La novela de Pardo Bazán en la que se apoya la Xunta para oponerse a las pretensiones de los Franco en Meirás
Publicada en 1905, la novela más autobiográfica de Emilia Pardo Bazán, La Quimera, describe con detalle algunos de los bienes más relevantes de las Torres de Meirás que ahora se disputan en los tribunales el Estado y la familia de Francisco Franco. Como un imponente Cristo crucificado, “de tamaño natural, de cabellera de mujer, también natural, enredada, como empapada de sudor”, cuenta la escritora en su libro. Sigue colgado igual que hace 120 años, “bajo un dosel de terciopelo granate franjeado de oro”, como detalla La Quimera, en un lateral de la capilla del castillo de tres torres que concibió la condesa literaria en Sada (A Coruña). El sepulcro de inspiración medieval que diseñó para albergar sus restos permanece, un siglo después de su muerte en Madrid, vacío, pero también en el mismo sitio en el que doña Emilia lo hizo colocar en el pequeño templo de su fortaleza.
Y también intacto se mantiene, hasta ahora, su retablo central, “del XVII, auténtico, delicadísimamente tallado en nogal”, relata la escritora en Crónicas veraniegas, Meirás, publicadas por El Noroeste en 1902 Una notable composición barroca con 14 figuras de madera. Todas ellas, junto con el Cristo de 2,55 metros de alto y el sepulcro con pies en forma de animales fabulosos, están incluidas en el listado de bienes de Meirás que los nietos del dictador reivindican suyos y enviaron al juez en sus alegaciones a la reclamación del Estado. El próximo día 22 de octubre está convocada la vista para determinar qué contenidos deben o no permanecer en el pazo tras su restitución hace un año, por mandato judicial, al patrimonio público.
Obligados a desalojar la propiedad que ocuparon más de ocho décadas, los Franco reclaman poder llevarse no sólo piezas y muebles incorporados a la mansión durante los casi 40 años de dictadura en los que funcionó como una extensión estival del Palacio del Pardo, según establecen las dos sentencias –recurridas ante el Supremo– que reconocen su titularidad pública. Los descendientes del caudillo también quieren el legado de la primera propietaria y creadora de Meirás. Aunque suponga desmembrar la fortaleza con capilla así como sus jardines. Estos, en aras de ganar abolengo y nobleza, están poblados de múltiples esculturas, blasones, relojes de sol, escudos heráldicos traídos de toda Galicia e incluso de otras partes del país. Y los Franco también aspiran a meterlos en los camiones de una mudanza que, de momento, sigue suspendida por orden judicial.
El retablo central de la capilla del pazo, diseñada con sumo detalle por Pardo Bazán y consagrada para celebrar todos los sacramentos, forma parte, con sus 14 esculturas, “de las Torres de Meirás desde su creación”, en 1900, y “es posible, incluso, que el espacio que ocupa se dimensionase a su medida”, destaca un informe pericial encargado por la Xunta, y al que tuvo acceso elDiario.es. Remitido también al Juzgado número uno de A Coruña, este dictamen trata de identificar el valor y vinculación con el pazo, desde un punto de vista de patrimonio cultural, de 54 bienes en litigio, listados por los Franco en sus alegaciones a la reclamación del Estado.
Unos bienes que “forman parte integrante” de un inmueble declarado desde 2008 Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de sito histórico, y “son por lo tanto inseparables”, concluyen los peritos del Gobierno gallego, Manuel Chaín y Juan Antonio Naveira. Además de realizar una visita en julio pasado, en la que también comprobaron el estado y anclaje de cada una de las piezas, y consultar expedientes y expertos, los dos arquitectos se valieron, entre otros, de documentos históricos, como la mencionada novela de Pardo Bazán que lleva por el título el nombre de la torre más alta de Meirás, así como de antiguas fotografías y capturas de vídeos del No-Do, disponibles en abierto en Internet para tratar de contextualizar esos elementos en la mansión y sus jardines. “No se trata de un trabajo de investigación, sino como una evidencia gráfica para determinar la vinculación o permanencia de esos bienes con el sitio histórico de Meirás”, precisa este dictamen pericial.
El documento destaca que todas las piezas y objetos reclamados por los descendientes del dictador conforman conjuntos que son esenciales en la configuración cultural y funcional de la fortaleza, tanto durante la primera etapa de su creadora que la ideó fiel reflejo su doble condición de condesa y escritora, como a partir de 1938, tras su reconversión en residencia veraniega del caudillo. Sus nietos, de conseguir aval judicial para llevarse todo lo que pretende, dejarían poco más que las paredes de la capilla del pazo.
Claman por la propiedad de no sólo las 14 esculturas del retablo barroco que la preside, sino también de una decena de representaciones de la Virgen, San José o la Piedad además del enorme Cristo de pelo natural y los dos angelotes de bronce que lo flanquean en la actualidad. La lista de los Franco incluye las piezas de la capilla diseñadas por Pardo Bazán como el sepulcro o la pila de agua bendita, en los que la escritora hizo esculpir, al igual que en los capiteles de ese templo, conchas de vieiras y “piñas de pino bravo, símbolos de toda la naturaleza de Galicia, las selvas y las costas”, según explica en La Quimera. Un sepulcro y una pila que, subrayan los peritos de la Xunta, “tienen diseños escultóricos, materia y elementos estilísticos semejantes y coincidentes con la propia arquitectura” de las Torres de Meirás. Están “relacionados directamente con la figura de Emilia Pardo Bazán, pertenecen al pazo desde su construcción primigenia”, subrayan.
