Los quijotes que crearon el primer lenguaje de programación en español

En 1970 solo una empresa española, fundada por un ingeniero catalán que años después llegó a ministro de Industria y Energía, creaba sus propios ordenadores. La pionera compañía barcelonesa Telesincro había lanzado cuatro años antes su primer ordenador, el Factor-P, y preparaba por entonces el lanzamiento de su revolucionario bisnieto.

“Sacamos un miniIBM con un presupuesto diez veces más barato que IBM”, explicaba a HojaDeRouter.com Jordi Vidal, el maestro del ‘hardware’ de Telesincro, en referencia al Factor-S. Esta compañía no se conformó con crear un moderno ordenador con programa almacenado que cualquiera pudiera programar y modificar (los tres anteriores se cableaban), con una versión primitiva de disco duro e incluso un sistema operativo propio en 1971, un lustro antes de que Steve Jobs y Steve Wozniak presentaran el Apple I. Se propusieron incluso crear un compilador y un lenguaje de programación con instrucciones en castellano.

“En nuestras discusiones llegamos a la conclusión de que el problema más serio era programar a la bestia, que los programadores fueran capaces de hacer un programa sensato sin despeinarse”, explica a HojaDeRouter.com Josep Riverola, profesor emérito de Dirección de Producción, Tecnología y Operaciones en el IESE Business School.

Riverola ya trabajaba en esta escuela de negocios cuando los promotores del Factor-S le consultaron algunas dudas. Doctor en Ingeniería Industrial, había estudiado también en la Universidad de Stanford, donde había aprendido las “maravillas modernas” de la informática. Los trabajadores de Telesincro, que estaban “un poco tiesos en ‘software’”, le pidieron que orientara al departamento de I+D para que el ordenador pudiera servir realmente para gestionar una empresa.

“Aunque la máquina estaba bien hecha, era un tanto rudimentaria en cuanto a estructura de instrucciones. No era ninguna maravilla, con lo cual se necesitaba un asistente mecánico que ayudara a traducir las ideas a código máquina”, señala Riverola.

Decidieron por ello desarrollar un compilador que tradujera un nuevo lenguaje de programación al lenguaje máquina “con todo el atrevimiento del mundo”. Ninguno de los integrantes del equipo había hecho uno, así que compraron los escasos libros sobre el tema que existían en la época y se pusieron a estudiarlos. “Con la proverbial inconsciencia hispánica dijimos ‘todo esto está muy bien’, pero ¿por qué no empezamos de una vez?’” bromea Riverola.

Emulando a los estadounidenses pero usando el español

Riverola tenía acceso en el IESE a un IBM 1130, una máquina más potente que el Factor-S que trabajaba con el lenguaje de programación FORTRAN desarrollado por el gigante estadounidense. Así que decidieron hacer primero el compilador sobre él, ya que la gesta de crear uno “eficiente y usurero” que pudiera manejarse con los 2 kilobytes de memoria del Factor-S no era sencilla. Rafael Bonet y Ramón Tortajada, dos ingenieros de Telesincro, se marcharon a esta escuela a desarrollarlo en una sala, mientras Riverola “les daba apoyo moral” durante los más de seis meses que duró el proyecto.

Bonet aún recuerda el tiempo que pasó estudiando concienzudamente el lenguaje FORTRAN para ver cómo crear el suyo y reconoce que quisieron imitar a las compañías americanas, siguiendo la premisa de que “si lo hacen en Estados Unidos debe ser bueno”. “Dijimos ‘caray’, pues hagamos un lenguaje de alto nivel para el Factor-S y más gente se atreverá a programar. Esta era un poco la idea”, detalla este ingeniero industrial que había comenzado a trabajar en Telesincro porque “no había otra [empresa] que hiciera ordenadores en España”.

Así que optaron por inventarse su propio lenguaje de programación basándose en el castellano, para que ni siquiera los programadores tuvieran que molestarse en aprender inglés. “Decidimos que en inglés no queríamos hacerlo, queríamos hacer una cosa que fuera singular, que se notara que Telesincro era pionera en el mundo de la informática por lo menos en España”, asegura Riverola.

Aunque era parecido al lenguaje de programación PL/1 de IBM y tenía poco que ver con el COBOL —el lenguaje de programación orientado a la empresa promovido por la pionera de la programación Grace Hopper— decidieron apodarlo de forma similar a este último: SBOL, en honor al Factor-S.

“La idea de que fuese algo hispánico o no digamos que nos traía absolutamente sin cuidado. Entonces había opiniones contrapuestas sobre la utilidad del SBOL, yo no estaba nada entusiasmado con el proyecto porque no veía qué utilidad podía tener”, explica Ramón Tortajada. Este ingeniero, que rechazó trabajar en IBM, ya había diseñado previamente gran parte de la arquitectura de ‘hardware’, además del sistema operativo por completo del Factor-S, una década antes del lanzamiento del MS-DOS, pero opina que el proyecto de SBOL “como argumento de ‘marketing’ era bueno y a dirección le hizo ilusión”.

De un modo u otro, lo cierto es que llegaron a crear el primer lenguaje de programación en español y su compilador. Rafael Bonet aún un conserva las 126 páginas del manual del SBOL que escribió, a mano, en 1973. “Mover”, “editar”, “sumar”, “controlar” o “verificar” eran algunos de los verbos que entrañaban “alguna acción que debe llevar a cabo el programa”.

