden ocupar las matronas, defiende, pero es necesario que haya más para que se den “las condiciones para hacerlo con seguridad”.
“Te sientes pequeña”
Laura Mallón, de Vigo, explica sus propias sensaciones durante la cesárea programada por la que nacieron sus gemelos el pasado 6 de agosto en el Hospital Álvaro Cunqueiro. Ella no pudo estar acompañada ni estuvo en contacto directo con los bebés de forma inmediata tras el parto. No lo contemplaba el protocolo, pero, además, en su casó, surgió una cuestión médica que hizo que los sanitarios tuviesen que atender a los pequeños. “Cuando me tuve que despedir de mi marido en la sala de preparto me sentí triste. Sientes angustia, inseguridad. Yo tenía mucho miedo y sensaciones muy difíciles de gestionar y estaba entrando sola al quirófano”, expone.
Ya dentro, continúa, la mujer debe seguir las instrucciones que le dan: “Te sientes muy pequeña. Estás dejando tu cuerpo en manos de profesionales, sí, pero desconocidos”. Asegura que en esos momentos necesitaba “apoyo”, que buscó en las personas del equipo que le daban más seguridad, en su caso una matrona y el obstetra. “El acompañamiento en estos casos yo creo que te hace venirte arriba. En un parto vaginal creo que la mujer se siente empoderada. Y aun así quiere tener a una persona de apego a su lado. Pero en la cesárea todo cambia porque no puedes hacer nada, no puedes empujar, simplemente te tienes que tumbar, estirar los brazos y una sábana tapa todo lo que están haciendo en tu cuerpo”, reflexiona. Reclama un cambio inmediato: “El problema no fueron los médicos, fue el protocolo”.