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ENTREVISTA Chari Cruz

La madre del legionario de 21 años fallecido en unas maniobras: “Si es un accidente, no modificas pruebas”

“Alejandro tenía clarísimo que quería ser militar. Decía que si llegaba a ir a una misión real, si se tenía que poner delante de la bala con tal de salvar a alguien, lo haría”. Chari Cruz, madre del legionario mallorquín Alejandro Jiménez, quien el 25 de marzo de 2019 murió, con 21 años, a consecuencia de un disparo durante unas maniobras de adiestramiento con fuego real en la base de Agost, en Alicante, habla claro sobre su hijo y sobre los hechos que rodearon a su fallecimiento, cuando uno de los oficiales, a gritos de “enemigo al frente, al faldón de la montaña”, improvisó un nuevo objetivo que no estaba programado en los ejercicios de ese día, a pesar de que ya se había ordenado el alto el fuego y Alejandro ya se encontraba con la rodilla en tierra. Desde el pasado 14 de febrero, hasta ocho procesados se sientan en el banquillo del Tribunal Territorial Militar Segundo de Sevilla. Entre ellos, el sargento Saúl Guil, presunto autor del tiro que acabó con la vida del joven soldado.

El principal acusado insiste en su teoría de que todo fue un accidente, versión que secundan varios de los procesados. El resto se ancla en el 'no recuerdo'. Desde el primer momento del suceso, el Ejército alegó que el rebote de una bala de fusil había alcanzado la axila de Alejandro. Sin embargo, las investigaciones de la Guardia Civil destaparon, meses después, las supuestas irregularidades cometidas con el objetivo de reforzar la tesis de que la muerte del joven, adscrito al tercio Don Juan de Austria 3º de la Legión, se había producido de forma fortuita.

“Si es un accidente, no modificas pruebas, no recreas lo que pasó sin ser verdad, no modificas versiones, no ocultas pruebas ni amenazas a la única persona que no ha querido entrar al trapo de las mentiras”, señala Chari en una entrevista con elDiario.es, en la que explica cómo los peritos del Instituto Armado llegaron a la conclusión de que el proyectil que acabó con la vida de su hijo salió del fusil del sargento o cómo la incineración del cuerpo fue paralizada tras detectarse restos de la bala en su corazón. “Dentro de lo que ha sido esta desgracia, doy las gracias de que la bala se quedase dentro del cuerpo de Alejandro. Si hubiera llegado a atravesarle, nos habríamos quedado con que todo fue un accidente”, afirma.

¿Cómo ha sido reencontrarse cara a cara con el presunto responsable de la muerte de su hijo y con quienes supuestamente encubrieron los hechos, como sostiene la Fiscalía?

No puedo definir lo que sentí al verlos. No encuentro la palabra exacta para definir lo que una siente cuando ve por primera vez a la persona que, según se sabe científicamente, mató a tu hijo. Y que conste que en ningún momento hablo de asesinato, pero sí de un homicidio. Porque, al igual que uno puede sufrir un accidente, uno puede inventarse un ejercicio, porque si estás en una misión real, los insurgentes no te van a avisar de que te van a disparar. Hasta ahí lo asumo todo, aunque la que haya perdido a su hijo sea yo. Pero es muy distinto que pase eso y que te lo reconozcan a mentir y ocultar pruebas, a obligar a que todos los demás te sigan y te salven el culo, a amenazar, increpar y hacerle la vida imposible a la única persona que no ha querido entrar al trapo hasta el punto de estar tres años de baja psicológica. Entonces a mí ya no me cuadra que sea un accidente, porque si es un accidente, luego no modificas pruebas, que es lo que hicieron cuando traspasaron el perímetro establecido por la Guardia Civil en el lugar de los hechos y recogieron las vainas que quedaron en el terreno, o cuando tú mismo, sin permiso de nadie, recreas lo que pasó para luego hacer creer a la Guardia Civil que fue así cuando no es verdad, o cuando modificas versiones. Si cinco, 10, 15 o 20 personas dicen lo mismo, pero es mentira, al día siguiente va a haber matices e incongruencias. Pero si dicen la verdad, seguirán diciendo lo mismo.

Los principales acusados insisten en su versión de que el disparo fue un accidente y los demás no recuerdan cómo sucedió todo...

