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El primer ordenador español lo fabricó en los 60 un ingeniero que llegó a ministro

Jordi Vidal y Joan Majó diseñando el Factor-S, un ordenador muy avanzado para la época (1970)

Cristina Sánchez

A principios de los 60, cuando la mayoría de ordenadores eran ‘mainframes’ de grandes proporciones y faltaba más de una década para el nacimiento de Apple o de Microsoft, surgió en España la empresa que engendró los primeros ordenadores patrios. Una compañía que echó andar en la época del desarrollismo franquista y que bien podría haberse convertido en un auténtico gigante de la informática.

Se llamaba Telesincro, su tierra natal era Barcelona y la habían fundado dos amigos en 1963, el año en que se propagó el cacareado ‘Spain is different!’. Uno, Antonio Clavell, era el dueño de un taller homónimo de electrónica; el otro era un doctor en Ingeniería Industrial por la ahora conocida como Universidad Politécnica de Cataluña, por lo que podía echarle una mano en la utilización de los novedosos transistores con los que había trabajado en París. Su nombre fue más recordado, pero no por aquella compañía: Joan Majó ocupó durante un corto periodo el cargo de ministro de Industria y Energía más de dos décadas después, durante el primer Gobierno de Felipe González. A la aventura se sumó Josep Peracaula, un catedrático de ingeniería colega a su vez del ingeniero.

Pusimos cada uno 200.000 pesetas, que en aquella época no era nada despreciable”, rememora Joan Majó, por entonces presidente de Telesincro, en su charla con HojaDeRouter.com. Cuadros eléctricos, automatismos para la industria textil o maniobras de ascensor fueron las primeras creaciones de la empresa barcelonesa, obsesionada con reemplazar los relés por transistores.

Se presentó por entonces en la compañía un representante de Philips para ofrecerles “un producto nuevo” al que llamaban “circuito integrado”, aunque no era completamente electrónico. A Majó le gustó la idea, así que se marchó a estudiarla al laboratorio de la compañía en Eindhoven.

Allí tuvo lugar el flechazo. Descubrió un “pequeñísimo ordenador”, PRIMA, que, para ser estrictos, era una facturadora electrónica muy avanzada para el momento. Ni corto ni perezoso, hizo una propuesta al departamento de Philips: “Le dije ‘mire, nosotros estaríamos dispuestos a utilizar vuestros circuitos si nos dejáis copiar vuestra máquina facturadora, pero sin licencias’”. Como buen hombre de negocios, consiguió su meta.

El Factor-P, la primera facturadora ‘made in Spain’

En 1966, cuando el negocio de Telesincro iba viento en popa, construyeron su propia PRIMA. La llamaron Winner-Contafac primero y Factor-P después. Constaba de una máquina de escribir de IBM y de una unidad electrónica que realizaba las operaciones necesarias para imprimir las facturas.

Eso sí, los programas por entonces se cableaban. De esta forma, el proceso para modificar y escribir nuevo 'software' era arduo: había que enviar la placa a Telesincro y allí, con ayuda de una lupa y una buena iluminación, sacaban algunos hilos y enhebraban otros. Su pequeña memoria —una matriz de toros de ferrita— era una RAM de 128 bytes, mientras los circuitos bloque de Philips, esa versión cutre de los circuitos integrados que ya hemos mencionado, servían para que la circuitería fuera más compacta.

“Fue el primer ordenador que se fabricó en España”, afirma con rotundidad Joan Majó. “Lo que sí se puede decir es que es la primera máquina electrónica sofisticada con programa fabricado en España con tecnología fuertemente influenciada por Philips”, matiza Jordi Vidal.

El cofundador de Telesincro fichó a Vidal, al que define como “un ‘crack’”, poco después de comenzar a fabricar aquel invento. Este ingeniero había trabajado como becario en el laboratorio del reactor nuclear de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Barcelona, una labor que le ayudó a descubrir los osciloscopios modernos. Gracias a aquel primer trabajo pudo corregir los fallos del Factor-P. “La aportación de los técnicos de Telesincro fue convertirla en viable, efectiva y fiable. Entonces [la PRIMA] era un prototipo de laboratorio que había sido diseñado por sabios pero que desconocían un poco el mundo real”, señala este ingeniero.

“El nuevo computador de concepción revolucionaria diseñado para la solución de problemas de facturación, contabilidad, estadísticas, nóminas, ‘stocks’, etc.”, anunciaba un folleto de la época. Hasta don Juan Carlos de Borbón, que por entonces no era rey de España, se “mostró particularmente interesado en conocer el computador electrónico FACTOR/CONTAFAC” en la feria SIMO celebrada en 1968.

