La historia del cornezuelo, el LSD de nuestras abuelas que sentó las bases de la industria farmacéutica gallega
“Una compañera de piso comentó un día que su abuela había traficado con LSD. Nos llamó mucho la atención, claro, y ella los explicó la historia del cornzuelo, comentando que su abuela lo vendía con uso medicinal para la obstetricia. A partir de ahí empezamos a investigar, y cuanto más sabemos más dimensiones descubrimos sobre un asunto que enlaza muchas historias de vida, muchas generaciones y muchos lugares”. Sabela Iglesias y Adriana Villanueva (Illa Bufarda, responsables, entre otros trabajos, de Fíos Fóra) trabajan desde hace meses en la producción de un documental sobre el conrnezuelo del centeno, un hongo que nace en esta y en otras gramíneas y que provoca efectos alucinógenos pero que también se empleaba en la medicina tradicional para facilitar los partos, practicar abortos y como anticoagulante, y que está muy presente en la cultura popular, especialmente en Galicia.
El cornezuelo (llamado dentón, caruncho, cornello, cornecho y otras muchas denominaciones en cada lugar de Galicia) estuvo también en la base del nacimiento de la industria farmacéutica gallega, pues en los años 30 y 40 la empresa Zeltia (hoy un gigante biotecnológico) empezó a experimentar con sus alcaloides, dando lugar a unos inyectables llamados Pan Ergot que se les administraban a las mujeres que acababan de parir para evitar las hemorragias. Su importancia para la farmacología era tal que sobre todo en los años 50, en un momento en que escaseaba a nivel mundial, llegó a existir una fiebre del cornezuelo en Galicia, con precios muy elevados y la exportación de grandes cantidades. De hecho, hubo quien denominó al cornezuelo el volframio vegetal, por la importancia económica que en esos años tuvo para determinadas zonas rurales gallegas, al igual que la había tenido la extracción de ese mineral durante la Segunda Guerra Mundial.
El documental, titulado O Dentón cuenta con el apoyo del área de Cultura de la Diputación de A Coruña, el Museo do Pobo Galego, la Sociedade Antropolóxica Galega y la Asociación de Estudos Históricos e Sociais Hume. El proyecto puso en marcha esta semana una campaña de crowdfunding para financiar la realización del documental, con la busca obtener un mínimo de 8.000 euros.
“Nos llamaba la atención lo poco que se conoce esta historia. Pero también vimos que aunque no se hable mucho del tema, todas las personas de 60 o 70 años con las que hablábamos conocían el dentón y habían tenido relación con él”, comentan las autoras, que subrayan la relevancia de registrar este conocimiento y la experiencia directa que muchas generaciones tuvieron con el cornezuelo y con su venta: “Algunas personas que comerciaron con el caruncho del centeno aún están vivas y pueden hablar y contarlo. Pero por poco tiempo. La posibilidad de registrar la voz de las personas protagonistas estas experiencias es un regalo para el archivo audiovisual gallego”.
Destacan, igualmente, la necesidad de relatar la importancia histórica del cornezuelo en la salud de las mujeres, pues sus usos medicinales tradicionales más extendidos estuvieron centrados en la obstetricia, una labor que era igualmente realizado por mujeres. “Tal y como había mujeres que te ayudaban a parir un niño también había otras que te ayudaban a deshacerlo”, cuentan algunas de las entrevistadas con las que ya han contactado Sabela Iglesias y Adriana Villanueva. “En algunos partos en la aldea recogían el caruncho, lo cocían y después le daban a beber aquella agua, que ayudaba a las contracciones del útero”, relata otra.