Los principales acusados insisten en que el sargento no disparó, que fue un rebote de bala... Y los demás se anclan en el “yo no vi nada, yo no recuerdo, yo no sé nada”. Uno de ellos, incluso, cuando le tomaron declaración en la causa, respondió a la Guardia Civil: “Yo no sé nada, pero ustedes tampoco lo van a saber en su puta vida”, y eso está transcrito y firmado por él en el sumario. Yo miraba a la cara de ese acusado en el momento en que los guardias civiles explicaban eso en el juicio y él ni se inmutaba. Y al que no quiso seguirles el juego le decían “maricón de mierda, lárgate de aquí, no sirves para nada”. Según dicen, es normal hablar así a quienes ellos consideran torpes, ineptos y flojos. Dicen que no era un insulto, que lo decían en plan jocoso. La cuestión es denigrar a la gente. Se reían de la única persona que dijo lo que sabía y que además tuvo las santas narices, y eso que según ellos es tan poca cosa, de grabar las cosas que estaban tramando y presentarlo a la Guardia Civil y al juez. Fueron los indicios que provocaron que la Guardia Civil de Homicidios de Alicante, actuando como policía judicial, viera que algo estaba pasando.

Los tres peritos de Balística manifestaron, además, su “certeza absoluta” de que la bala salió del fusil del sargento...

Todo fue meditado. Si no tienes que disparar, ¿por qué cargas tu fusil y disparas? No creo que el sargento pensara: “Mira, como tengo el fusil cargado, voy a hacer unos tiritos”. No, porque además él no estaba disparando hacia las dianas, que las tenía enfrente. Él se giró disparando y Alejandro estaba a su izquierda. Y lo más fuerte es que la Guardia Civil ha demostrado que el fusil del sargento, que se supone que era semiautomático –es decir, disparas y se recarga solo: luego tienes que disparar y ya está– tenía un defecto: sí o sí tenía que ir metiendo bala a bala y disparar, y eso refuerza el hecho de que todo fue premeditado. Y eso lo explicó uno de los guardias civiles que han declarado en el juicio vía conferencia. Sólo le faltó decir: “Blanco y en botella”.

¿Cómo se llegó a la conclusión de que el fusil pertenecía al sargento?

Hubo un momento llamativo cuando los de balística explicaron esto. Los abogados de la defensa les preguntaban sobre los indicios y conjeturas que manejaban, pero de inmediato les respondieron: “Nosotros ni conjeturamos ni tenemos indicios. Nosotros trabajamos con pruebas”. Explicaron que, con los restos de proyectil que recogieron, buscaron el armamento en el que podía encajar ese tipo de bala. Sabían que una ametralladora no tiene esa munición, pero los fusiles, sí. Y aunque estos sean del mismo modelo, cada uno es único, como ocurre con las huellas dactilares. Es algo irrefutable. Tuvieron que disparar con todas y cada una de las armas para comprobar el efecto de sus estrías. Y determinaron que el fusil del que salió el disparo era el 70330. Ni los guardias civiles ni los peritos en ningún momento sabían que ese fusil pertenecía al sargento. Ellos hacen los análisis de armas y determinan, después de tres pruebas con tres peritos distintos, de qué fusil en concreto procede una bala. A continuación, cuando se proporciona esa información al Juzgado, se da la orden a la Policía Judicial de averiguar a quién pertenece ese fusil. Cada soldado tiene el suyo y nadie puede hacer uso del arma excepto el que la tiene asignada durante su vida militar. Y esa es la que tienen que coger siempre. Nunca pueden abandonar su fusil, va contra las normas del Ejército. De hecho, Alejandro me contaba que incluso cuando estaban durmiendo en el suelo o para hacer sus necesidades debían llevarlo en la mano. Me mandó una foto que le habían hecho sus compañeros mientras dormía y tenía su fusil abrazado. Ese fusil no lo puede tocar nadie.

La Guardia Civil determinó que el fusil del que salió el disparo era el 70330. Ni los guardias civiles ni los peritos en ningún momento sabían que ese fusil pertenecía al sargento cuando llevaron a cabo el análisis

¿Qué respondió el sargento cuando en el juicio se le preguntó al respecto?

