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Las aves migratorias del Mediterráneo, en una situación delicada debido a la crisis climática que seca los humedales

Nicolás Ribas

Eivissa —

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Las especies de aves de las zonas húmedas de Menorca se encuentran en una situación delicada debido a los efectos de la crisis climática. Una zona húmeda es un ecosistema que se sitúa entre dos hábitats: el medio acuático y el medio terrestre, ya sea de origen natural o antrópico (es decir, producido o modificado por la actividad humana), y que se caracteriza por la presencia de una lámina superficial de agua y poco profunda, permanente o estacional. El archipiélago balear posee 67 zonas húmedas naturales –32 en Mallorca, 25 en Menorca, tres en Eivissa y cuatro en Formentera– y siete artificiales –todas ellas en Mallorca–, según datos del Govern.

Estas zonas húmedas, cuyas masas de agua son cada día más exiguas debido a la nueva etapa de ebullición global en la que hemos entrado –caracterizada por una mayor frecuencia de fenómenos climáticos extremos–, configuran un paraíso de alto valor para las aves migratorias. En el caso menorquín, preocupa especialmente la situación del carricero común (boscarla de canyís, en catalán), un pequeño pájaro insectívoro de tonos ocres que visita la isla durante la época reproductora, y de la buscarla pintoja (boscaler pintat gros), un pájaro muy pequeño de color pardo con tonalidades verde oliva.

Igual que en el caso del carricero común, únicamente se puede observar en Menorca durante la época de las migraciones prenupciales (de primavera a otoño), antes de desplazarse con sus crías hacia zonas en las que ha llegado el invierno. “Son aves palustres que viven y buscan su alimento en estas áreas. Habitan en zonas húmedas, si la sueltas en un bosque, probablemente se morirá de hambre porque no sabrá dónde buscar su comida”, explica Raül Escandell, coordinador de campaña de la Societat Ornitològica de Menorca. Es decir, que si las zonas húmedas sufren porque van perdiendo, progresivamente, su caudal de agua, “cuando estas aves marinas llegan a las islas durante su periodo de migración, se encuentran con cada vez menos recursos para sobrevivir”, lamenta Escandell. “El cambio climático no afecta solo a estas especies cuando pasan por Menorca, sino durante todo su ciclo de vida”, recuerda el experto en ornitología.

Son aves palustres que viven y buscan su alimento en estas áreas. Habitan en zonas húmedas, si la sueltas en un bosque, probablemente se morirá de hambre porque no sabrá dónde buscar su comida

Una tendencia negativa y “peligrosa”

De hecho, estas dos especies de aves migratorias han tenido unos resultados de capturas mediante la técnica del anillamiento científico muy por debajo de la media, según un estudio sobre la migración prenupcial de las aves a través del Mediterráneo realizado por la Societat Ornitològica de Menorca en l’Illa de l’Aire. Este islote, ubicado en el sureste de Menorca, además de constituir un paso migratorio importantísimo y acoger colonias de reproducción de las aves marinas de la isla, también es hábitat de la sargantana negra (lagartija negra, en castellano), una subespecie de la lagartija balear. Desde hace años, por la riqueza e importancia de su biodiversidad, se reclama la declaración de l’Illa de l’Aire como reserva natural.

“Es una tendencia negativa que es peligrosa”, reconoce Escandell, que advierte que hacen falta más estudios para determinar si la tendencia se mantiene durante un periodo más largo de tiempo, así como cruce de datos y puesta en común de estudios con organizaciones que trabajan en otras zonas del Mediterráneo Occidental. Por ejemplo, en los humedales del Empordà (Girona, Catalunya), las capturas del carricero común han aumentado durante la última quincena de mayo. Los datos que ha recopilado la Societat Ornitològica de Menorca respecto a estas dos especies vienen condicionados por lo que ha sucedido durante el invierno anterior.

Es decir, en el caso del carricero común y de la buscarla pintoja, la crisis climática les afecta tanto en las zonas donde crían (que suele abarcar desde las áreas del Mediterráneo hasta las que conducen al norte de Europa) como, sobre todo, en aquellas donde pasan el invierno (en el sur del Sáhara). “La zona del Sahel, pese a que no es exactamente una zona húmeda en invierno, es muy buena para estas aves, ya que hay mucho alimento. Pero hay muchos inviernos donde esta área está seca, y si está seca, las aves sufren mucho”, indica Escandell. Como la crisis climática afecta a las zonas húmedas, los ejemplares de aves marinas, que tienen menos alimento, van disminuyendo.