La presencia en la cultura popular y en la vida cotidiana es evidente. El cornecho está ligado al cultivo y a la cosecha de cereal para la elaboración de pan, base de la alimentación, y su existencia y efectos se conocen desde antiguo. “Había que sacarlo porque de no hacerlo el pan salía oscuro. Cuando llovía era cuando hacíamos eso”, comenta una de las mujeres entrevistadas en la fase de documentación. Sabidos eran también sus efectos alucinógenos: “Como no había televisión ni sofá, había que sentarse en un banco y daba para barrenar”. Y públicas eran también las consecuencias negativas de su ingesta excesiva, el ergotismo o gangrena, también conocido como “fuego sagrado”, “fuego de San Antonio”, o “mal del pan maldito”, denominaciones que recogió Albert Hoffman, el químico suizo que estudió durante años la composición del cornezuelo y que en 1943 descubrió el LSD y sus efectos.
La fiebre económica del cornezuelofiebre
El documental profundizará en la importancia económica del dentón para Galicia. Ya en el año 1912 la revista de farmacología American Druggist publicaba que “el ergot del centeno de mayor calidad es el producido en las provincias del noroeste de España. Se envía en barco a Londres desde Vigo o Lisboa y casi todo es consumido en los Estados Unidos”. Décadas atrás se había descubierto que tenía propiedades farmacológicas, principalmente vasoconstrictoras y fueron los laboratorios alemanes los que más investigaron su composición. Sin embargo, también en Galicia hubo un desarrollo industrial y científico a partir de este material que aquí tanto abundaba
Como contaba Gciencia en este reportaje, en 1936 -apenas dos meses antes de la Guerra Civil-, el médico Ramón Obella Vidal y el farmacéutico Francisco Rubira fundaron en Vigo el Instituto Bioquímico Miguel Servet en Vigo, en el que también trabajaron el político galleguista Alexandre Bóveda (ejecutado por los franquistas) y el químico Fernando Calvet. Lanzaron el Pan Ergot, producido a partir del cornezuelo, como remedio contra las jaquecas y el glaucoma. La Guerra Civil cortó en seco este proceso, pero en 1939 surgió la empresa Zeltia a partir de lo que había sido el Instituto Miguel Servet. Zeltia (que acogió en su seno a muchos investigadores que habían sido depurados por la dictadura) desarrollará nuevos fármacos, aprovechando la riqueza de la flora medicinal gallega y llegó a realizar plantaciones de centeno para producir cornezuelo de forma industrial.
A comienzos de los años 50 hubo, además, una fiebre económica del cornezuelo, en unos años en el que el kilo llegó a valer 1.000 pesetas de la época. Las zonas del planeta en las que había más cornecho eran Rusia, Portugal y Galicia. Y en ese momento (al igual que ya había sucedido durante la Revolución de 1917 o la guerra civil posterior) el suministro ruso escaseaba y no era suficiente para dar respuesta a la demanda de la industria farmacéutica en todo el mundo. En 1954, de hecho, un periódico destacaba así la importancia capital de Galicia en la producción del cornecho: “Su mercado central se encuentra en Galicia, hasta el extremo de que un telegrama de Dacón, aldea cercana a Carballiño, modifica los precios en Japón o en los Estados Unidos”.
De este modo, el dinero que se pagaba por el hongo fue una aportación muy importante para las economías familiares. “Era en las ferias donde había más movimento de compra-venta de cornello, sobre todo en los años 50 cuando empezó a faltar el suministro ruso”, comenta una de las entrevistadas. “A las mujeres no nos pagaban nada por el trabajo en el campo, por eso fue tan bueno lo del caruncho. Arredemo!, ver el caruncho en los prados era buena noticia”, explica otra.
Sabela Iglesias y Adriana Villanueva destacan a modo de conclusión que “tener la oportunidad de contar historias que nacen de algo tan próximo y familiar como es este cereal y su derivado hace que conectemos con la historia de inmediato”. “No hablamos de historias lejanas procedentes de selvas amazónicas. Hablamos del centeno que crece a un lado de nuestras casas y de los negocios que financiaron las economías familiares de nuestros abuelos y abuelas y del que tan poco se habla y se sabe”, añaden.