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EXPOSICIÓN
La escultura barroca reclama su color en el Museo del Prado

María Magdalena. Juan de Juni (escultor) y Juan Tomás Celma (policromador),  Museo Nacional de Escultura (Valladolid)

Luis de la Cruz

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Un museo es un lugar para la conservación y la difusión del arte. Resulta extraño, entonces, que parte de sus fondos permanezcan relegados a depósitos donde no pueden ser disfrutadas por el público o estén en espacios donde no se les presta la suficiente atención. En el caso del Museo del Prado, por su característica de gran museo nacional, estamos ante una institución con una capacidad crucial de rescatar del olvido tendencias y obras, aunque también tiene grandes tesoros guardados en zonas de sombra.

La escultura, salvando la gran estatuaria marmolea de querencias clásicas, no acostumbra a ejercer de frontman en las salas de los museos -a menudo es telonera, casi pareciera que decoración-, sobre todo la escultura en madera. El Museo Nacional del Prado ha querido ahora sacar a la luz la escultura en madera policromada con una exposición titulada Darse la mano. Escultura y color en el Siglo de Oro.

Darse la mano reúne un centenar de obras de maestros barrocos que entran en diálogo con otras pinturas y grabados del mismo periodo que se exponen junto a ellas. Algunas de las obras han sido recientemente adquiridas por el museo, otras provienen de prestadores de otras instituciones y también hay fondos de esos relegados hasta ahora de los que hablábamos al principio.

Entre los escultores encontramos a Gaspar Becerra, Alonso Berruguete, Gregorio Fernández, Damián Forment, Juan de Juni, Francisco Salzillo, Juan Martínez Montañés o Luisa Roldán.

El color que ha perdurado en la escultura devocional nos ayuda, vienen a contarnos los responsables de esta exposición comisariada por Manuel Arias -de la casa– a conocer más en profundidad el barroco español. El arte, pues pintores y escultores trabajaban con códigos compartidos; ­ y a una sociedad imbuida de religiosidad en la que la escenografía artística tenía un importante cometido de adoctrinamiento.

El arte policromado entre los siglos XVI y XVIII fue, como ya lo había sido en la antigüedad clásica, una representación imposible de concebir sin color. La madera y, sobre todo, los pigmentos no han sobrevivido siempre al paso de los tiempos y precisan del mimo que esta exposición ahora les provee para volver a ser “una cosa normal”.

INFORMACIÓN DE INTERÉS:

  • Dónde: salas A y B del edificio Jerónimos
  • Cuándo: 19/11/2024 - 2/3/2025
  • Cuánto: 15 euros (entrada general)

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