Las empresas medianas comenzaron a comprar las decenas de Factor-P que se fabricaron, capaces de hacer sombra a los miniordenadores italianos de Olivetti y más tarde a los alemanes de Nixdor. IBM estaba especializada por entonces en los ordenadores de mayores dimensiones para grandes empresas —Renfe había comprado el modelo 650 en 1959, el primero en llegar a España—, por lo que no suponía una competencia directa.

La acogida del Factor-P hizo que Jordi Vidal se convirtiera, poco a poco, en uno de los diseñadores líderes del equipo de Telesincro, “el director de orquesta desde el punto de vista tecnológico”, en palabras de Majó. Eso sí, no quería limitarse a desarrollar aquella facturadora. “La idea inmediata fue, ¿por qué no duplicamos la memoria? Porque 16 registros… Los clientes piden más”, recuerda Majó.

Desde entonces, cada año lanzaron un nuevo ordenador que duplicaba la memoria del anterior: la especie Factor evolucionó así al Q y al R, que operaban con fichas de banda magnética. “Seguimos comprando a Philips los componentes electrónicos, pero ya diseñamos las máquinas nosotros”, indica el exministro de Industria y Energía. Eso sí, poco a poco fueron adquiriendo cada vez más componentes nacionales.

Telesincro dio además por aquella época un “golpe comercial”: tal y como cuenta Majó, crearon una completa red de vendedores formada por especialistas en la mecanización de oficinas. Para ello, ficharon a los mejores profesionales de Gispert, una empresa de suministros que vendía calculadoras y facturadoras de diferentes marcas. “Esto nos dio una buena entrada en el mercado español”, apunta el ingeniero.

Diseñando un ordenador revolucionario

Única… nacional [....] La seguridad de Telesincro está simbolizada por el nuevo edificio que alberga, en número cada día creciente, a los investigadores, ingenieros y analistas que han introducido con éxito a nuestro país en un sector de la Cibernética”, señalaba un equívoco anuncio publicado en el diario ABC. “En 1970, Telesincro sigue siendo la primera y única empresa española que crea y fabrica computadores electrónicos en España, y la marca FACTOR se ha multiplicado y designa ya a toda una familia de computadores”, rezaban otros folletos del momento. Sin embargo, la familia siguió reproduciéndose —se fabricaron decenas del Q y el R— y evolucionando.

Jordi Vidal y Ramón Tortajada, otro ‘crack’ de Telesincro especializado en ‘software’, propusieron a Majó un proyecto mucho más ambicioso: crear un verdadero ordenador con programa almacenado —que cualquiera podía así programar— y que incluso tendría una versión primitiva de disco duro, un “salto cualtitativo” que se creían capaces de dar. A Majó le entusiasmó la idea. Sin embargo, los otros socios no lo vieron claro. “La gente que se quedó en Telesincro era muy incrédula, [pensaron] como que era muy ambicioso lo que queríamos hacer”, explica Majó.

Al confudador de Telesincro le iban bien las cosas en otros negocios. De hecho, fue el gerente de Sistemas de Peaje, una empresa que desarrolló los controles de las primeras autopistas de pago en Barcelona. “Un día, de la misma forma que vino Philips, vino un señor de Palo Alto, de una empresa que yo no conocía que se llamaba Intel, a decirme que había salido una cosa que eran los chips”. Así recuerda Majó uno de los episodios que vivió en aquella empresa, cuando conoció la existencia del Intel 4004, el primer microprocesador de la historia, que comenzaría a venderse en 1971. Para entonces ya había nacido el primer “miniordenador diseñado y fabricado” en España.

Ahora bien, ¿cómo lo crearon si Telesincro rechazó el proyecto? A Majó se le ocurrió otra buena idea, como “habílisimo negociador” que era a juicio de Jordi Vidal. Propuso salir de Telesincro a los cinco trabajadores empeñados en desarrollarlo y les sugirió hacerlo en el propio despacho donde dirigía su proyecto de automatismos de peaje.

Él mismo financiaría aquella máquina, aunque todos serían socios del proyecto. “Estuvieron trabajando, trabajando y trabajando, y cuando al cabo de un año la máquina estuvo lista y funcionaba perfectamente, la gente que quedó en Telesincro se dio cuenta de que había cometido un error”, recuerda el exministro. Sacaron una buena tajada: volvieron a vender la máquina a la compañía barcelonesa y el visionario Majó regresó como presidente. “[Esto] demuestra mucho cómo nacen las empresas y cómo nacen las ‘startups’”, apunta.

El Factor-S, el primer ordenador de diseño 100 % nacional, era muy avanzado. En él se reunían “equilibradamente las más avanzadas técnicas aplicadas a ordenadores”, según su folleto informativo. Poco tenía que ver con sus hermanos mayores. El Factor-S disponía de programa almacenado, como cualquier ordenador moderno, y de una pequeña memoria central, de entre solo 2 kilobytes a 8 kilobytes, debido a que era muy cara en aquella época.

