El personal sanitario y administrativo de los centros de salud afronta la quinta ola de la pandemia de coronavirus sin coberturas vacacionales, con bajas por depresión y con la moral por los suelos tras casi año y medio de trabajo incesante. La Consellería de Sanidade admite el desastre. A preguntas de este periódico, responde que ocho de cada diez gallegos esperan de media cuatro días para recibir una consulta telemática en atención primaria. El propio presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, reconocía los graves déficits de la sanidad gallega este viernes tras la conferencia de presidentes autonómicos: “No tenemos médicos de familia, no tenemos pediatras, no podemos cubrir vacaciones ni bajas. Tenemos enormes dificultades para atender a las personas en el mismo día en que piden cita en su centro de salud”. “Vivimos en una trinchera”, apuntan los profesionales.
Extenuación y desánimo. Esas son las palabras comunes que se repiten a lo largo de los 15 testimonios de personal sanitario de Atención Primaria de Galicia que ha recogido elDiario.es para este reportaje. Desgastados tras 16 meses de pandemia, los trabajadores y trabajadoras del Servizo Galego de Saúde (Sergas) hacen frente a la quinta ola de coronavirus con los recursos humanos diezmados por los permisos vacacionales y con el ánimo bajo por la incesante carga de trabajo.
“No solo es que tengamos menos personal por las vacaciones, es que cada vez tenemos más pacientes que atender”, explica Alba Pons, médica residente en el Centro de Saúde de Vilanova de Arousa (Pontevedra) -pequeña localidad costera- y miembro de la junta directiva de la Asociación Galega de Medicina Familiar e Comunitaria (AGAMFEC). Al igual que sus compañeros, Alba reconoce que están al límite de sus capacidades profesionales y personales. “En general, todos empezamos la jornada con la agenda llena de pacientes telefónicos y presenciales. Unos 40. Después, a lo largo del día, se van sumando todas las urgencias del centro de salud y las consultas forzadas. El récord aquí ha sido de 60 pacientes para un solo facultativo. Ni doblando turnos conseguimos sacar adelante todo el trabajo”, añade la doctora Pons.
“Tengo pacientes que son enfermos crónicos y a los que llevo sin ver presencialmente desde antes de la pandemia. No tenemos recursos para hacerles el seguimiento adecuado. Ya se está empezando a notar en la tasa de mortalidad y en la mala evolución de algunos enfermos. Además, en otros centros ni siquiera pueden pedir cita porque las agendas están colapsadas”, explica la vocal de AGAMFEC. Tres llamadas, un correo electrónico y tres días después, la Consellería de Sanidade, dirigida por Julio García Comesaña, ha aclarado a este diario que el tiempo medio de espera para recibir una cita telemática o presencial en un centro de salud es de cuatro días. Estos datos, de por sí preocupantes, contrastan con los testimonios recogidos entre pacientes y médicos, quienes hablan de hasta 10 días para recibir atención telemática y por encima de 15 para la presencial.
Si la Atención Primaria es la puerta de acceso habitual de la ciudadanía al Sergas, la pandemia y la falta de recursos la han convertido en un gran cuello de botella. La carga extra de trabajo derivada de la crisis sanitaria afecta por igual al personal sanitario y al administrativo. Aunque la presión hospitalaria no ha alcanzado niveles de riesgo, debido sobre todo al avance de la vacunación, el aumento desbocado de contagios del último mes ha traído consecuencias severas en los centros de salud. Sumado a su trabajo habitual, los médicos de familia deben hacer ahora un seguimiento de sus pacientes positivos en COVID y, además, gestionar la avalancha de bajas médicas de nuevos positivos y de todos sus contactos estrechos.
Aunque el gobierno presidido por Alberto Núñez Feijóo habilitó en mayo de 2020 el Central de Seguimiento de Contagios para rastrear posibles positivos y contactos estrechos, desde el Colegio de Médicos de Ourense creen que su capacidad es limitada. “Actualmente, los retrasos en la comunicación de los rastreadores con los pacientes están en torno a cinco días. Este es uno de los factores que está generando una saturación en los centros de Atención Primaria. Los ciudadanos se sienten desprotegidos y, lógicamente, acuden a su médico de cabecera”, explica Pilar Garzón, vicepresidenta del Colegio. Pilar explica la frustración que siente al ver a compañeros llorando al acabar sus turnos y afirma que la escasez de personal sanitario viene de largo: “Las plantillas están mermadas desde mucho antes de la pandemia. Vivimos en unos servicios mínimos permanentes”. Prueba de ello es que en sus más de 20 años de trayectoria profesional, Pilar nunca ha podido secundar una huelga.
Déficit de personal y precariedad laboral
En el año 2013, los colegios oficiales de enfermería de Galicia se unieron para elaborar un informe que pretendía anticiparse a la situación de falta de personal que se vive hoy en los centros de salud. “Después de casi 40 años desde que se creó la Atención Primaria, era sencillo deducir que aquella generación de sanitarios comenzaría a jubilarse ahora”, lamenta Lourdes Bermello, presidenta del Colexio de Enfermería de Lugo. “Ahora nos encontramos con que las plazas de jubilados no se reponen y a eso hay que sumarle las bajas por depresión y agotamiento que han aflorado durante la pandemia”, añade Lourdes.
