La no nominación al Oscar de Greta Gerwig como mejor directora ha levantado ampollas entre los fans de Barbie, que en muchos casos lo achacan a la reacción machista o al menos condescendiente con la que algunas personas han recibido la película por su mensaje, pero también por su tono cómico y desenfadado. La película, eso sí, puede presumir de aspirar hasta a ocho premios y ha obtenido una visibilidad sin parangón, no en vano es la más taquillera dirigida por una mujer a lo largo de la historia.
La propia Gerwig sabe lo que es la verdadera invisibilización. Es ya una costumbre no citar su ópera prima a la hora de repasar su filmografía, Noches y fines de semana (2008). Una pequeña comedia dramática codirigida y coprotagonizada por ella misma y Joe Swanberg, habitual de este tipo de propuestas independientes en las que Gerwig comenzó a forjar su carrera. Sin embargo, más allá de este carácter independiente, hay directoras que han trabajado durante décadas dentro del sistema de estudios sin que tampoco se haya puesto el foco sobre ellas, o al menos no al nivel de muchos de sus compañeros hombres. Esto ha supuesto incluso que sus películas no hayan llegado a salas de países como España.
“Reivindicarlas tiene que ver directamente con la calidad de sus películas”, sentencia Noah Benalal. Forma, junto a Irene Castro, el proyecto Roedor, dedicado a la recuperación de películas que no han gozado de distribución en este país. Su carta de presentación es el ciclo Working Girls: la generación perdida del Nuevo Cine Estadounidense, dentro del cual se exhibirán cuatro películas en Cineteca Madrid durante febrero. Todas ellas dirigidas por cineastas que en principio no trabajan en los márgenes, pero a las que a veces se condenó a ellos.
Cuatro directoras que se introdujeron entre las grietas del sistema de estudios de Hollywood en los años setenta: Claudia Weill, Joyce Chopra, Joan Micklin Silver y Nancy Savoca. Sus carreras se extendieron tanto en circuitos comerciales como independientes en las décadas posteriores al fin del monopolio de los estudios, en un contexto muy particular que les permitió “cultivar filmografías únicas y marcadas, si bien nunca de forma explícita, por la eclosión del feminismo en los sesenta”, según recoge el programa de las sesiones.
El ciclo supone el estreno en España de la reciente restauración de Household Saints (Savoca, 1993) y la de Smooth Talk (Chopra, 1985), a cargo de Lightbox Film Center y Criterion, respectivamente. Estas dos proyecciones tendrán lugar los días 6 y 13 de febrero, mientras que el 7 será el turno de Girlfriends (Weill, 1978) y el día 14 cerrará el programa A Fish in the Bathtub (Micklin Silver, 1998).
Aunque cada cineasta posee un estilo y una mirada particular, Benalal y Castro describen algunos puntos comunes en conversación con Hoy Se Sale: “Muchas de sus películas tontean con géneros como la comedia en los que hombres como Woody Allen fueron muy aplaudidos y muy reivindicados, hasta el punto de convertirse casi en un símbolo. Mientras, ellas estaban haciendo lo mismo incluso de forma más inteligente, más socarrona y más compleja”, explica Benalal.
“Son mujeres que tuvieron una experiencia muy diferente de lo que era trabajar en un sistema de estudios y vivir una época marcada por la resaca desencantada que siguió al idealismo de los sesenta. Para ellas era mucho más duro porque había un patriarcado criminal y estaban en una industria dominada por los hombres. Cuando de adolescente vi Girlfriends flipé con que nadie me hubiera dicho que esa peli existía”.
Un programa surgido de las ñoñerías
El germen de la iniciativa está en Ñoñerías, un ciclo confeccionado en marzo de 2022 por la quinta generación de CineZeta, proyecto que permite a un grupo de jóvenes renovado cada año programar durante varios meses en Cineteca. Las películas que lo integraban pertenecían a “géneros comerciales, destinados a un público masivo, que a menudo se ven desacreditados por haberles sido impuesto el apellido femenino. Películas, en gran medida dirigidas por mujeres, que la crítica y las instituciones olvidan reivindica”. Una de ellas, Chilly Scenes of Winter (1979), estaba dirigida precisamente por Joan Micklin Silver. El descubrimiento y el impacto de esta joya intimista y tierna les impulsó a seguir la pista de estas cineastas.
“El rastreo de la filmografía de Micklin Silver me pareció fascinante”, dice Benalal. “Yo había visto solo Crossing Delancey (1988) y en ese momento me apetecía mucho poner Chilly Scenes of Winter (1979), una comedia romántica más o menos tradicional que tuvo muchas movidas de producción y distribución. Recuerdo que propusimos otras películas de estas directoras que podían haber entrado, aunque el final no fue posible. Una de ellas era Smooth Talk [donde Laura Dern interpreta su primer papel protagonista], que ahora también recuperamos”, expone Irene Castro.