Incluso llegaron a reescribir el código fuente del compilador en el lenguaje SBOL, de forma que funcionara perfectamente sobre el propio Factor-S. “Se produjo un orgullo en Telesincro de tener el primer compilador que había en el país para un ordenador pequeño como este y teóricamente escrito en castellano, que esto impactaba mucho en los periódicos”, destaca Riverola. Sin embargo, aquel lenguaje de programación “en pseudocastellano” era un adelantado a su tiempo. No llegó a distribuirse en los 200 Factor-S que se vendieron.

La quijotada que acabó fracasando…

“Cuando pienso en estos tiempos nos imagino a todos nosotros como una especie de quijotes haciendo ordenadores en España, pero en Estados Unidos nos estaban pasando por encima de qué manera”, rememora Rafael Bonet. Programar en la práctica un lenguaje de alto nivel como hacía el gigante IBM no era posible cuando solo los grandes ordenadores tenían pantalla. “Si alguien se hubiera sacado de la manga una pantalla asequible de 24 líneas y 80 columnas, el SBOL probablemente hubiera ganado la partida”, asegura Jordi Vidal, uno de los padres del Factor-S.

Como el Factor-S no podía tener pantalla, para programar en SBOL necesitaban recurrir a las tarjetas perforadas. Sin embargo, las lectoras eran carísimas y la única perforadora que existía solo podía alquilarse a IBM. Teniendo en cuenta que la intención de Telesincro era que los Factor-S se programasen también en las delegaciones, hacerlo con perforadas se descartó al no ser económicamente viable.

Tortajada cree que el problema con las tarjetas perforadas podía haberse resuelto haciendo editores de texto que funcionaran en casetes. Sin embargo, el problema no era solo el propio lenguaje, sino la ausencia de expertos que hubieran podido utilizarlo más allá de Telesincro. “En la calle no había programadores, no había dónde aprender ni escuelas ni nada. Era utópico pensar que el cliente fuera a programarse sus programas”, apunta Tortajada.

“Para que un lenguaje de programación sea aceptado debe tener un amplio grupo de programadores. FORTRAN es una birria de lenguaje, es mucho mejor SBOL; COBOL es una birria de un lenguaje, es mucho mejor el SBOL; y en cambio triunfaron porque estaba IBM detrás”, opina Riverola. Eso sí, en realidad el primer lenguaje de programación español hubiera sido difícil de adaptar a otros ordenadores: era un lenguaje creado ‘ex profeso’ para el Factor-S y lograr que funcionara en varios ordenadores era prácticamente imposible.

Al final, en Telesincro acabaron desarrollando un Sistema de Módulos Reubicables (una suerte de macroensamblador) que facilitó con gran éxito la tarea de programar, sin necesidad de pantalla ni de tarjetas perforadas. Cuando había que hacer retoques finales en lenguaje máquina, “el juego de instrucciones del Factor-S permitía hacer en una instrucción cosas que normalmente requieren muchas”, detalla Vidal.

… pero marcó a sus creadores

Pese a que aquel compilador no llegara a buen puerto, a Rafael Bonet le vino muy bien ser su autor. Al poco tiempo, le llamaron de la Universidad Autónoma de Barcelona para impartir clases sobre compiladores y, tras su trabajo en Telesincro, ha continuado dedicándose toda su vida a la programación y a la tecnología de compiladores.

Aunque ya está jubilado, nos confiesa que antes de nuestra charla estaba metiendo mano a un programa escrito en C por simple afición. “En aquella época tenía su valor, era una medalla que te podías poner de decir yo me inventé un lenguaje que estaba en español y además hicimos el compilador dos veces”, recuerda.

“Esto no me hace sentirme particularmente orgulloso de nada, son cosas que he podido hacer y las he hecho y ya está”, difiere Tortajada, un ‘crack’ según sus compañeros y un artífice del Factor-S, el primer ordenador que Telesincro diseñó y fabricó por completo. Tortajada no se detuvo. Poco después del fracaso comercial del SBOL, aparecieron los primeros microprocesadores. Tras comprobar que implementar el lenguaje de programación en ellos era imposible, comenzó a desarrollar otro, el Conversal.

“Compré uno de los primeros [Intel] 8080 que había en España y el micro de marras costó 33.000 pesetas de entonces, lo cual era una barbaridad”, recuerda. El Conversal sí llegó a utilizarse para programar los modelos siguientes de Factor (la Serie 10), que ya incluían microprocesadores. Eso sí, Tortajada se largó de Telesincro años antes de su cierre y ha seguido haciendo toda su vida “informática muy complicada”, desde máquinas industriales a simulaciones ferroviarias, aunque nunca le ha entusiasmado su trabajo.

“A mí lo que me preocupa no es que el SBOL se utilizara o no, lo que me preocupa es que no se le sacó suficiente partido a la gente de primer nivel que trabajaba en el proyecto”, destaca Riverola. A sus 76 años y con una dilatada experiencia a sus espaldas, asegura que en Telesincro “había una de las concentraciones de talento más importantes” que ha tenido la ocasión de conocer.

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Todas las fotos de este artículo han sido cedidas por Jordi Vidal Potau