ENTREVISTA Economista, profesor e investigador

Guy Standing: “La renta básica no produce más vagos, sino gente con buena salud mental y más productiva”

Nicolás Ribas

21 de junio de 2022 22:32 h

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Guy Standing (1948) es doctor en Economía por la Universidad de Cambridge, investigador asociado de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos en la Universidad de Londres, profesor honorario de la Universidad de Sidney y confundador y copresidente honorario de la Red Global de la Renta Básica (grupo de académicos interesados en desarrollar esta idea).

También ha sido director del Programa de Seguridad Socioeconómica de la Organización Internacional del Trabajo (OIT); fue director de investigación para la Labour Market Policy Commission del presidente Nelson Mandela y ha ejercido como asesor para varios organismos internacionales. Entre sus libros, destaca El precariado. Una nueva clase social (2011); Precariado. Una carta de derechos (2013); La corrupción del capitalismo (2017); La renta básica. Un derecho para todos y para siempre (2017); Saqueo del bien común: un manifiesto para compartir la riqueza pública (2019) y Luchando contra ocho gigantes: Renta Básica Ya (2020).

Con motivo de su visita a Palma para dar una conferencia en Es Baluard Museu d'Art Contemporani, que ha cerrado un programa con expertos y expertas en ecología y sostenibilidad, feminismos, migraciones y trabajo el pasado domingo, Guy Standing atiende a elDiario.es para analizar el estado actual de la política, la economía y el precariado, concepto que acuñó para referirse a una nueva clase social que considera que ha emergido.

Usted investiga, desde hace más de 30 años, la evolución de la economía capitalista y las desigualdades que ha generado. ¿Qué ha pasado?

Creo firmemente que, cuando la economía neoliberal se apoderó de la comunidad económica mundial en los años 70 y 80, se lanzó una revolución económica neoliberal, que impulsa el individualismo, la reducción del tamaño del Estado, la privatización de los mercados financieros, y se hablaba mucho del capitalismo de libre mercado. Esa era su ideología. Pero poco a poco, las finanzas y las grandes corporaciones tecnológicas, las farmacéuticas, pero sobre todo las financieras, crearon un sistema que yo llamo “capitalismo rentista”, que está muy lejos del libre mercado. Es un sistema de mercado amañado en el que cada vez más ingresos van a parar a los dueños de la propiedad, la propiedad física, la propiedad financiera y la propiedad intelectual. Y va, cada vez menos, a las personas que dependen de su trabajo.

Esto ha supuesto que la desigualdad de ingresos ha crecido, pero la desigualdad de riqueza ha crecido mucho más y la riqueza ha crecido en relación con los ingresos. Así, por ejemplo, ahora el valor de la riqueza heredada en España es mucho más alto en comparación con lo que solía ser, y es más alto en comparación con la renta nacional. Lo mismo ocurre en Gran Bretaña y en Estados Unidos: es una tendencia global. Así que lo que ha sucedido es que la cantidad de dinero que le queda a la gente que es trabajadora ha bajado.

Al mismo tiempo, ha surgido una nueva estructura de clases a nivel mundial en todos los lugares en los que hay una plutocracia en la cima de los multimillonarios, y por debajo de ellos una élite de multimillonarios. No es sólo el 1%. Es un 20% superior que ha estado ganando dinero con la propiedad y los antiguos asalariados que tenían un empleo a tiempo completo, pensiones y vacaciones pagadas. Todo se ha ido reduciendo y el antiguo proletariado, la antigua clase trabajadora, prácticamente ha desaparecido.

No es sólo el 1%. Es un 20% superior que ha estado ganando dinero con la propiedad y los antiguos asalariados que tenían un empleo a tiempo completo, pensiones y vacaciones pagadas. La antigua clase trabajadora prácticamente ha desaparecido

Hace ya más de una década que escribió El precariado: La peligrosa nueva clase social (2011). ¿Cómo definiría al precariado?

Cuando escribí el libro, me sorprendió mucho que se vendiera en todo el mundo. Desde entonces, se ha traducido a 24 idiomas, incluido el español, por supuesto, y el catalán, y me ha llevado a dar conferencias en más de 800 ciudades en más de 40 países, porque es un fenómeno global. Dentro del precariado, hay tres dimensiones. Primero, la gente que forma parte del precariado se siente insegura respecto al trabajo. Sus trabajos son inseguros, inestables y volátiles. No saben lo que van a hacer dentro de tres o seis meses. Hoy puedes ser periodista y la próxima vez que nos veamos, camarero. La gente siente que no sabe a dónde va. También ocurre, particularmente en países como España y en Italia, que esa persona precaria está sobrecualificada, es decir, que su nivel de educación es, a menudo, mucho más alto que el trabajo que desempeña. Esto no ha ocurrido nunca antes. Es único en la historia. Cualquiera que diga que es el mismo fenómeno que el que teníamos el siglo pasado está diciendo una tontería.

