El Ranger fue uno de los sistemas de computación más grandes del mundo. Su misión era facilitar la investigación científica libre. Cualquiera podía utilizarlo de forma abierta para promover el avance de la ciencia. Cuando fue puesto en marcha en 2008, en el Centro de Computación Avanzada de Tejas (Estados Unidos), se consideraba que su utilización marcaría el comienzo de la investigación informática a pentaescala – tan potente como capaz de hacer un número impensable de operaciones por segundo.
Utilizaba el sistema operativo Linux y su estructura era compleja: cuatro servidores dedicados al inicio de sesión, ocho servidores de datos de alta velocidad y capacidad para gestionar recursos para la planificación de tareas. Por eso, desde el TACC de Tejas afirmaban que ofrecía a quien lo utilizara enormes oportunidades de innovar.
Tener acceso al Ranger era sencillo. Cualquier investigador que lo necesitara solo debía presentar una solicitud de uso y respaldarla con una investigación en curso. Pero en 2013, y después de cinco años, el centro de investigación consideró que su capacidad ya no era suficiente para cubrir las necesidades norteamericanas.
Sin embargo, quien pudiera pensar que su vida acababa ahí, se equivocaba. Aquellos que habían trabajado durante todo ese tiempo en el TACC se opusieron a convertirlo en un simple deshecho. Así que, manos a la obra, separaron sus bastidores para convertir cada uno de ellos en un sistema computacional independiente. Su destino: África, un lugar con fuerte potencial de investigación y pocos recursos para avanzar.
África, una nueva vida
Hoy los centros de computación de Sudáfrica, Tanzania, Zambia y Botsuana están aprovechando al 100% sus posibilidades porque consideran que el periodo de vida de un superordenador no puede ser tan corto. Hay quien sabe aprovechar los recursos hasta el final.
CHPC, el Centro de Computación de Alto Rendimiento de Ciudad del Cabo (Sudáfrica) es uno de los beneficiados. Precisamente este centro se abrió para ofrecer formación sobre recursos informáticos en la zona, según relata a HojaDeRouter.com su director, Happy Sithole. Tener acceso a una herramienta de este tipo ayuda a los investigadores sudafricanos a ser tecnológicamente más competitivos.
Sudáfrica se convirtió en uno de los destinos del Ranger porque en TACC estaban al tanto de sus carencias, pero también de su potencial. De hecho, uno de los miembros del centro de Tejas, Chris Jordan, había viajado al país para asistir a un taller en el que se habló de la necesidad de implantar nuevas tecnologías que permitieran a los científicos sudafricanos avanzar en sus investigaciones. El país es uno de los líderes del continente en desarrollo de instalaciones de alta tecnología.
Como explica el director, el sistema no está destinado únicamente a CHPC, sino que se pone a disposición de varias instituciones para que cualquiera pueda utilizar la maquinaria como un medio para poner a prueba sus estudios. “Llega a convertirse en una instalación que sirve para poner en marcha las investigaciones, experimentar con ellas, probarlas antes de llevarlas a cabo de forma definitiva en la instalación nacional de alta tecnología”, añade.
Al estar destinados los bastidores mayoritariamente a centros de formación en África, su vida útil dependerá del uso que se le dé. Sobrevivirá diez años si es destinado a proporcionar acceso cualificado a estudiantes, pero si es utilizado en investigaciones sólidas durará unos cinco años, puesto que algunos “estudios en curso pueden ser demasiado avanzados para este tipo de arquitectura”, señala Sithole.
Lo primero que pensaron en Sudáfrica cuando recibieron la noticia de que podrían disfrutar de una de las partes del superordenador fue en qué sectores podrían reutilizar los bastidores. “Pero también tuvimos que pensar cuál iba a ser su consumo de energía y si realmente era necesario un desembolso de esas características” o, al menos, si compensaba el gasto con las necesidades del país.
De momento es temprano para saber cuál es el impacto que esta tecnología está teniendo, pero Sithole asegura que está mejorando las competencias de investigación de la zona. Los primeros proyectos piloto de las universidades se completarán en diciembre de este año y, según los resultados obtenidos, pensarán si puede servir para aplicaciones relacionadas con la ciencia de materiales, la dinámica de fluidos e, incluso, la predicción del tiempo.
IBM e Intel también apuestan por África
No es la primera vez que las universidades y centros de investigaciones de África reciben tecnologías de este tipo. También trabajan gracias a ‘Blue Gene’, otra supercomputadora donada por IBM, y dentro de poco tiempo recibirán dos bastidores de la Universidad de Cambridge de los que también se beneficiarán los otros países africanos nombrados anteriormente.
Por otra parte, en el CHPC utilizan un sistema conocido como Sun Constellation Tsessebe, basado en una tecnología similar a la del Ranger pero con procesadores de Intel. El centro forma parte también del proyecto SKA (Square Kilometre Array), un proyecto internacional que pretende construir el radiotelescopio más grande y sensible del mundo, que se instalará en el sur de África y de Australia y que ayudará a entender mejor la historia del universo, así como cuestiones de física, astrofísica, cosmología y astrobiología.
Se trata de un proyecto desarrollado con la participación de IBM y del Instituto Holandés de Radioastronomía, que consideran que su trabajo ayudará a marcar una nueva era en la informática, algo que IBM ha denominado “la era de los sistemas cognitivos”.
Estos proyectos que se basan en donar superordenadores a África no se fundamentan en una filosofía de solidaridad, o de deshacerse de maquinaria pesada inútil. Más allá de eso, se basan en ofrecer recursos a quienes tienen talento para participar en el desarrollo científico y tecnológico.
Es una forma de hacer que cualquier investigador, independientemente de los recursos de su país, pueda participar en la producción de conocimiento si tiene la cualificación necesaria para ello. Y, por supuesto, África no puede ser menos.
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Las fotografías utilizadas para este artículo son propiedad, por orden de aparición, de Tacc.utexas.edu, Steve Jurvetson y Chpc.ac.za