La crisis del Gobierno gallego, desatada después de que Feijóo incorporase a su vicepresidente a las listas al Congreso, es la prueba de que Alfonso Rueda, a decir de la oposición, “no manda ni en su partido ni en su gabinete”. Las operaciones de Génova para cuadrar las candidaturas del 23J le han obligado a decidir una modificación de su Ejecutivo en apenas dos días. “Es usted tan relevante que le cambian los conselleiros desde la calle Génova”, le espetó la líder del BNG, Ana Pontón, en la sesión de control de este miércoles en el Parlamento gallego. El presidente de la Xunta no se explicó. Tampoco sobre los pactos de su partido con la ultraderecha. Prefirió dedicarse al argumentario de la precampaña electoral y aventurar “el final del sanchismo en Galicia”.
Francisco Conde, definido por el propio Rueda como “pieza indispensable” de su gobierno y encargado de la política económica e industrial, encabezará la lista del PP por Lugo. Los datos dibujan una realidad no demasiado estimable de su gestión -Pontón recordó la pérdida de 21.000 empleos industriales; también la desaparición de firmas emblemáticas- pero su proximidad a Feijóo le ha valido puestos relevantes en sucesivas legislaturas. No es la única baja causada en la Xunta. “Su gabinete está a disposición de Feijóo y del PP. A usted le cambian el gobierno”, insistió el portavoz socialista Luis Álvarez. Su grupo parlamentario también se resiente: Pedro Puy, líder del PP en la Cámara desde 2011, abandona igualmente la política autonómica para embarcarse en la estatal.
Álvarez fue un paso más allá y expuso que las mudanzas de Rueda responden a los “graves problemas internos del PP”. Reclamó elecciones “para que Galicia entera opine”. Lo cierto es que las tensiones han aflorado en la derecha a cuenta de las diputaciones. En Pontevedra, la única que tendrá seguro presidente del PP, no hubo consenso sobre quién será este. Y en Ourense, treinta años de clan Baltar -uno de los pilares de las sucesivas mayorías absolutas del PP en Galicia- se asoman al abismo en medio de un vodevil de escándalos e imputaciones. Los recordó Ana Pontón, pero Rueda, como casi siempre desde que la Guardia Civil cazó a Manuel Baltar a 215 kilómetros por hora al volante de un coche oficial, ni se pronunció sobre el particular ni pronunció su nombre.
La AP-9 como medida de todas las cosas
El contraataque del presidente gallego venía escrito de casa. Las preguntas registradas por la oposición versaban sobre las políticas del Gobierno central (PSdeG) y sobre la capacidad del gabinete Rueda “para defender los intereses de Galicia” (BNG). “El señor Sánchez convirtió las elecciones [del 28 de mayo] en un plebiscito sobre su persona y tuvo ahí su respuesta”, adujo ante Álvarez. Los resultados en Galicia no avalan de todo la tesis. El PP subió, sí, pero porque partía de una de sus peores cifras históricas, la de 2019. Y lo hizo en menor medida que en el Estado. Su 38% de voto quedó por debajo del 45% de socialistas y nacionalistas, cuyos alcaldes gobernarán a la mayoría de la población gallega.
Con Ana Pontón se enzarzó en una discusión con la AP-9, la autopista Ferrol-Tui que vertebra las comunicaciones por carretera del eje atlántico de la comunidad, como centro. “¿Qué ha pasado con la transferencia de la AP-9?”, se preguntó. La líder nacionalista sí entró a ese debate. “El PP es un partido inútil para defender los intereses de Galicia. No consiguió la transferencia con Sánchez, pero tampoco con Rajoy, que es gallego”, sentenció. El actual Gobierno central sí aprobó fuertes rebajas en los peajes tras un acuerdo con el BNG en el Congreso. Durante los años Rajoy, sin embargo, “subían cada año”, recordó Pontón. Quien, indignada por los acuerdos de populares y Vox que van emergiendo estos días y que supondrán “un retroceso en los derechos y libertades”, terminó con una cita de Feijóo: “No tengo intención de pactar con Vox y no lo haré. Es un partido que está en contra de Galicia”.
Rueda algo dijo sobre el particular. n concreto, que “el presidente de la Xunta de Galicia cumplió con esa cita”. El del PP estatal no, pero esto lo obvió. Y, como resultaba previsible, sacudió el espantajo Bildu, “menudos aliados”. Aunque con un giro sorprendente en su argumentación, teniendo en cuenta que la emitía la derecha: “Hay que reconocer que por lo menos Esquerra Republicana y Bildu consiguieron extraer compromisos del Gobierno central. Ustedes [en referencia al BNG] no consiguieron nada”. Pontón, en su escaño, reía.