“Ayer, a las seis de la tarde, fueron pasados por las armas el ex gobernador civil de esta provincia don Ramón García Núñez, el ex director del Hospital de Santa María don Rafael Vega Barrera, el practicante del mismo don Perfecto Abelairas, don José Ramos y don Ángel Pérez López, en virtud de sentencia contra ellos dictada por el Consejo de Guerra celebrado la semana pasada. La ejecución se llevó a cabo a inmediaciones del cementerio. Todos se confesaron y recibieron fervorosamente la comunición, a excepción del último”.
Hace este sábado 80 años, el 22 de octubre de 1936, el periódico El Progreso de Lugo incluía esta breve nota en su primera página, rodeada de piezas laudatorias sobre los golpistas ya liderazgos por Francisco Franco y duros ataques contra lo que quedaba del Gobierno de la II República. Entre los asesinatos de aquella jornada estaba el prestigioso cirujano Rafael de Vega, muy querido en la ciudad, cuya muerte fue empleada por los franquistas como ejemplo y advertencia de lo que estaba por venir. En el octogésimo aniversario de su fusilamiento el Ayuntamiento y diversas entidades lucenses, además de su familia, acaban de rendirle homenaje.
De Vega había nacido en un pueblo de Burgos en 1889 pero con apenas 27 años se trasladó a Lugo, tras ganar en oposición la plaza de director cirujano del hospital municipal lucense. Al llegar, como recuerda su familia, “se indignó” al conocer la situación del centro sanitario, que realmente no era más que unas precarias dependencias de lo que aún hoy es el convento de las monjas Agustinas, en la plaza de Santo Domingo. “Los pobres y desposeídos tienen derecho a la asistencia médica, porque el derecho a la salud es de todas las personas y ellos lo necesitan más”, resumió su impresión quien en 1930 fue el encargado de inaugurar, como director y también como cirujano de prestigio, el nuevo Hospital de Santa María, donde los enfermos “de beneficencia” recibían tratamiento semejante a los que tenían la posibilidad de pagar.
La fama del doctor De Vega creció por sus éxitos médicos, pero también por su actividad social y política. Fue así especialmente a partir de 1930, cuando se acercó al Partido Radical y, a continuación, llegó a presidir el Comité Republicano de la ciudad. En las municipales del 12 de abril de 1931 Lugo fue una de las pocas ciudades con victoria monárquica -en el resultado tuvo gran peso la figura del alcalde, Ángel López Pérez, muy querido y respetado-. No obstante, dos días después también se proclamó allí la república. El encargado de proclamar la llegada del régimen republicano desde el balcón del ayuntamiento, izar la bandera de la II República y cubrir la corona real con la bandera gallega fue el propio Rafael de Vega. En las elecciones constituyentes, dos meses después, fue elegido diputado.
Su significación política, a pesar de no estar encuadrado en la izquierda, fue lo que lo llevó a intentar colaborar con la resistencia al golpe en julio de 1936, ayudando en este cometido al alcalde de la ciudad, Francisco Lamas, también médico de profesión, y al gobernador civil, Ramón García Núñez, de Izquierda Republicana. Estas figuras singulares de la izquierda y el republicanismo fueron los primeros objetivos de los grupos de falangistas que extendieron el terror por la ciudad de la Muralla tras el golpe. El doctor De Vega fue detenido a los pocos días y recluido en la cárcel de Lugo, donde estuvo algo más de tres meses recibiendo frecuentes humillaciones y maltratos. No obstante, mientras estuvo en prisión tuvo también que ejercer la medicina: concretamente, para operar a un militar que se había disparado accidentalmente. Aquella fue la última oportunidad que tuvo para escapar, pero no lo hizo porque, razonó, sería admitir una culpabilidad que no existía.
Las cartas remitidas a su esposa e hijos hasta pocos días antes de su muerte son los últimos testimonios de un proceso que fue revestido de legalidad, sin demasiado esfuerzo, por una sentencia dictada el 14 de octubre. De Vega, junto al alcalde, el gobernador civil y otras cinco personas fueron considerados culpables de un delito de “traición”, habitualmente aplicado a militares -ninguno de ellos lo era- por colaborar con el “movimiento nacional y antipatriótico por que estamos pasando, engendrado por ese conglomerado que se denominó Frente Popular”. A Rafael de Vega le acusaban, además, de ser “considerado persona de ideas avanzadas y revolucionarias con gran influencia entre las masas”, decía la sentencia, con abundantes errores ortográficos y gramaticales. Los asesinatos fueron perpetrados contra los muros del cementerio de la ciudad, en la parcela donde actualmente se encuentra el Gran Hotel Lugo, lugar especialmente visible y, por lo tanto, propicio para aterrorizar al conjunto de la población.
Homenaje 80 años después
La sentencia con la que se justificó el fusilamiento de Rafael de Vega fue leída de nuevo este viernes ante el busto que lo recuerda, en la calle de Lugo que lleva su nombre. Ayuntamiento y Diputación, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, todas las formaciones políticas con representación municipal y miembros de la familia del homenajeado se reunieron para evocar, en palabras de la alcaldesa, Lara Méndez, “uno de los días en los que se escribió una de las páginas más negras de la ciudad de Lugo”. Hace escasos años diversas entidades habían reclamado que el nuevo hospital de la ciudad llevara el nombre de Rafael de Vega, pero la Xunta lo rechazó y escogió Lucus Augusti, nombre romano de la ciudad, mientras que el nombre del doctor De Vega se otorgó a un bloque del complejo sanitario.
“Rendir homenaje a las víctimas del franquismo es rendir homenaje a la democracia”, dice la regidora, quien subraya que las instituciones públicas actuales deben ser “responsables de que no caigan en el olvido” las personas represaliadas por la dictadura. “No hay país que haya sufrido regímenes fascistas que no haya construído su democracia sobre la visión sosegada, pero radicalmente crítica, con la dictadura que la precedió”, subrayó Méndez antes de la intervención del nieto del homenajeado, Rafael Pérez de Vega, quien recordó el papel de su abuelo en la defensa de la democracia.