La segunda dimensión es que la gente del precariado depende de su salario pero no tiene vacaciones pagadas, baja médica, baja por maternidad remunerada... con la perspectiva de tener en el futuro una jubilación por su trabajo. Si estás en el precariado, estás siendo explotado por la deuda. Eres económicamente frágil porque un accidente, una mala decisión o una enfermedad te pueden dejar sin casa porque no puedes pagar tus deudas.

La tercera dimensión, para mí, es la más importante y es que, si estás en el precariado, estás perdiendo derechos sociales y económicos. No tienes acceso a una ayuda a la renta garantizada y no puedes hacer lo que estás capacitado para hacer. Estás perdiendo también derechos culturales porque no puedes pertenecer a la comunidad a la que quieres pertenecer. Y estás perdiendo derechos políticos porque miras alrededor del sistema político de España o Gran Bretaña, y no ves un partido político que represente tus aspiraciones.

¿Cree que los partidos socialdemócratas europeos están entendiendo, desde el punto de vista político y económico, las demandas del precariado?

No creo que los viejos partidos socialdemócratas las entiendan. Piensan que la respuesta al precariado es un trabajo seguro y a tiempo completo. Pero esa no es la respuesta. La gente del precariado quiere trabajar, pero quiere tener la sensación de poder desarrollarse, de sentirse seguros y quiere una parte de los ingresos que van a parar a los propietarios. No se trata solo de trabajo, trabajo, trabajo. Los socialdemócratas tienden a hablar de puestos de trabajo todo el tiempo. Alguien del precariado dirá: “Mira, yo hago un trabajo. Porque tengo que hacer un trabajo. Pero no me digas que tengo que encontrar mi felicidad en un trabajo”. La respuesta está en permitir a la gente tener una vida mejor, ser capaces de hacer diferentes formas de trabajo, perseguir sus sueños, ser ecológicos, encontrar formas de reducir la amenaza de extinción. La gente en el precariado tiende a preocuparse por estas cosas. Como he argumentado en mis libros, dentro de esta nueva clase social hay tres facciones. El primer grupo está formado por las personas perdedoras de la antigua clase obrera industrial. Sus padres pueden haber sido constructores de barcos u obreros de la automoción y no tienen mucha educación. Esta parte del precariado escucha a los populistas neofascistas. Escuchan a Donald Trump, Santiago Abascal, Boris Johnson, Viktor Orbán y Vladímir Putin porque les prometieron traer de vuelta el pasado, que dicen que es mejor que el presente.

Parte del precariado escucha a los populistas neofascistas. Escuchan a Donald Trump, Santiago Abascal, Boris Johnson, Viktor Orbán y Vladímir Putin porque les prometieron traer de vuelta el pasado, que dicen que es mejor que el presente

El segundo grupo está formado por los inmigrantes, las minorías, los refugiados, etcétera. Esta gente, que no votará a los populistas neofascistas, mantiene la cabeza baja porque están privados de derechos. Esto constituye un tipo de peligro diferente, porque si tienes un gran porcentaje de tu población que no participa en el proceso político, eso es una mala noticia para la democracia. Y la tercera parte está formada por los jóvenes a los que sus padres y sus profesores les dijeron: “Si vas a la universidad, tendrás un futuro, tendrás una carrera”. Van a la universidad y salen con deudas, sin carrera, sin futuro. Esta gente está muy enfadada y tiene mucha razón. No van a votar a los populistas neofascistas. Buscan una nueva política ilustrada, que represente una amenaza para el establishment. La política española, en los últimos años, tenía un movimiento político que, potencialmente, podía representar a la clase precaria, pero se ha aburguesado y finalmente ha fracasado. Aun así, España tiene un Gobierno de coalición y me ha impresionado mucho que la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, haya creado una comisión para estudiar el precariado español. Así que espero que esto signifique que hay una nueva apertura para tratar de entender lo que es el precariado.

Me ha impresionado mucho que Yolanda Díaz haya creado una comisión para estudiar el precariado español. Espero que esto signifique que hay una nueva apertura para tratar de entender lo que es el precariado

Respecto al primer grupo del precariado, hijos de la antigua clase obrera industrial que está virando ideológicamente hacia la extrema derecha, ¿qué se puede hacer, desde el punto de vista político, para que cambien sus posiciones?

