Alfonso Rueda había prometido “galleguizar” la campaña electoral pero en realidad no. Al mismo tiempo que presentaba Galicia como territorio ajeno al ruido y la furia de la política madrileña, “isla de estabilidad” repetía, importaba sin pudor alguno las consignas de la derecha y la ultraderecha contra el Gobierno de Pedro Sánchez. La marea de pellets y su discutida gestión le cambiaron el paso y le obligaron, la semana pasada, a lo que no quería, hablar de la comunidad que preside desde hace poco más de año y medio y defender su trabajo. Ahora intenta regresar a la estrategia inicial, aquella plegada a los intereses de Feijóo en Madrid y que busca presentar el 18F como un nuevo plebiscito contra Sánchez. “Sánchez también se presenta en las elecciones”, era el titular que Rueda ofrecía al diario La Razón el domingo 14 de enero. Parece que Sánchez, Sánchez, Sánchez ha sustituido al otrora lema del PP gallego, Galicia, Galicia, Galicia.
El sucesor de Alberto Núñez Feijóo en la presidencia de la Xunta de Galicia insistía en la idea que ya había deslizado en otros periódicos afines antes de que los microplásticos llegasen a las playas gallegas. “Mi gran rival en las urnas no es el BNG ni el PSdeG, es Pedro Sánchez, lo tengo clarísimo”, había dicho a El Confidencial el 7 de enero. La anunciada galleguización del debate político chocaba contra los intereses de su partido a nivel estatal y, en realidad, contra sus propios intereses. En el cargo desde hace poco más de año y medio, los logros llamativos de gestión no abundan. Rueda ni siquiera explicó convincentemente las razones del adelanto electoral -la legislatura se agotaba en julio, los comicios serán en febrero, cinco meses antes- ni por qué esta vez, la primera en varias convocatorias, las elecciones gallegas no coincidirán con las vascas.
Con lo que sí coincide esta circunstancia es con las necesidades de Feijóo en Madrid. Tras el shock de su derrota en la investidura, el popular procura una victoria electoral sobre la izquierda que disipe habladurías internas y estabilice su posición en el PP. Cree que su territorio de origen, donde casi todos los sondeos auguran que la derecha bajará pero retendrá la mayoría absoluta, se la puede ofrecer. No así Euskadi, donde los populares son electoralmente residuales. Alfonso Rueda ha asegurado que él solo preguntó opinión en Génova cuando ya había tomado la decisión de adelantar, pero se esfuerza por ceñir su discurso de precampaña a los argumentarios madrileños. Las declaraciones de Feijóo sobre el 18F lo refrendan. “Los gallegos van a ser los primeros que tengan la oportunidad de manifestarse sobre si lo que ocurre en España les gusta o no les gusta”, afirmó este el lunes 15 de enero.
La utraderecha en 2009
Atrás queda la imagen de supuesto barón autonomista que, al llegar cada campaña electoral, se envolvía en la bandera gallega. “Galicia, Galicia, Galicia”, llegó a utilizar como lema electoral. En realidad todo era una calculada operación de comunicación política. Núñez Feijóo fue el hombre enviado por Madrid ante la decadencia de Fraga Iribarne y su derrota en 2005 para cortar el paso al sector autóctono del PP, los de la boina, según la prensa de la época. En la sucia campaña de 2009 que desembocó, contra pronóstico, en la primera de sus cuatro mayorías absolutas, Feijóo no dudó en romper unilateralmente algunos de los consensos más asentados en la política gallega del posfranquismo. El relativo a la enseñanza de la lengua gallega, cuyos avances pactados durante la era Fraga entre BNG, PSdeG y el propio PP, lo atacó y revirtió al llegar al Gobierno. Su entonces número 2, Alfonso Rueda, se dejó ver en manifestaciones de la asociación contraria al gallego Galicia Bilingüe, que además avanzó temas y líneas discursivas hoy habituales en la ultraderecha.
Una de las consecuencias del largo reinado de Feijóo en la derecha gallega fue, precisamente, su pérdida de autonomía. Sus sucesivos gabinetes se desentendieron del autogobierno -pasaron años sin lograr ni una sola nueva competencia- y, ya con Rueda al mando, incluso votó en contra de una moción en la Cámara autonómica para apoyar el uso de las lenguas cooficiales en el Congreso. “Es una cesión a Puigdemont”, dijo Rueda. Un histórico de los populares gallegos como Xesús Palmou se mostró en desacuerdo. “Yo hubiera votado a favor”, declaró a elDiario.es. “Desde el punto de vista discursivo, político o ideológico, el PP de Galicia ya no existe”, sostenía en la misma pieza periodística el ensayista y colaborador de este periódico Antón Baamonde.
La batalla de los memes
Alfonso Rueda, en todo caso, no se ha apartado el rumbo político trazado por Feijóo. Compensa una desdibujada acción de gobierno con el comentarismo constante a lo que hacen o dejan de hacer otras administraciónes. Y en momentos de crisis -en su día la del coronavirus, ahora la de los pellets-, opta por desviar responsabilidades, hacia abajo -los ayuntamientos- y hacia arriba -el Ejecutivo central desde que es una coalición de izquierdas. La precampaña del 18F no ha hecho más que ratificarlo. Los memes que difunde la cuenta en X, antigua Twitter, del PP gallego se regodean en Puigdemont y Pedro Sánchez. Alguno de ellos ha sido reconvenido por la Junta Electoral. Y todavía este jueves el único vídeo de la rueda de prensa posterior a la reunión semanal de su gabinete colgado en el perfil del propio Rueda era un corte referente a la ley de amnistía y el independentismo catalán. Según el último estudio del CIS, esto es la principal preocupación de un 0,6% de los ciudadanos del Estado.
Todo sucede mientras los pellets llegaban a la costa gallega y Rueda intentaba primero minimizar el problema, después alegar un desconocimiento que no era tal y después cargar las tintas contra el Gobierno central. Su gestión y la de sus conselleiros de Medio Ambiente y Mar fue discutida e incluso provocó la convocatoria de una manifestación en Santiago de Compostela el 21 de enero. Para Rueda, solo responde “al interés electoral de seguir levantando bulos”. Como los que a su juicio difunde una red de bots y perfiles falsos vinculada a la oposición y que opera desde Rusia, China o Filipinas, según denunció sin ninguna prueba su partido. La otra gran promesa electoral del PP hasta ahora conocida, la matrícula gratis en la universidad pública, ni siquiera es original. La propusieron en diversas ocasiones BNG y Partido Socialista. Cuando la llevaron al pleno del Parlamento, los populares votaron en contra.