“Tengo que pedir permiso a mi marido para ir a la peluquería”: cuando la pensión no es suficiente para una vida digna
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María, nombre ficticio, no puede ir a la peluquería sin que su marido le dé permiso. Los únicos ingresos que tiene la pareja son los casi 800 euros que cobra el hombre. La mujer se ve “obligada” a preguntarle si puede permitirse algún “extra” como cortarse o arreglarse el pelo. Lo mismo le sucede si tiene que comprar zapatos, ropa o algún accesorio. Todos son “lujos” que no se pueden permitir. “No he trabajado nunca”, asegura a una de las personas que la atiende en Creix, asociación sin ánimo de lucro creada en 2021 para dar apoyo a los mayores y sus familias en Santa Eulária (Eivissa).
Si la vida en la isla es una carrera de obstáculos para llegar a fin de mes, fundamentalmente por el precio de la vivienda, la gran mayoría de jubilados, que no cuentan con pensiones que puedan hacer frente a todos estos gastos, se encuentran en una situación muy delicada. Si son mujeres, las dificultades se multiplican. La falta de acceso a la pensión contributiva por haber trabajado en casa o porque sus maridos ya cobran les resta poder de decisión sobre las necesidades más básicas como son comprarse unos zapatos o ir a la peluquería. Mientras, el cuidado de maridos, descendientes, familiares mayores dependientes y el cuidado de los nietos y nietas son algunos de los trabajos que, hoy por hoy, las mujeres siguen cargando en sus mochilas.
María y su marido tienen una hija con una discapacidad que justo ahora se ha emancipado porque ha conseguido su propia pensión. “Ha tenido suerte de encontrar una pequeña vivienda”, cuenta Vicente Marí Ribas, uno de los responsables de Creix. “Mientras residía con María, vivían todos de la jubilación del padre”, explica. “No los ves por la calle, van a la tienda y compran las cuatro cosas básicas. Esto afecta a la salud porque no te nutres como tienes que nutrirte. Afecta a la socialización, porque no pueden salir, no se relacionan”, relata. Creix se financia con diferentes aportaciones públicas, donaciones de entidades privadas y eventos de recaudación.
“Nosotros cobramos cinco euros al mes. Pero incluso hay gente que está exenta, porque no pueden pagarlos”. Este es el esbozo de las personas usuarias de Creix, que cuenta con dos locales en Jesús y Puig d'en Valls en los que organizan diferentes actividades con el objetivo de que los mayores se relacionen, estén activos y no pierdan los lazos sociales. En estas fechas realizan una gala de Halloween con la proyección de la película del ibicenco Héctor Escandell ‘Los crímenes del día de Todos los Santos’.
Son muchos los hándicaps que tienen que salvar los mayores para poder vivir dignamente y poder ser partícipes de la sociedad que los rodea, sin que queden varados a un lado. Pero desde Creix suscriben que el caso de las mujeres es más sangrante, si cabe. “Las mujeres no tienen derecho a la pensión no contributiva si el marido cobra la pensión decente”, explican. “Aunque su hija se ha ido de casa, la situación no ha cambiado. El marido cobra 804 euros, pero, como el tope estaba en los 799 euros, la mujer no ha podido pedir la suya. Tienen vivienda propia, pero con 800 euros en Eivissa es imposible vivir decentemente”, aseguran.
“Dependes de los muchos o pocos euros que tu marido quiera darte. Si él decide que aguante con lo que tengo, tendré que aguantar, aunque necesite unos zapatos, es él el que me dice si puedo o no”, explica María. No tiene pensión, no puede decidir, ni elegir. Es lo que hay. “Una mujer que ha mantenido una casa, que ha estado trabajando toda la vida y aún lo sigue haciendo... Reclamamos que tengan su pensión para que no tengan que depender de los maridos. Es una cuestión de dignidad”, solicitan desde Creix.
