Le costó pronunciar el nombre de su partido, pero finalmente lo hizo. Alberto Núñez Feijóo dio este lunes un largo rodeo por el arco parlamentario catalán, al que dio consejos y lanzó advertencias, antes de responder a la pregunta que le había formulado la prensa: ¿cómo afecta el batacazo electoral de este domingo al liderazgo de Pablo Casado? El presidente gallego pidió por fin una reflexión al PP por unos resultados que equiparó con el “descalabro del PSOE” en las urnas en Galicia el pasado julio. Eso sí, se cuidó de relacionarlo con el descenso de la participación.
Feijóo, cuyo nombre suena una y otra vez como aspirante a dirigir la organización, habló con distancia de la situación. Alabó al candidato popular a la Generalitat, Alejandro Fernández, y pronosticó que su presencia en el Parlament será “útil para controlar al gobierno independentista” y ofrecerá “ideas y no ruidos, razones y no descalificaciones”. Sobre Pablo Casado, resultó más ambiguo. “Es tan responsable del resultado catalán como lo fue Pedro Sánchez del descalabro del PSOE en las elecciones gallegas”, sostuvo, y añadió que es necesario separar las distintas convocatorias electorales.
“Son elecciones diferentes”, dijo, en relación al ámbito estatal y el catalán, “no extrapolables”, y la responsabilidad de Casado debe ser “medida y distante”. No se lo había parecido así al propio Feijóo cuando, tras revalidar su mayoría absoluta por cuarta ocasión, presumió de haber remontado 17 puntos desde su derrota en las generales de noviembre de 2019 frente a la izquierda de socialistas y BNG.
La cita electoral gallega había sido convocada unilateralmente por Feijóo tras haber retrasado la inicialmente prevista debido al coronavirus y haber prometido tener en cuenta la opinión de los demás partidos gallegos. Esta circunstancia también sobrevoló Catalunya y al barón gallego del PP le ofreció un motivo más de explicación de los malos resultados de la formación. “No se pudo votar con normalidad, no se pudo votar sin ningún riesgo sanitario”, afirmó. Y alertó contra el futuro Govern, que dio por descontado será independentista y ejercerá su influencia sobre el Ejecutivo central.
“Felicitó al PSC por su resultado, pero debe mostrar su constitucionalismo”, se extendió, “y decidir si va a seguir coqueteando con Esquerra. O si el Gobierno central va a depender del visto bueno de la Generalitat. No solo de Sánchez e Iglesias, sino también de Junqueras”. El ejemplo, señaló entonces, es Galicia, donde a su juicio “no hay una situación de ruptura” y no existen “determinados partidos que en el Parlament de Catalunya tienen notable presencia”, en referencia a Vox. La ultraderecha superó al PP catalán y se acanzó, con 11 escaños de 135, la cuarta posición electoral.
Galicia: un Parlamento con una sola derecha
El de Galicia es el único parlamento autónomo sin presencia de más derechas que el Partido Popular. Y uno de los pocos, junto a Navarra, Canarias, Extremadura, La Rioja y Castilla-La Mancha, sin Vox. Así es desde que en 1993 Fraga Iribarne acabo de engullir los restos electorales de Coalición Galega, una formación nacionalista inclinada hacia el conservadurismo. De ella formó parte el catedrático de Ciencias Políticas Xosé Luís Barreiro Rivas, quien explica la simplificación del mapa político a ese lado del espectro en base a la sólida estructura organizativa del PP y a que “como sociedad, Galicia es reservada frente a contraposiciones muy acusadas”. Se refiere a que Vox no ha conseguido representación en ninguna institución gallega: ni municipal, ni provincial, ni autonómica, ni en las circunscripciones estatales.
Tampoco antes Ciudadanos había conseguido penetrar en la comunidad. Apenas unos cuantos concejales, sobre todo en áreas urbanas, un diputado al Congreso por A Coruña en la brevísima legislatura 2015-2016 y dos en la no menos breve de 2019 conforman todo su botín electoral. Todavía la semana pasada, la organización se despertaba con la noticia de que varios de sus ediles en la provincia de Ourense abandonaban el partido. “Solo circunstancias atmosféricas especiales”, considera el analista Antón Baamonde, las otras derechas consiguen penetrar en Galicia, “pero decir que no arraigan es arriesgado”. En noviembre de 2019, elecciones generales, los sufragios de Vox y Ciudadanos sumaron un 11%. Para acceder a un escaño en O Hórreo, sede del Parlamento de Galicia, se necesita un mínimo del 5% de voto, fruto de una discutida reforma electoral aprobada por Fraga.
Vox echó el resto en los comicios gallegos del pasado mes de julio, en plena pandemia de coronavirus. Su propaganda electoral tiró de sensiblería y cierta adaptación al terreno: un anuncio protagonizado por la abuela gallega de Santiago Abascal, a la que se refiere como “abueliña”. Pero es precisamente en el ámbito autonómico en el que el PP se muestra más inexpugnable, el único donde se puede sostener que es aún hegemónico en Galicia. Los 26.000 votos, un 2%, de la ultraderecha la dejaron lejos de obtener asiento en la Cámara. El lábil Alberto Núñez Feijóo volvía a aparecer como la alternativa moderantista dentro del PP. Y eso que estuvo en Colón, repite una afirmación ideológicamente cargada e históricamente discutible como que “España es la nación más antigua del mundo” y no tiene reparos en arrimar su discurso al de Vox si con ello recoge alguna clase de réditos.