Creo que tenemos que ofrecerles una agenda que no sea reaccionaria, que les dé una seguridad básica. Esa es una de las razones por las que creo que, si se diseña adecuadamente, avanzar hacia una renta básica llegaría cada vez más a esa parte del precariado. La parte joven y progresista del precariado lo entiende fácilmente. Cuando doy charlas por todas partes, los jóvenes entienden la renta básica. Es muy interesante que una encuesta de opinión en España haya encontrado que el 68% de los adultos en España apoyan ahora una renta básica real. Creo que hay que convencer a los sindicatos, y empiezo a ser optimista. Hace dos semanas me dirigí a los sindicatos de Gales: es bueno que empiecen a apoyar la renta básica. En otros países, los viejos sindicatos no la han apoyado. Pero los jóvenes, y sobre todo las mujeres, sí entienden la renta básica. No es el desmantelamiento del Estado de bienestar: se trata de reforzar la posición negociadora de la gente. Así que creo que eso ayudará a hacerlo.

Buena parte de los críticos de la renta básica argumentan que no se puede financiar sin subir la presión fiscal a la clase media y trabajadora.

Creo que durante la pandemia se desperdició mucho dinero con el plan de permisos de trabajo, que fue objeto de fraude (en referencia a los ERTE). Si España o Gran Bretaña hubieran utilizado la misma cantidad de dinero que gastaron en los planes de subsidio, podrían haber pagado a todos sus ciudadanos una renta básica sin aumentar los impuestos. Encontraron miles de millones de euros y libras para los bancos y el sector de los servicios financieros, tanto después de 2008, la crisis financiera, como durante la pandemia del COVID. Así que sí encontraron dinero para ese fin, lo cual hizo que el dinero no llegara al precariado y aumentaran las desigualdades. Si se hubieran gastado la misma cantidad de dinero en una renta básica, estaríamos mucho mejor porque más personas habrían tenido una seguridad básica con la que construir sus vidas.

Pero, a largo plazo, lo esencial es hacer una reforma fiscal para cambiar los impuestos en términos relativos y así dejar de gravar las rentas del trabajo. Por ejemplo, necesitamos un alto impuesto sobre el carbono porque, de lo contrario, no vamos a reducir el consumo de combustibles fósiles. Solo lo conseguiremos políticamente si prometemos que los ingresos recaudados por los impuestos sobre los combustibles fósiles van destinados a financiar una renta básica, o parte de ella. De lo contrario, si solo tienes un impuesto sobre el carbono, aumentará la desigualdad, porque una persona de bajos ingresos pagará más, en proporción, que una persona de ingresos altos. Si el gobierno dice que los ingresos de este impuesto sobre el carbono se devolverán a todos como un pago igual, entonces será progresivo y reducirá la desigualdad. También hay otras formas de crear impuestos “verdes” que podrían utilizarse de la misma manera. Se puede crear un fondo de capital muy similar al que hay en Noruega o en Alaska (EEUU): entra dinero a ese fondo, el fondo invierte y se utilizan los rendimientos de la inversión para pagar una renta básica que aumenta gradualmente, de modo que, a largo plazo, se altera el mecanismo por el que se recicla la renta.

Necesitamos un alto impuesto sobre el carbono porque, de lo contrario, no vamos a reducir el consumo de combustibles fósiles

Los gobiernos han recortado los impuestos a los ricos y las prestaciones a los pobres. Eso significa que hay margen para aumentar los ingresos fiscales. Y los ingresos fiscales para financiar una renta básica recortan los subsidios. Uno de los escándalos en Gran Bretaña es que hay un gran número de subsidios que van a parar a los terratenientes, a los propietarios de tierras y a varios otros grupos. Uno de los escándalos en España es que también tienen subsidios y tienen un terrible sistema de subsidios otorgados a sus pesquerías industriales. La industria pesquera recibe subvenciones para el combustible, con lo cual, se produce la sobrepesca y se rompen las reglas internacionales. España es un muy mal ejemplo de destrucción ecológica en el mar. No es el único país, pero es uno. Y hay que acabar con ese tipo de cosas porque está haciendo un daño terrible a nuestros hijos. Porque no habrá peces, a menos que se corten los subsidios.

¿Qué relación hay entre renta básica, trabajo y salud? ¿Se trabajaría menos? ¿Y qué beneficios tendría desde el punto de vista psicológico?

Nuestros experimentos en todo el mundo (ahora hay más de 80 programas piloto de renta básica) muestran que cuando la gente tiene una renta básica, su salud mental mejora. Significa que tienen más energía, que son más productivos en su trabajo y que gastan menos en atención sanitaria, lo que supone menos dinero al Estado. También mejora la eficiencia del gasto en la escolarización. Descubrimos en los proyectos piloto que, cuando la gente tiene una renta básica, trabaja más y es más productiva. Los críticos de la clase media que dicen que si la gente tuviera una renta básica se volvería más vaga no sabe de qué habla. Son prejuicios. Si ese fuera el caso, deberíamos quitar todo el dinero a los millonarios porque obviamente no tienen que trabajar. Es ridículo.

El gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos aprobó en mayo de 2020 el Ingreso Mínimo Vital (IMV). ¿Es suficiente para combatir la precariedad que hay en España?

Cuando oí hablar por primera vez de este plan en 2020, dije inmediatamente que era otra oportunidad perdida. Cuando miré los detalles del plan, pensé, “esto es una locura”. Es un plan diseñado por gente que no entiende de política social. En primer lugar, porque solo perciben el subsidio los pobres. Lo que esto hace es desincentivar a la gente para que intente no ser pobre, porque si recibes la prestación y pasas a trabajar más y a ganar un poco de ingresos extra, lo perderás y no recibirás más dinero. Así que se llama trampa de la pobreza. Además, la norma se basaba en la unidad familiar, lo cual es injusto para las familias numerosas porque es una cantidad mucho menor la que se da a las familias numerosas que a un hogar unipersonal. Así que fomenta la ruptura de las familias. Y, en tercer lugar, se basaba en los ingresos del año pasado, del año anterior.

El Ingreso Mínimo Vital de España es una locura, está diseñado por gente que no entiende de política social, solo perciben el subsidio los pobres

¿Qué opina sobre otras medidas que ha llevado a cabo el gobierno progresista, como el aumento del salario mínimo a 1.000 euros brutos o la reforma laboral?

Representa una política que era apta en una sociedad industrial cuando la mayoría de la gente tenía trabajos estables a tiempo completo, en los que iba a un lugar de trabajo, fichaba y salía 8 horas después. Entonces se calculaba el salario mínimo, se calculaba la tasa salarial, etc. Hoy en día tenemos una situación en la que cada vez más personas realizan trabajos y formas de trabajo en las que no sabemos realmente cuántas horas hacen. Yo, probablemente, trabajo 12 horas diarias. No me pagan, pero trabajo 12 horas al día. Algunas personas trabajan 5 horas en un lugar de trabajo y 5 horas fuera: en casa, en una cafetería o en algún otro sitio. ¿Qué cuenta como una hora de trabajo? No estoy en contra de un salario mínimo porque queremos que los salarios sean más altos, pero también creo que en una economía globalizada, el trabajo, cada vez más, se hará online a través de aplicaciones móviles. Así, a finales de esta década, una de cada tres transacciones laborales se hará online con una app, y no podrás calcular cuántas horas has hecho ni cuál debe ser la tarifa salarial. Es decir, es una política anticuada, no es muy eficaz y no llegará a la mayoría del precariado. Así que realmente se convierte en un gesto: una vieja herramienta socialdemócrata utilizada en el siglo XX.

En cambio, una renta básica ayudaría a reorientar nuestra economía para dedicar más tiempo al cuidado de otras personas, al cuidado del medio ambiente, a hacer un voluntariado, a hacer un trabajo que no es un trabajo, etc. Sin embargo, ¿por qué no valorar esas cosas tanto como cualquier otro tipo de trabajo? De momento, el salario mínimo no se ocupa de cosas como los cuidados no remunerados. Seguramente vimos durante el COVID que esta es la parte más vital del trabajo y, sin embargo, no la tratamos como trabajo. Si la gente tuviera derecho a una renta básica, también podría obtener ingresos, por supuesto, y pagar sus impuestos.

El salario mínimo no se ocupa de los cuidados no remunerados y durante el COVID vimos que esta es la parte más vital del trabajo aunque no la tratemos como tal

¿Cuál es el papel que pueden jugar las mujeres y el movimiento feminista en la implementación de una renta básica?

Creo que en todos nuestros experimentos piloto hemos comprobado que las mujeres ganan más con la renta básica que los hombres. Los hombres también ganan, pero las mujeres ganan más, en el sentido de independencia. Esa sensación de independencia refuerza su posición negociadora en la familia, en la comunidad y en el mercado laboral.

Las mujeres solteras con hijos pequeños viven una situación de inseguridad crónica y son fácilmente explotables. Pero si tuvieran una renta básica, podrían decir que no. Creo que es una herramienta de liberación feminista, no la única, no digo que sea la panacea. Por supuesto, necesitamos una legislación más fuerte para proteger a todos los grupos, incluyendo a las mujeres. También debería tener en cuenta a las personas con discapacidad que tienen costes adicionales y necesitarían un complemento por encima de la renta básica, porque la renta debería ser una cantidad igual en términos de capacidad de gasto. Las madres solteras con hijos pequeños también tienen mayores gastos que atender. Por eso, creo que es una herramienta feminista de liberación tremenda.

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