La complementaba con una memoria externa (un tambor magnético de diseño propio) de 32 kilobytes. “[Fue] un auténtico precursor del disco duro en Europa, absolutamente ausente entre la competencia, y que tardó 11 años en ser lo normal en pequeños equipos”, señala Vidal. Además, almacenaba mucha más información en los recién aparecidos casetes.

Ramón Tortajada creó un sistema operativo para el Factor-S más de una década antes del nacimiento de MS-DOS, y Vidal incluso ha desarrollado un simulador para los que quieran descubrir sus secretos.

Estéticamente, también parecía ya un ordenador moderno: imitaba la apariencia del novedoso IMB 360, al que viste en ‘Mad Men’. “Realmente, esto causó una especie de depresión general a los vendedores de la competencia, porque sacamos un ‘mini’ IBM con un presupuesto diez veces más barato que IBM”, explica Vidal.

En 1972, Telesincro tenía un 16 % del mercado español y ocupaba el tercer lugar en ventas de ordenadores de oficina en España frente a sus competidores. Además, vendieron algún modelo en Portugal y en Francia. Eso sí, no desarrollaron sucesores del Factor-S cada año como habían hecho con el P: era una máquina potente preparada par venderse durante años.

Obviamente, no era barato. El factor-S básico de 16 kilobytes (sin impresora) costaba 165.000 pesetas en 1975 (unos 10.000 euros actuales teniendo en cuenta la inflación) y su precio se incrementaba hasta los 220.000 para los modelos con más memoria (unos 15.000 euros).

“Ciertas formas de vida han de ser programadas”

La compañía barcelonesa llegó a tener por aquellos años casi 500 trabajadores y tiendas en Madrid, Bilbao, Sevilla o Valencia. En 1974, facturó 435 millones de las antiguas pesetas. Uno de sus grandes aciertos fue su inversión en publicidad. “Ciertas formas de vida han de ser programadas… para que otras puedan ser libres y espontáneas”, explicaba un original cartel de los 70.“Soy el FACTOR servicio”, decía otro protagonizado por los propios de trabajadores de Telesincro, en rigurosa bata blanca.

“Los técnicos teníamos la sensación de que los comerciales recibían un trato preferente financiariamente hablando, porque gastaban en publicidad y ferias y decíamos ‘y nosotros con este osciloscopio birria’”, lamenta Vidal. De hecho, este ingeniero considera que el talón de Aquiles del Factor-S era que programaba en lenguaje máquina. No podían hacer otra cosa. Para mejorarlo desarrollando un lenguaje de programación, deberían haber dispuesto de una pantalla, pero el precio de desarrollarla era “prohibitivo”.

Nuevas máquinas competían con el Factor-S. El gigante IBM lanzó por entonces el System 3, destinado también a las oficinas. La holandesa Philips, la compañía que les había impulsado al principio, también desarrolló sus propios ordenadores, así como Nixdorf o Logabax. “Un día Joan Majó me lo dijo: estuvisteis trabajando en un entorno muy bestia en el que la obsolescencia convertía lo que hoy es novedad en 12 meses en anticuado”, explica el líder de proyectos de Telesincro.

En 1976, tras desarrollar el Factor-T, Telesincro fue adquirida por Secoinsa, la Sociedad Española de Comunicaciones e Informática creada por el Instituto Nacional de Industria, Telefónica y la compañía japonesa Fujitsu. Poco a poco fue perdiendo fuelle en Secoinsa, al imponerse las máquinas de la empresa nipona. Al final, acabó siendo adquirida por la francesa Bull, centrándose en la producción de terminales de punto de venta. Se reconvirtió en la también desaparecida Ingenico.

Los protagonistas de este artículo la abandonaron mucho antes. Majó dejó de ser el consejero delegado de la compañía con la entrada de Secoinsa y se desligó poco a poco de Telesincro. Tras ser elegido alcalde de Mataró, su ciudad natal, por el PSC, saltó a la política nacional y asumió el cargo de ministro en 1985, con la remodelación de Gobierno de Felipe González. Jordi Vidal, decepcionado con el rumbo del negocio, también la abandonó en los 80.

El éxito de Telesincro quedó enterrado hasta que, ya en el siglo XXI, el Museu de la Ciència i de la Tècnica de Catalunya de Terrassa inauguró la exposición ‘El enigma del ordenador’‘El enigma del ordenador, donde aún pueden contemplarse algunos Factor. La apertura de la muestra sirvió como reunión improvisada para muchos de los antiguos trabajadores de Telesincro. “Muchos colaboradores decían: fue mi primer trabajo y el más fascinante que he tenido”, recuerda Jordi Vidal.

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Todas las fotos de este artículo han sido cedidas por Jordi Vidal Potau

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