Entre el cinco y el seis de enero, la detección de nuevos casos de coronavirus en Galicia dio un salto: pasó de 352 a 678. Tres días después, el Servizo Galego de Saúde (Sergas) registraba el récord de contagios de toda la epidemia: 914. La marca no duró. El miércoles y el jueves se superaba, por primera vez, el millar. La tercera ola, según asesores clínicos y gobernantes de diversa ideología derivada de la relajación de las restricciones a causa de la Navidad, es ya una realidad. Pero cuesta encontrar entre los responsables políticos un asomo de autocrítica por lo sucedido. El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, lleva toda la semana excusándose. Estos son algunos de sus argumentos.
Nadie escucha
Feijóo insiste en que él advirtió “de forma continuada y constante” al Gobierno que permitir encuentros navideños de diez personas “era un error”. “Creíamos que solo debíamos permitir unidades convivenciales”, expuso este jueves al término de la última reunión semanal de su gabinete, pero que nadie escuchó. En realidad, cuando el Ejecutivo de Pedro Sánchez propuso limitarlas a seis comensales, el presidente gallego pidió que los niños no contasen. Después de varios vaivenes, moduló su posición y publicó en el Diario Oficial de Galicia la norma finalmente aplicada: dos unidades familiares con un máximo de seis adultos y cuatro menores de diez años. En vísperas de las celebraciones de Navidad, la Xunta abrió los perímetros de las 60 municipios que permanecían cerrados. Al pasar las fiestas, Feijóo adujo que “hubiera sido mejor no hacer ninguna aproximación familiar”.
El Gobierno central obliga
La última versión del presidente gallego, ofrecida este jueves, defiende que la Xunta “tuvo que aceptar” que las reuniones fueran de “diez allegados”. “Mostramos de forma reiterada nuestra repulsa” a la idea de “allegado”, dijo. Al final, añadió, se vio obligado a ceder e incluirlo en la norma autonómica al “carecer de competencias para limitar una orden que afectaba a todo el Estado”. La hemeroteca lo contradice: el Consejo Interterritorial del 16 de diciembre pactó la posibilidad de que las comunidades autónomas restringiesen más los encuentros. Y el Decreto 222/2020 del 22 de diciembre por el que la Xunta reguló la Navidad del coronavirus los reducía a un máximo de dos unidades familiares y un total de seis adultos y cuatro menores de diez años, sin mención a los allegados.
Más policía
Con las cifras de una epidemia en la que ya han fallecido 1.480 personas en máximos -10.215 casos activos a 14 de enero y tendencia al alza-, Feijóo insiste ahora en que “le falta fuerza” para hacer cumplir las normas que su propio gobierno dicta. “Necesitamos que nos ayuden a vigilar las normas, nosotros no tenemos fuerza”, afirmó el jueves. Un día antes, al anunciar la intensificación de las medidas con las que la Xunta pretende frenar la tercera ola, se “lamentó” de no tener “capacidad para prohibir”. “No tenemos fuerzas policiales de la comunidad autónoma” y la Policía Nacional y la Guardia Civil están ya demasiado atareadas. El Gobierno gallego cuenta con un pequeño cuerpo de agentes adscritos, pero el PP siempre ha rechazado crear una policía autonómica, posibilidad que recoge el Estatuto.
Turismo sin perímetro
El aumento de interacciones sociales ocurrido en Navidad, cuando la Xunta levantó los cierres perimetrales que mantenía en 60 ayuntamientos en Nochebuena, Fin de Año y Reyes “para visitar familiares”, fue aprovechado por la gente para hacer turismo. Eso fue al menos lo que explicó este jueves el presidente gallego, apoyado en una información de La Voz de Galicia. “Hoy leía en un periódico que la movilidad entre la gente de A Coruña y A Fonsagrada (Lugo) o Becerreá (Lugo), no recuerdo bien, fue exponencial”, teorizó, laxitud geográfica incluida (O Cebreiro pertenece al municipio de Pedrafita do Cebreiro): “Lógicamente parece ser que la gente iba a visitar O Cebreiro y determinados lugares hermosísimos de aquella zona. Es evidente que no toda la gente de A Coruña tiene familiares en ese lugar”.
Los jóvenes y el botellón
Fue el conselleiro de Sanidade, Julio García Comesaña, quien en su primera comparecencia post navideña el 8 de enero, antes de los tres récords consecutivos de nuevos contagios, señaló “las fiestas y botellones” como una de las razones del aumento del virus. No ofreció datos concretos, pero sí llamó al “autoconfinamiento” de la población. Feijóo descartó, sin embargo, “el confinamiento de la totalidad de la comunidad”. “Nos parece excesivo, aunque estamos francamente preocupados por esta tercera ola”, dijo el jueves. El caso es que los botellones ya habían formado antes parte del discurso político sobre el COVID: Xunta y Concello de Santiago habían apuntado hacia “fiestas en pisos, fiestas ilegales y botellones” de los estudiantes y jóvenes como causa del aumento de casos en la capital gallega en octubre. Un cribado en las universidades desmontó la tesis.
Los demás están peor, incluso Alemania
Feijóo acostumbra a acompañar su presentación de los datos de la epidemia en Galicia en comparación con la media estatal o las demás autonomías. Pese a la “progresión ascedente” de los contagios -el miércoles consideró que el pico de esta tercera ola ocurrirá a finales de este mes o comienzos de febrero-, el índice de incidencia del virus en la comunidad es “menos malo”: a 14 días, 214 casos por 100.000 habitantes, cuando en el Estado es de 270; a siete días, 340 por 100.000 y en el Estado, 492. Este jueves defendió las “medidas drásticas y duras” adoptadas por la Xunta esta semana en contraste con otros países al norte de los Pirineos: “Hay otros lugares como Alemania que fueron muy estrictos y sin embargo tienen que seguir siendo estrictos. Otros lugares como Francia o Reino Unido que también fueron estrictos y sin embargo están teniendo muchos problemas”.
La responsabilidad es de todos
El conselleiro de Sanidade admitió en una entrevista en elDiario.es la “responsabilidad” por no haber decretado “medidas más estrictas en Navidad”. Su presidente prefirió remitirse a “los ciudadanos”: “Sabían muy bien cuales eran las reglas y si todo el mundo hubiese cumplido, hoy habría menos contagios”. Este jueves ahondó en la idea, con algún matiz: “Las normas eran cumplibles. Evidentemente dependían de la voluntad de cada uno de nosotros y evidentemente esta responsabilidad es colectiva, de las administraciones públicas y del conjunto de la sociedad. Yo asumo lo que me corresponda”. No aclaró lo qué.