Antes de 2007, la familia de Ibrahim Soboh ya vivía las consecuencias de un conflicto (el palestino - israelí) que se alarga en el tiempo desde 1948. Lo que no sabía Ibrahim, padre de seis hijos, es que esa fecha marcaría, aún más, su difícil vida en el campo de refugiados de Nusseirat Camp (en Gaza).
Un espacio que no supera los 3.5 km de largo y los 3 km de ancho, que está habitado por más de 85.000 personas, y que se encuentra en un lugar, Gaza, bloqueado por tierra, mar y aire. Las fronteras se abren unos pocos días al año. Y eso implica que ni las personas, ni los productos más básicos, pueden entrar o salir de la franja. Productos tan importantes como los propios alimentos, o como el combustible necesario para iluminar un sitio tan pequeño.
Imaginación para sobrevivir al bloqueo
Hay gente como Ibrahim que sabe hacer de la necesidad virtud, tirando de imaginación y creatividad. Una buena forma – tal vez la única - de seguir con sus vidas. Este palestino de 55 años explica a HojaDeRouter.com las dificultades a las que se enfrenta desde hace siete años, y el remedio que, junto a sus seis hijos, ha ideado para superarlas.
La escasez de combustible es uno de los mayores problemas que padece Gaza. Soboh explica que los suministros que llegan desde los distintos accesos a la franja no son suficientes para cubrir las necesidades de todos los ciudadanos. Precisamente por esto, solo tienen electricidad a veces. Disponen de luz durante ocho horas, por ejemplo, y tienen que prescindir de ella durante otras ocho. En ocasiones la echan de menos las 24 horas del día.
“Sin combustible no podemos activar los generadores”, nos cuenta el refugiado. Solo algunas instalaciones pueden hacer uso de él de forma permanente. Es el caso de los hospitales, que cuentan con carburante suficiente como para practicar operaciones y ofrecer servicios de urgencia, aunque “con dificultad”.
La escasa energía que ilumina Gaza proviene de la única central eléctrica de todo el territorio, situada, curiosamente, en el campo de refugiados donde vive Soboh.
Si algo no puede entrar, se fabrica dentro
Si el combustible no puede entrar en Gaza, ¿por qué no producirlo dentro? Soboh es un buen ejemplo de cómo la tecnología puede mejorar las condiciones de vida en situaciones extremas. Concretamente, una máquina casera y restos de plástico inservibles – y muy contaminantes - son los únicos ingredientes que necesita para fabricar combustible.
Lo hace de una forma muy sencilla, simulando una refinería a muy pequeña escala. Soboh ha construido una planta de metal donde introduce plástico cortado en pequeños trocitos, a una temperatura y presión determinadas, consiguiendo que el material se funda, aislándose del oxígeno y generando gases. Algunos de esos gases, dice, se condensan en los finos y largos tubos que forman el artilugio para luego producir una mezcla de gasolina líquida y diésel, aunque prefiere no explicar la técnica de forma minuciosa. “Es algo secreto, no puede contarse”, alega. Al final de esos tubitos, Soboh coloca recipientes que ayudan a recoger la mezcla, que después almacena en tanques.
La máquina – con una dimensión de 30 metros cuadrados - tiene capacidad para introducir hasta 50 kilos de plástico, suficientes para generar 35 litros de combustible. Por cada kilo y medio de plástico obtiene un litro de la mezcla. También produce parafina, butano, y propano. Por supuesto, afirma, “utilizamos todo, nada se desperdicia”.
¿Por qué plástico y no otro material?
Soboh explica que, mientras “en Occidente obtienen el biodiesel al tratar los restos de la paja del arroz, de los cereales, e incluso de los árboles, en Palestina no hay bosques”, así que tienen que buscar otro recurso. Y, si algo no escasea en Gaza, eso es el plástico. De hecho, la cantidad de estos residuos es muy elevada.
Es por eso que comenzaron a estudiar las propiedades del plástico y sus componentes hasta que llegaron a la conclusión de que podían generar combustible siguiendo el procedimiento adecuado. No era tan difícil. Al fin y al cabo es un compuesto de hidrocarburos, con origen en el propio petróleo.
Evidentemente, para llegar a esta conclusión, Soboh necesitaba unos conocimientos previos, así que, para diseñar el proyecto, decidió pedirle ayuda a un vecino que trabajaba en una refinería de petróleo. La ayuda de este experto, unida a su experiencia profesional en el ámbito científico, la mecánica y la electricidad, le ha permitido poner en práctica su idea.
De momento no es capaz de generar grandes volúmenes de gasolina, pero sí la suficiente para un uso personal y vecinal. “La cantidad de combustible que obtenemos nos viene muy bien para hacer funcionar generadores de electricidad, automóviles y otras máquinas similares”. Asegura que el invento funciona, que lo utiliza diariamente en el hogar y que, incluso, ha logrado arrancar con éxito un coche de la marca Volkswagen, que utiliza diésel, y una motocicleta que funciona con gasolina. Además, ha demostrado que, introduciendo su mezcla en un pequeño generador, es capaz de iluminar bombillas de alta intensidad.
Por si fuera poco, Ibrahim Soboh defiende que su invento podría hacer frente al problema global de la contaminación, en parte causada por los plásticos “de las botellas de agua y zumo” que no se biodegradan. Hasta el momento solo podían reutilizarse, fabricando hilos de poliéster para hacer ropa, alfombras, moquetas… Ahora también sirven para producir combustible.
Por otro lado, asegura que la mezcla obtenida es de gran calidad. “El nivel de octano en la gasolina es muy alto. Es un material puro, excelente y amigo del medio ambiente, puesto que no emite radiaciones que puedan dañarlo en absoluto”, explica. Y afirma que ha obtenido un certificado de calidad medioambiental (sin especificar) que avala el mecanismo.
Un futuro esperanzador
Hace un año, Soboh conseguía el material gracias a un amigo que trabajaba recogiendo plástico. Desde entonces, ha suscrito acuerdos con instituciones de reciclado y desarrollo promovidas por Alemania y por el Banco Mundial desde los ayuntamientos de la zona, que también ponen su granito de arena. Todo ello gracias a la ayuda de las ONG que operan en el territorio. “Son ellos los que me proporcionan ahora el material, y los que hacen las gestiones”, relata.
Y le han prometido seguir haciéndolo, e incluso financiar el proyecto de una máquina mucho más grande, que produzca a niveles industriales, con la ayuda del Banco Mundial y de instituciones internacionales comprometidas con el medio ambiente.
Soboh se encuentra ahora trabajando en una máquina con capacidad para procesar 10 toneladas de plástico, capaz de extraer gasolina, biodiesel y queroseno. Se trata de una refinería “gruesa, hecha de hierro”, pesada, por lo que requiere un proceso de fabricación y unas medidas de seguridad específicos.
Sin embargo, este ciudadano de Gaza admite no disponer de los recursos necesarios para acometer un proyecto de esa envergadura. Por eso hace un llamamiento a la inversión de empresarios y organismos financieros que puedan estar interesados en el negocio. “Si la máquina es grande, la gasolina que consigo producir podría comercializarse y ser rentable desde el punto de vista económico”, explica a quien le quiera escuchar.
De momento, y mientras llega esa ayuda, se ha visto obligado a paralizar el trabajo de investigación y el estudio de la nueva maquinaria. Sigue utilizando la original para uso doméstico, pero sin ningún tipo de seguridad. La planta para producir combustible está situada en la azotea de su casa, al aire libre y no tiene recursos para protegerla. En un escenario de guerra, un aparato así expuesto a todo tipo de ataques puede resultar peligroso.