Colegios, sindicatos y profesionales concuerdan con el presidente de la Xunta en que ni siquiera hay sanitarios disponibles para acceder a trabajar al Servizo Galego de Saúde. Desde el sindicato CIG, mayoritario en el sector sanitario gallego, plantean las posibles causas de esta carencia: “Desde 2009 asistimos a una precarización absoluta de las condiciones laborales en Atención Primaria. Los contratos eventuales y la situación en los centros de salud reducen a la mínima expresión el atractivo laboral para los estudiantes. En mi área sanitaria, de 26 residentes tan solo se han quedado dos o tres a trabajar”, explica Manuel Moreira, delegado comarcal de CIG-Saúde para la zona de Vigo. “¿Cómo vamos a fidelizar a los trabajadores si vivimos en una auténtica trinchera de guerra? ¿A quién le va a resultar atractivo esto? Llevamos años reclamando una estructura de gestión para Atención Primaria, que tenga capacidad de gestión de recursos humanos y con presupuesto propio”, concluye. La Consellería de Sanidade no ha querido comentar para esta pieza la evolución del número de médicos de Atención Primaria en los últimos años, ni tampoco su estrategia para suplir los permisos vacacionales del personal sanitario.
Pero fuera de la consulta también hay carencias y desgaste. El personal de administración se ha convertido en el rompeolas del enfado y la frustración de la ciudadanía. Ahora, no solo tienen que gestionar el aumento de llamadas y las peticiones del certificado de vacunación, sino que también son la cara visible de un sistema sanitario saturado. Carmen es una de esas caras. Es administrativa en un centro de salud del área sanitaria de Santiago e insiste en que quiere mantener su anonimato por miedo a represalias por parte de sus superiores.
“A esta empresa no le gusta que se hagan públicas sus deficiencias. Entre mis compañeros ya ha habido varios ataques de ansiedad durante la jornada laboral. Hay varias bajas por depresión en todo el centro y por lo menos tres administrativos tomamos pastillas para sobrellevarlo”, explica haciendo referencia a los antidepresivos que ella misma tiene recetados desde hace meses. “La gente está muy enfadada con el sistema de salud y lo pagan con nosotros. Hasta hemos tenido que pedir que nos pongan personal de seguridad”, añade Carmen.
Los centros de salud de las ciudades, colapsados
La inmensa cola para entrar en el Centro de Saúde de Coia, en Vigo -uno de los más grandes de Galicia-, sobresale del edificio, recorre todo el aparcamiento y llega hasta la calle principal. Decenas de pacientes esperan de pie y en fila. Algunos se hacen notar molestos y otros están visiblemente cansados. La escena se repite todas las mañanas, día tras día, desde hace un mes. “Todos los teléfonos comunican y en la web del Sergas no hay citas disponibles”, explica Ana Castro, de 29 años. Ana decidió acudir en persona a su centro de salud ante la imposibilidad de concertar una cita por medios telemáticos. Tras más de una hora esperando bajo el sol de julio, consigue atravesar la puerta del edificio. Dentro, el aforo parece difícil de controlar y el ruido de las quejas hacia el personal administrativo impide comunicarse en un tono normal.
Durante el año y en condiciones normales, en este centro de Atención Primaria trabajan 25 médicos. A día de hoy, entre permisos vacacionales y bajas, solo atienden 13: poco más de la mitad. Aunque las citas telemáticas se implantaron para evitar las aglomeraciones en los centros de salud, en la situación actual donde el 70% de los gallegos ya está inmunizado, el teléfono se ha vuelto en contra de los trabajadores públicos del sistema sanitario. Las principales líneas telefónicas comunican y los pacientes se agolpan en los centros de Atención Primaria para conseguir su consulta.
“En mi centro de salud nos están pidiendo abiertamente que renunciemos a las vacaciones y que sigamos doblando turnos”, explica Pablo Soto, miembro de la plataforma ciudadana Enfermeiras Eventuais en Loita. “Desde arriba dicen que no hay gente y enarbolan la bandera del compañerismo para convencernos”, explica este enfermero del área de Ourense.
Los médicos residentes, reconvertidos en trabajadores
“Parece que al sistema se le olvida que los residentes somos todavía estudiantes. La realidad es que no tenemos ese espacio de reflexión que necesitamos para interiorizar toda la información que nos llega. Siento que el Servizo Galego de Saúde solo nos quiere para sacar trabajo de encima al resto, como mano de obra barata”, explica Alba Pons, la residente en el Centro de Saúde de Vilanova de Arousa cuyo testimonio abre este reportaje. “Nos estamos acomodando en una dinámica en la que el médico solamente confirma el autodiagnóstico del paciente. Eso es gravísimo y, por supuesto, va en detrimento de la calidad asistencial de la sanidad pública”, concluye la también vocal de residentes en la Asociación Galega de Medicina Familiar e Comunitaria.
Ese desgaste de la calidad asistencial también lo notan en las mutuas de trabajo. Santiago Pereira es médico en la Mutua Universal, en Vigo. Gran parte de su trabajo es hacer seguimiento de las bajas laborales que concede el Sergas. Durante la quinta ola asistió a la escena de desatención más grave que ha visto en sus cinco años de carrera profesional: “La consulta era con una paciente que tenía un yeso en una pierna que se había fracturado. Cuando llegó, me explicó que no conseguía hablar con su centro de salud y que solo venía para ver si le podía recetar heparina. Llevaba diez días sin el tratamiento. Es gravísimo. Un día sin tomar ese anticoagulante multiplica el riesgo de que se produzca una trombosis. Podría haber muerto porque nadie coge el teléfono”, termina el doctor Pereira.