En noviembre se cumplirán 20 años del hundimiento del Prestige, tras días de decisiones errantes, y de la marea negra que cubrió las costas gallegas como consecuencia. Dos décadas después, el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, admite que “se cometieron errores” en la gestión por parte de la Xunta, encabezada entonces por el líder del PP Manuel Fraga. “De lo que se hiciera mal en aquella época aprendimos todos”, manifestó.
Rueda se remitió a los resultados del juicio por la catástrofe ambiental que desencadenó el naufragio del petrolero y se jactó de la reacción de las administraciones gobernadas entonces por el partido al que pertenece -el jefe del Ejecutivo español era José María Aznar- en cuanto a las ayudas y compensaciones: “Creo que aquí se hicieron las cosas muy bien”.
La respuesta en forma de inversiones para compensar los daños sufridos por el desastre llegó dos meses después de que el chapapote empezase a impregnar la costa. En enero de 2003 se presentó el denominado Plan Galicia, un documento que reunía obras ya planteadas y aumentaba la financiación o concretaba plazos para varias de ellas. Dos décadas después, varias de esas infraestructuras han quedado en un cajón y entre las que sí se han ejecutado, no todas han corrido la misma suerte.
El parador de Muxía, una de las localidades en las que se tomó medida al desastre, abrió en el verano de 2020; el AVE entre Galicia y la Meseta no quedó completo -el servicio como tal llega a Ourense- hasta diciembre del año pasado, tras años de retrasos; y el puerto exterior de A Coruña se ha convertido en un proyecto ruinoso, con deudas y sin conexión por tren. Otras promesas, como la de construir una conexión ferroviaria de alta velocidad en la cornisa cantábrica, desde Ferrol hasta Bilbao, han quedado descartadas.