La zona húmeda más importante de Menorca es s’Albufera des Grau, declarada Parc Natural mediante el Decreto 50/1995, de 4 de mayo, después de años de movilizaciones sociales que reclamaban esta protección, como ocurrió también en el Parc Natural de ses Salines d’Eivissa i Formentera. En el caso menorquín, la protección llegó antes que a Eivissa y Formentera, y fue ampliada en 2003 hasta ocupar más de 5.183 hectáreas, tanto marinas como terrestres, lo que incluyó la declaración de cinco reservas naturales (las Illes d’Addaia, s’Estany, Bassa de Morella, es Prat y l’Illa d’en Colom). El objetivo fue conservar espacios considerados “especialmente sensibles y con valores de gran interés”. De hecho, prácticamente toda la zona está incluida dentro de una Área Natural de Especial Interés (ANEI) y forma parte de la Red Natura 2000, así como del núcleo de la Reserva de la Biosfera.

Una imagen más ampliada del estudio muestra que entre los años 1995 y 2023 se ha producido una pérdida constante del flujo migratorio, pese a que este año ha sido bueno en lo que se refiere a las capturas en l’Illa de l’Aire de Menorca, con un 9,8% por encima de la media. Los datos finales de la campaña apuntan a que se han realizado 3.484 primeras capturas repartidas en 3.462 anillamientos y 22 recuperaciones de aves capturadas en campañas anteriores o con anillas extranjeras (procedentes de Bélgica, Alemania, Dinamarca y Suiza).

Entre los resultados positivos se encuentran la mayoría de las especies transaharianas, entre las que destaca el zarcero icterino (bosqueta icterina, en catalán), con un récord de 47 capturas en un solo día; el colirrojo real (coa–roja); el papamoscas cerrojillo (menjamosques negre) y el papamoscas gris (menjamosques gris). Otras especies como el ruiseñor (rossinyol), la curruca zarcera (busqueret d’abatzer) o la tórtola europea (tórtora europea), en cambio, continúan con tendencias negativas en el conjunto del estudio.

Los investigadores también han mostrado su preocupación por la tendencia negativa que han detectado en los últimos años respecto a la tarabilla norteña (vitrac foraster) y el alcaudón común (capsigrany), que han experimentado un notable descenso histórico de capturas. Esta disminución notable, por debajo de la media histórica, también ha afectado al pardillo (passerrell), especie residente en el islote. En este caso, los expertos creen que este descenso puede deberse a la cría tardía, la sequía y, tal vez, la competencia con el conejo por la salada (una planta que solo vive en las marismas y zonas salobres).

La pardela balear, en peligro de extinción

En cuanto a las especies reproductoras en l’Illa de l’Aire, los ornitólogos han observado que la pardela balear se encuentra en un estado “crítico”, como ocurre también en las Pitiüses, ya que es el ave marina más amenazada de Europa y está clasificada en peligro de extinción en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas. “Hay muy pocas parejas en l’Illa de l’Aire”, lamenta el ornitólogo Escandell.

La pardela balear se encuentra en un estado “crítico”, como ocurre también en las Pitiüses, ya que es el ave marina más amenazada de Europa y está clasificada en peligro de extinción

La conservación y cría de esta especie en el islote es muy importante, afirman los expertos, debido a los problemas de depredación a los que se enfrenta la colonia que habita en la Mola de Maó. Además, existen entre 250 y 300 parejas reproductoras de gaviota patiamarilla (gavina camagroga); entre 100 y 110 parejas de pardela cenicienta (baldritja grossa) y unas 25 parejas de paiños (marineret), según una estimación de los investigadores. Por otro lado, se ha detectado la presencia de restos de sedales de pesca y anzuelos abandonados por la costa, suponiendo un grave problema para estas aves, que ya han afectado a un ejemplar adulto de gaviota de Audouin (gavina corsa).

De los datos a nivel europeo se desprende que en los últimos 35 años se ha producido una grave disminución de aves comunes, lo cual se ha contabilizado en unos 421 millones de ejemplares menos, según un estudio realizado por la Universidad de Exeter, la Royal Society for the Protection of Birds (RSPB) y el Pan–European Common Bird Monitoring Scheme (PECBMS). Una tendencia que, según este último organismo, continúa dándose en toda Europa.

Por este motivo, islas pequeñas del mar Mediterráneo como l’Illa de l’Aire juegan “un papel fundamental para la supervivencia de muchas aves migrantes”, ya que el islote les otorga un lugar “para resguardarse, alimentarse y coger fuerzas para seguir su ruta”. Muchas de estas aves no llegarían a la costa norte del mar Mediterráneo si no encontraran estas islas, afirman los expertos. La protección y conservación de estos islotes, así como de sus hábitats, es, por tanto, “vital” para garantizar la supervivencia de todas las especies migratorias.