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Feijóo y PNV: inesperados compañeros de táctica en tiempos del coronavirus y con las urnas en el horizonte

Feijóo se dirige a una de sus comparecencias tras el Consello de la Xunta.

Daniel Salgado

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Al PP gallego y el PNV los unen en estos momentos varias circunstancias, azarosas y no tan azarosas. Ambos partidos de gobierno en sus respectivas comunidades, habían convocado elecciones para el mismo día, el 5 de abril. Ambos decidieron suspenderlas, cuando la magnitud del coronavirus era ya insoslayable. Y ambos comparten ahora momentos de relativa comprensión respecto a la acción del Ejecutivo de Pedro Sánchez contra la pandemia y otros de crítica. Los líderes de ambas candidaturas, Íñigo Urkullu y Alberto Núñez Feijóo, operan con los códigos propios de aquellos que deben gestionar una crisis en plena precampaña. 

El aplazamiento electoral -todavía por concretar hasta cuándo- dejó al presidente gallego y al lehendakari en una situación como mínimo singular. Dado que la convocatoria a las urnas ya estaba en marcha y los respectivos parlamentos disueltos, sus estrategias ante la grave crisis desatada por el COVID-19 apenas son fiscalizadas por la oposición. En Galicia, Núñez Feijóo compareció en una sola ocasión ante la Diputación Permanente de la Cámara, el pasado 26 de marzo. Y este viernes, 3 de abril, lo harán su vicepresidente, Alfonso Rueda, y su conselleira de Política Social, Fabiola García. Pero la Diputación Permanente no tiene función de impulso. Las otras cuatro fuerzas parlamentarias -PSdeG, Grupo Común da Esquerda, BNG y Grupo Mixto- carecen de capacidad para presentar iniciativas y sólo pueden controlar al Gobierno de la Xunta si Feijóo lo autoriza. 

Con el Parlamento bloqueado la única opción del debate político la constituyen las reuniones informales a las que Feijóo invita cada tanto al resto de formaciones. La oposición, con un tono menor y el coronavirus como única prioridad. Feijóo ocupa casi todo el paisaje político gallego. De cara al exterior lo hace marcando distancias con Pablo Casado, reivindicando autonomía y coincidiendo en no pocos planteamientos con el Gobierno vasco. Por ejemplo, en lo referente a las nuevas medidas de confinamiento de la economía. Mientras el PP en Madrid clamaba en un primer momento por su “endurecimiento”, Feijóo respaldaba al Gobierno central y consideraba “suficiente” el decreto inicial. Esta semana fue, junto a Urkullu, una de las voces que afearon a Sánchez que no hubiese consultado con las autonomías las nuevas medidas.

“Lógicas parecidas pero distintas”

“Feijóo y Urkullu se encuentran en la misma tesitura literal, es cierto”, señala el ensayista Antón Baamonde, “sus lógicas, sin embargo, son parecidas pero distintas”. A su ver, al PNV le preocupa “matizar contra la centralización que percibe en la respuesta del PSOE a la epidemia. Es un motivo electoral, sí, porque el centralismo no es lo más popular entre los vascos”. En Galicia, el esfuerzo del PP es “para no perder apoyos ni por la derecha ni por la izquierda. Distanciarse de Casado y a la vez colaborar en la crítica a los socialistas, que tienen flancos débiles”. Antes de que el virus lo cambiase todo, las encuestas colocaban a Núñez Feijóo al borde de perder la mayoría y, con ello, la posibilidad de formar gobierno. La gestión del coronavirus se ha convertido para él en un reto pero también es una oportunidad política. 

El presidente de la Xunta mantiene su juego a dos barajas. Una le permite aparecer fuera de Galicia como el moderado de un PP escorado hacia Vox, que incluso entiende los problemas del Gobierno de Sánchez con el material sanitario. La otra, no olvidar que cuando todo pase habrá elecciones y enfrente está una oposición en febrero demoscópicamente crecida. “Es que una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace”, sostiene Baamonde, “Feijóo aparece como el policía bueno y todos los resortes del partido, incluidos los mediáticos, hacen de policías malos”.

Antón Losada, profesor de ciencias políticas y articulista de eldiario.es, añade otro ángulo: “Feijóo sabe que el discurso de Casado es una locura, un sucidio, para el PP gallego, cuya base mayoritaria no es extremista y está a favor del autogobierno”.  Losada entiende además que existe cierta continuidad respecto a sus movimientos previos al coronavirus. “Nunca estuvo cómodo con Casado. No se siente cómodo en ambientes muy ideologizados. Claro que influyen las elecciones, pero sin ellas también notaríamos diferencias”, indica. Con las urnas en el horizonte, esa brecha entre los populares gallegos y su actual dirección estatal se agranda: “Sus incentivos para marcar perfil propio se multiplican por mil. Lo contrario es ir al paredón”.

Sobre las inesperadas coincidencias tácticas con el PNV, el profesor Miguel Anxo Bastos arriesga una teoría de largo alcance. “El PP gallego y el PNV son dos partidos muy parecidos. Son partidos de país, homogéneos, con gran capilaridad social”, argumenta, “obviamente, uno es nacionalista y el otro no. Pero hay que recordar que el PP integró el nacionalismo de derechas. Ese componente está ahí, aunque no sea el dominante”. Bastos advierte que los gobiernos vasco y gallego “defienden el papel de las autonomías” en la crisis del COVID-19 y que las medidas económicas “deben adaptarse a la realidad de cada lugar”. Y recuerda que ambos partidos representan amplas fracciones de sectores sociales análogos: el empresariado.

No niega que Feijóo mantenga un ojo en las elecciones ahora aplazadas pero comprende sus diferencias con Pablo Casado desde un punto de vista alternativo al de los otros analistas consultados. “Feijóo juega más a estadista. Necesita recursos, defiende sus empresas, está gobernando. Casado es un líder de la oposición y no puede decir amén a todo lo que haga el Gobierno. Y Vox está ahí, desmarcándose”, concluye, “no lo puede perder de vista”.

Los zigzags discursivos de Feijóo nunca son, con todo, definitivos. Mientras la defensa del autogobierno encaja con la trayectoria histórica del PNV, el PP gallego ha completado, bajo el mandato del barón gallego, tres legislaturas sin reclamar ninguna competencia. Desde que se promulgó el Estatuto de Autonomía en 1981 nunca había sucedido. Y en sus comparecencias públicas en los tiempos del coronavirus se esfuerza en repetir el sintagma “Gobierno de la nación española”. Su leve fiebre autonomista puede que sea apenas transitoria. En concreto, hasta que pasen las próximas elecciones.

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