“En invierno te vas a dormir a las siete de la tarde”
Otros jubilados solo cobran la pensión mínima porque no han cotizado lo suficiente. Se han pasado su vida laboral como pequeños autónomos o haciendo trabajos de artesanía. “Si no produces en serie, no merece la pena darte de alta”. Así lo cuenta a elDiario.es Luis, argentino de nacimiento que lleva en Eivissa desde el año 1977. “Siempre he vivido en mi casa con mi pareja y hemos podido pagar gastos porque sigo haciendo algunas cosas para dos o tres clientes que me quedan. Con la pensión no puedo hacer nada”, añade. El hombre de 74 años se ha separado recientemente, “después de 32 años de convivencia”, con lo que con una pensión no contributiva, que ronda los 550 euros, “la vida es imposible” en la mayor de las Pitiüses. Solo las habitaciones en casas compartidas ya superan esa cantidad.
Luis, de 74 años, se ha separado recientemente. Le ha quedado una pensión no contributiva que ronda los 550 euros. Con este dinero, 'la vida es imposible' en Eivissa. Solo las habitaciones en casas compartidas ya superan esa cantidad
“La luz, consumes la mínima. En verano no hay aire acondicionado y de cara al invierno tienes la botella de butano pegada a ti. A las siete de la tarde a dormir y taparse con mantas”. Esta es la vida de un jubilado con este tipo de pensión. “Te obligan a acostarte pronto”, asevera. Son las consecuencias de la pobreza energética en la isla del lujo que sufren la mayoría de los jubilados con pensiones no contributivas o los grupos familiares, con dependientes a cargo, con solo una paga de jubilación proveniente del “cabeza de familia”.
“Desde el año 77 aporté cinco o seis años. Además, tenemos una ayuda de ciento y pico de euros, porque no puedes vivir con esta pensión; no es suficiente”, puntualiza. El hombre se refiere a una ayuda que el Ejecutivo autonómico ofrece a las personas que, a pesar de cobrar la no contributiva, no tienen ingresos suficientes, tal y como corroboran desde la Conselleria de Asuntos Sociales. “Por parte del Govern existe un suplemento a la PNC (pensión no contributiva), que es una cantidad que tiene una cuantía máxima de 150,41 euros. No hay un mínimo”, explican. Sin embargo, este suplemento no está disponible para aquellas personas jubiladas que cobran una pensión contributiva de poca cuantía, que en algunas ocasiones es tan baja como la PNC, sobre todo en el caso de las mujeres que dependen de la pensión del marido o de personas con bajas cotizaciones.
Luis, después de su separación, encontró una habitación “con mucha suerte”. Un conocido le hizo hueco en su casa. Paga 400 euros. “Y con el resto me voy defendiendo. Pero tengo que hacer algún trabajo extra, si no, no se puede vivir. Una changuita, labores de mantenimiento. Además, estoy haciendo algún trabajo para unos clientes que me quedan. Sin eso no podría vivir”, afirma.
El artesano tenía varias tiendas con las que trabajaba, también hacía souvenirs para las tiendas del aeropuerto. “Pero al llegar la pandemia y, como opté por la pensión no contributiva, ahí necesitaba una factura oficial que nunca me habían pedido. Antes no podía pagar los 300 y pico euros de autónomo por mes, se me hacía imposible. Todo iba en negro. Por eso no he podido cotizar todo lo que he trabajado”, explica a elDiario.es.
Antes no podía pagar los 300 y pico euros de autónomo por mes, se me hacía imposible. Todo iba en negro. Por eso no he podido cotizar todo lo que he trabajado
“Trabajé en Argentina en el Ministerio de Obras Públicas en la provincia de Buenos Aires, seis años, y tendré algo de pensión allí. Pero yo quiero seguir viviendo aquí, me he hecho de aquí, no me quiero ir”, comenta. Luis necesitaría viajar a su país de origen para poder arreglar los papeles de su pensión argentina y gestionar para su cobro en España. “Sin embargo, la pensión no contributiva tiene sus cosas porque, por ejemplo, no puedes viajar por más de dos meses y para arreglar esto necesitaría más tiempo”, concreta.