En la órbita de Micklin Silver, la directora incluida en el ciclo que mayor popularidad y éxito comercial alcanzó, se movieron el resto de cineastas. Joyce Chropra era una de sus mejores amigas. Chopra coescribió a su vez un documental sobre su propia maternidad con Claudia Weill, Joyce at 34 (1972). Y Nancy Savoca siempre se declaró fan de Weill, hasta tal punto que decidió hacer películas después de ver Girlfriends. Pero hay muchos otras directoras “de esta era posestudios de Hollywood” con una carrera “repleta de encargos que alternaban con pelis elegidas o escritas por ellas”, nombres que se guardan para “una posible parte dos”.
Clásicos modernos y feministas
Tres de las cuatro películas del ciclo están basadas en material previo, pero no se trata de adaptaciones al uso. “Estas directoras tienen varias películas que parten de libros escritos por amigas o por sus maridos. De este material elegían cosas que les obsesionaban y eran las que desarrollaban. Girlfriends mezcla la experiencia personal de Claudia Weill con un cuento de Katherine Mansfield. El libro Household Saints tenía una conexión biográfica con Nancy Savoca, pese a no estar escrito por ella, porque hablaba de unas raíces italoamericanas que comparte. Smooth Talk está basada en un relato de Joyce Carol Oates, pero a la vez incorpora expresiones y experiencias sacadas de un documental elaborado previamente por Chopra, Girls at 12 (1975). Me gusta mucho como se atraviesan lo que inventan y aquello de lo que se nutren”, detalla Castro.
Un cruce entre la visión propia y la ajena que complejiza lo que tradicionalmente “se vende como cine de mujeres, porque estas no son películas que responden a los conflictos en términos de representación , sino más bien en términos de mirada”. Cita precisamente a Barbie a la hora de contraponer la película de Gerwig, cargada de mensajes explícitos, con “unas películas que juegan con los mecanismos del cine para deconstruir la mirada patriarcal más allá de la etiqueta de la feminidad, repensando lo que verdaderadamente es opresivo”.
Chilly Scenes of Winter ya se basaba en una novela, escrita por Ann Beattie, de la que en su momento algún crítico literario destacó “el mejor protagonista masculino desde El guardián entre el centeno”. “La película extiende esto y reconstruye muy bien el clásico hombre neurótico de las películas de los setenta para mostrártelo desde otra luz”, apostilla Noah Benalal.
Según la corresponsable del ciclo, este detalle ilustra cómo, por mucho que las semejanzas con otras obras contemporáneas son evidentes, “hay algo que conecta estas películas con el momento que vivimos: en la forma de pensar, en la forma de relacionarse o en la forma de quejarse del mundo. Pasa con todas ellas aunque estén hechas en periodos diferentes [entre 1978 y 1998]”.
Working Girls en un mundo de prestigio masculino
El título del ciclo es una referencia a una película dirigida en 1931 Dorothy Azner, directora de referencia en el cine clásico. “Pero es verdad que cuando pensábamos en estas cineastas, y en cómo hacían su vida, otra de las referencias era Melanie Griffith en Working Girl [1988, traducida en España como Armas de mujer]”. Además, como en el caso de Woody Allen, la de Mike Nichols es otra de esas comedias románticas con perspectiva femenina reconocidas por la crítica, los premios y la taquilla mientras otras dirigidas por mujeres con igual o mayor audacia pasaban desapercibidas.
Son mujeres con una experiencia muy diferente de lo que era trabajar en un sistema de estudios y vivir una época desencantada. Para ellas era mucho más duro porque había un patriarcado criminal y estaban en una industria dominada por los hombres
Precisamente para responder a estas deudas históricas, tanto a nivel de paso por salas como de repercusión mediática o artística, echa a andar este Roedor. “Al investigar sobre estas películas me gustó mucho encontrar el proyecto Missing Films, que ha llevado a Estados Unidos la restauración de Household Saints antes de que llegue aquí. Su labor se enfoca en pelis que existen, pero que no han sido atendidas debidamente. Hay un cine que no se ha exhibido en Madrid pero que a nosotras nos parece que tiene o puede tener un público”, relata Irene Castro. “Al final se trata de ver lo que nos apetece ver y compartirlo con la gente. Si de ahí se deriva otro tipo de actividades o conversaciones pues maravilloso, porque no hay nada tan increíble como que la gente escuche a hablar de una pelo que has conseguido poner en el cine”, añade su compañera.
“Los roedores en general tienen estas conductas de acumulación de objetos y cosas encontradas para ellos. A veces para comérselas, otras para construir cosas y otras simplemente por guardárselas”, cuenta Benalal. A Irene Castro le gusta “esta idea de acumular y recopilar películas, aunque de entrada no sepas qué hacer con ellas”. “Nos lo pasamos muy bien haciendo esto”, así que la línea de programación de este ratoncito cinéfilo es “simplemente cosas que creemos que son ilusionantes que se puedan ver”, concluyen entre las dos.