“La situación más lógica, más normal y más sensata es la que se hace en todos los países europeos, que es que gobiernan los partidos moderados, los que coinciden en los temas fundamentales”. Este planteamiento, con pequeñas variaciones y énfasis en un supuesto carácter poco democrático de los gobiernos no encabezados por la fuerza más votada, fue la repetida durante meses por Mariano Rajoy y otros líderes del PP para insistir en la formación en España de un Gobierno de “gran coalición” entre el partido conservador y el PSOE. Las llamadas a la unidad con los socialistas solían obviar, a veces, y enviar al cajón de los pactos “radicales”, en otras ocasiones, la alianza gracias a la cual el Partido Socialista gobierna Portugal desde hace un año, la misma a la que están acompañando los resultados económicos y sociales, pero también las expectativas electorales. Tras doce meses de desdén, sin embargo, el gabinete de Rajoy acaba de condecorar a las principales autoridades de ese gobierno, liderado por la segunda fuerza en votos y apoyado por la izquierda parlamentaria.
El Consejo de Ministros del pasado viernes, a tres días del inicio de la visita de Estado que los reyes de España realizan a Oporto y Lisboa desde este lunes, aprobó hasta quince condecoraciones a representantes del Gobierno, de la Presidencia y de las principales insitucións parlamentarias portuguesas. Así, por ejemplo, le concedió la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III al primer ministro, António Costa, al presidente de la Assembleia da República, Eduardo Ferro, al ministro de Asuntos Exteriores, Augusto Santos, y al embajador portugués en España, Francisco Ribeiro. Además de los altos cargos socialistas también fue condecorado el presidente de la república, Marcelo Rebelo de Sousa (PSD), en su caso con el Collar de la Orden de Isabel la Católica, y una decena de autoridades más recibieron otras distinciones, entre ellas los alcaldes lisboeta y portuense.
Estas distinciones simbólicas y la propia visita del jefe del Estado llegan año y medio después de la XXVIII Cimeira Ibérica, celebrada en Baiona cuando Portugal todavía estaba gobernada por la derecha, con Pedro Passos Coelho al frente. En aquella cumbre las grandes materias pendientes entre Portugal y los territorios fronterizos y, concretamente, con Galicia, no estuvieron sobre la mesa. No en vano, más allá de declaraciones genéricas sobre “seguir en la senda de las reformas”, el mayor acuerdo firmado en aquella jornada había sido un protocolo menor de colaboración de las fuerzas armadas españolas y portuguesas.
Frente a las declaraciones grandilocuentes o genéricas las entidades que trabajan habitualmente en las relaciones con Portugal, como la Red Ibérica de Entidades Transfronterizas y el Eixo Atlántico de Cidades de Galicia e o Norte de Portugal, han venido señalando cuáles deben ser las prioridades de este tipo de encuentros y advirtiendo de las tareas pendientes tanto a la Xunta como al Gobierno central. Se trata de asuntos cotidianos como la solución de problemas en el roaming de la telefonía móvil, la estabilización de las fórmulas para el pago de los peajes en las autopistas, los servicios sanitarios y la homologación de los estudios en las escuelas municipales de música en las Eurocidades como Verín-Chaves o Valença-Tui o los transportes transfronterizos. En este ámbito figura también la conexión ferroviaria Vigo-Oporto, que volvió a estar de actualidad tras el accidente de O Porriño del pasado septiembre.
Estos asuntos siguen pendientes mientras, por parte de la Xunta, la Eurorrexión Galicia-Norte de Portugal, que había cogido especial impulso en los años de Manuel Fraga en la Presidencia, va perdiendo paulatinamente protagonismo frente a la denominada Macrorrexión, ampliada al gobierno autonómico de Castilla y León. Sin embargo, el anterior presidente de la República portuguesa le otorgó a Feijóo la segunda más alta condecoración del país, la Grã-Cruz da Ordem do Infante D. Henrique. Alberto Núñez Feijóo no acudió entonces a recoger la condecoración, que le fue entregada el pasado día 18 por el embajador portugués, condecorado ahora por Rajoy. Entre los motivos que, según la Xunta, motivaron esta distinción está el “aprovechamiento de la lengua portuguesa y vínculos con la lusofonía” a partir de la Lei Paz Andrade, la iniciativa legislativa popular aprobada en el Parlamento de Galicia en 2013.