“Cada día es más difícil salir adelante”
En mejor situación económica se encuentran Carmen y su marido, aunque los achaques de la edad pesan. Más al “cabeza de familia” que sufre de Alzheimer, carga que Carmen lleva sobre sus espaldas. Igual que le ha sucedido toda su vida para sacar adelante a los seis hijos que tiene el matrimonio. “Somos una pareja de jubilados y entre las dos pensiones ingresamos alrededor de 2.000 euros”, cuenta la mujer a este periódico. “Pero yo cobro mucho menos que mi marido porque he trabajado a media jornada y me jubilé antes por problemas de salud. No podía ser de otra manera, tenía que estar con mis hijos y en aquella época el colegio empezaba a los cinco años. Fue una época muy difícil”, suspira.
Yo cobro mucho menos que mi marido porque he trabajado a media jornada y me jubilé antes por problemas de salud. No podía ser de otra manera, tenía que estar con mis hijos y en aquella época el colegio empezaba a los cinco años. Fue una época muy difícil
En estos momentos la pareja vive con su hijo menor de 38 años. “Está pensando en independizarse, pero tiene el problema de la vivienda, que no encuentra. El alquiler es prácticamente el sueldo que gana”, cuenta la mujer. “Nosotros hemos cotizado toda la vida. Vinimos de fuera muy jóvenes, con 18 años, cuando me casé. Yo he trabajado de asistenta y mi marido en el ayuntamiento y anteriormente en la construcción”, concreta. “Tuve la suerte de que en la casa donde trabajaba tenía mi contrato. Estuve 20 años contratada. Estoy muy agradecida, incluso me dejaban llevarme a los niños. Mi señora me dijo que no había problema, que me los llevara y que hiciera lo que pudiera. Si había un niño enfermo me quedaba en casa sin problemas”, puntualiza.
El matrimonio compró un terreno y construyó su casa hace décadas. “La hicimos con nuestras propias manos, yo era peón y mi marido el oficial; los hijos más mayores también ayudaban. Fue mucho sacrificio. Pero si no lo hubiéramos hecho no podríamos pagar un alquiler hoy”, ratifica.
Sin embargo, parece que esta situación también va a empeorar. Desde la asociación Creix aseguran que si las cosas continúan así en cinco o seis años, como mucho, “los jubilados tendrán una crisis brutal en la isla”. “Hasta ahora la población de jubilados en Eivissa viene de la generación en la que todos querían tener sus casas en propiedad, y es por eso que muchos no tienen problemas en cuanto a la vivienda. Pero en pocos años, menos de lo que pensamos, la generación que accederá a las jubilaciones, y que no optaron en su momento a la compra, no podrán seguir viviendo en la isla. Ya está pasando con algunos”, cuentan.
Según la entidad, la forma de vivir de los mayores de ahora, “que han trabajado mucho para sus familias y han ahorrado toda su vida como hormiguitas”, cambió hace mucho tiempo, “cuando el alquiler empezó a ser una opción de vida”. “Cada día es más difícil salir adelante. Nosotros nos quedamos aquí porque tenemos a todos nuestros hijos aquí y vamos a necesitar ayuda, pero los precios están por las nubes”, asegura Carmen. “De momento vamos saliendo. El día que mi marido necesite más ayuda no voy a poder atenderlo. Y si tenemos que contratar a alguien, no vamos a poder llegar con la pensión. Y si me pongo enferma, ¿qué hago con él?”, se pregunta la mujer.
En octubre de 2023 el número de pensionistas en Baleares era de 201.843. En septiembre de 2024 han sido 208.976 personas las que han cobrado su pensión, según los datos del Ministerio de Inclusión. En el caso de la pensión de jubilación, la cuantía media se sitúa en 1.334,25 euros, frente a los 1.271 de septiembre de 2023. La media nacional es de 1.445,75 euros, después de la subida de las pensiones con el IPC de principios de año.
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