Su dictamen tampoco avala la pretensión de la familia Franco de hacerse con otros elementos esenciales e imprescindibles para “un templo católico completo en el que se puede celebrar todos los sacramentos” como es el confesionario de madera tallada que aparecía en las múltiples imágenes de Franco rezando en Meirás que difundía el No-Do. Y hay gran riesgo de deterioro, alertan los técnicos, en la reclamación de los Franco de desmontar del altar el cordobán, la gran pieza de piel curtida adornada con dorados y dibujos pintados, como un cáliz. Es “una pieza singular de la decoración ideada para la capilla de las Torres de Meirás por Emilia Pardo Bazán”, subraya el informe de la Xunta, “sólo cobra pleno sentido aplicado a la pieza y posición que ocupa en el retablo”.
Del legado de la escritora, en el interior del pazo y al margen de muebles y bibliotecas que no se analizan en ese informe de la Xunta, también permanecen grandes lámparas que flanquean las monumentales escaleras del vestíbulo así como apliques metálicos de pared que, remarca este dictamen pericial, “parecen diseñados para el lugar”. Responden “al gusto decorativo romántico e historicista del siglo XIX” por el que tanta afición sentía la escritora así como quienes, luego, se encargaron de reconvertir la mansión en residencia de jefe de Estado durante la dictadura. Fotos antiguas de ambas épocas atestiguan que esas lámparas siempre estuvieron ahí, como se ve en la recepción oficial que Franco brindó al rey Abdullah I de Jordania en septiembre de 1946. Y aunque la iluminación de ese vestíbulo tiene “un sistema único de electrificación que acciona simultáneamente” todas esas lámparas, lo que refuerza la teoría de que se trata de un conjunto, la familia del dictador también aspiran a quedarse con ellas.
La condesa tomando el té en 1921
Fuera, en los jardines, siguen estando la mesa y bancos de piedra “ideados por Emilia Pardo Bazán como la zona exterior al comedor de la casa”, según comprobaron los técnicos de la Xunta. Unas piezas de cantería y estilo “propios de la construcción del edificio principal”, remarcan. Una fotografía de 1921 muestra a la condesa con su familia tomando el té en esa mesa. Y aunque fue recolocada así como los bancos cuando el caudillo tomó posesión de Meirás, siguieron ocupando un sitio preferente en actos públicos del autoproclamado jefe del Estado al conformar, ante la fachada del pazo, “un salón natural, con alfombra de césped, para recibir” personalidades y autoridades, como se observa en múltiples secuencias del No-Do.
El monolito de piedra que conmemora la visita de los Reyes de España en septiembre de 1923, tras la muerte de Pardo Bazán, integra también la lista de propiedades que reclaman los Franco. Aunque nada tenga que ver esa estancia real con el general golpista, que se hizo con el lugar 15 años después. Los monarcas Alfonso XIII y Victoria Eugenia “se dignaron tomar posesión de sus torres de Meiras”, según consta inscrito en el monolito, por la estrecha amistad que mantenían con los hijos de la condesa, explica la prensa de la época. Una pieza “claramente ligada al sitio histórico”, remarcan los peritos de la Xunta, “concebida y erigida en ese lugar en concreto con clara vocación de permanencia y rememorativa”.
En los jardines, la profusión de escudos y esculturas antiguas mandadas traer ex profeso de otros lugares para decorar el pazo del caudillo –el de Bendaña en Dodro (A Coruña) fue desmantelado piedra a piedra y llevado a Meirás– están estratégicamente colocadas para dar nobleza y abolengo a un lugar que fue escenario de múltiples actos oficiales y públicos de la dictadura. Todas las piezas de piedra, “seleccionadas por su componente artístico y de antigüedad” como los que representa a los santos Santiago, Pablo, Francisco, Cristóbal y Andrés, posicionados en el césped para conformar “un paseo de las esculturas”, forman parte “de un todo en la actualidad y de la propia historia del sito declarado histórico”, concluye el dictamen pericial de la Xunta. Y reseña, ante la pretensión de los Franco de llevárselos, que muchos de esos elementos pétreos o heráldicos, con indudable valor histórico y artístico, “pueden tener la consideración de bienes de interés cultural”, protegidos por un decreto franquista de 1973 y la ley gallega de Patrimonio Cultural vigente en la actualidad.
Los nietos del dictador reclaman arrancar de murales de los jardines los blasones del Ducado Franco, “construidos y configurados específicamente” para los lugares que ocupan. “Son un añadido posterior” a la creación del pazo, “pero forman parte de un todo y de su propia historia”, insisten los autores del informe encargado por el Gobierno gallego. En cuanto al más grande de esos emblemas, el escudo del Ducado de Franco colocado en la torre de la Quimera, la más de alta de Meirás y concebida por Pardo Bazán como su santuario literario, la familia precisa que sólo se lo llevará si el actual dueño del pazo, el Estado, “lo va a retirar”.
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