Él sigue diciendo que no disparó esa bala, que fue un rebote. Reconoce que disparó en la primera parte del ejercicio, pero no en la segunda, que es cuando Alejandro resultó muerto. Los otros no recuerdan... El capitán, que es el que inventó el ejercicio y dio instrucciones, dice que no se acuerda de que había dos campos de tiro separados por un merlón. La teniente coronel, que es la fiscal, dijo: “Vamos a ver, yo he estado tres veces allí porque para hacer la reconstrucción tenía que estar presente. Cualquiera que haya estado allí sabe perfectamente que hay dos campos de tiro separados por un merlón”. Los acusados dicen, además, que el sargento fue el primero en llegar junto a Alejandro, pero si se supone, como él dice, que se encontraba a 25 metros (aunque la Fiscalía sostiene que estaba a menos de 15) y él no ha disparado, ¿cómo es posible que fuese el primero en llegar? Ahí ya hay indicios de que tú sabes que has disparado y que tu disparo ha sido el que ha impactado contra Alejandro. Uno de ellos, que hoy en día es cabo, declara en todo momento que se encontraba al lado de uno de los tenientes, y según la recreación estaba detrás de los soldados. Se supone que el sargento debía de estar al lado del teniente, es decir, detrás. Si Alejandro y los demás soldados están yendo hacia el merlón, que es donde se encuentran las dianas, ¿cómo ha impactado el disparo a Alejandro? La trayectoria y la angulación indican que él se colocó delante y se puso a disparar. Pero ellos dicen que no, que no lo recuerdan. Y que están convencidos de que el sargento no disparó.

¿No llevaban chalecos antibalas durante las maniobras?

A mi hijo le dieron un chaleco antifragmentos que llevaba tres años caducado. Se supone que ese chaleco debía parar los fragmentos de las balas si hubiera sido un rebote. Las placas antibalas estaban guardadas en un almacén sin estrenar desde 2012, porque, según ellos, estos acusados son legionarios y desafían a la naturaleza. Se consideran superhéroes. Superhéroes sin capa. A pecho descubierto. Entonces para ellos no es normal llevar esas placas antibalas. Si la hubiera llevado puesta, mi hijo habría tenido solo un hematoma o, como mucho, una fisura de costilla. Es algo inexplicable y, según ellos, no hay ninguna normativa que les exija llevar las placas. Sin embargo, en la siguiente maniobra que hicieron sí las llevaban y el capitán, que es uno de los procesados y el que se inventó toda esta milonga, les dijo al resto: “Yo sé de uno que desde donde esté se debe de estar descojonando de la risa. Nosotros con los chalecos antibalas puestos y él no está porque no lo llevaba...”. El mismo que me abrazó y abrazó a mi madre en Málaga, delante del barrio de Alejandro, diciéndome que se cortaba las manos asegurándonos que no había sido ningún impacto y que no había nada raro. Y así se lo dijo a la Guardia Civil, que estas cosas pasan y han pasado mil veces. El mismo que estuvo todo el tiempo al lado del féretro de mi hijo y el que me dijo que estuvo junto a Alejandro durante una hora y media intentando ayudarlo para que se salvara, cuando en realidad no sobrepasó el minuto con vida.

Las placas antibalas estaban guardadas en un almacén sin estrenar porque, según ellos, estos acusados son legionarios y desafían a la naturaleza. Si la hubiera llevado puesta, mi hijo habría tenido solo un hematoma o una fisura de costilla

¿Qué datos ofrecía la autopsia sobre el fallecimiento de Alejandro?

El forense que la llevó a cabo, a preguntas de la Fiscalía, manifestó que Alejandro, como mucho, debió de estar vivo un minuto, pero que en 30 segundos debió de entrar en shock cerebral debido al nivel de dolor que sufrió. Le preguntaron si era posible, como habían declarado anteriormente los procesados, que Alejandro gritara “Ah, me han dado” e intentase ponerse de pie y llevarse las manos al pecho. Respondió que por la herida que presentaba debido a la trayectoria que siguió el proyectil era imposible. También habló la juez que efectuó el levantamiento del cadáver. Explicó que no llegó al campo de maniobras porque se encontró un vehículo del Ejército con una cruz roja en la que trasladaban a Alejandro. No había sanitario, no había médico, no había enfermero, no había nada. A ella le dijeron que Alejandro tenía un impacto en la axila pero, al preguntarle qué es lo que vio ella, manifestó que vio a Alejandro totalmente tumbado, que ya estaba fallecido y que tenía muchos apósitos en el pecho. Manifestó que en todo momento le dijeron que era un impacto que había penetrado por la axila. Hizo el levantamiento y se llevaron el cuerpo al tanatorio. Mi hijo ahí tirado durante varias horas, solo, y ellos empezando a urdir toda la trama.

El forense que hizo la autopsia manifestó que Alejandro, como mucho, debió de estar vivo un minuto, pero que en 30 segundos debió de entrar en shock cerebral debido al nivel de dolor que sufrió

El secreto de sumario se prolongó, además, durante varios meses...

Así es... Cuando nos íbamos al tanatorio para proceder a la incineración nos paró un teniente coronel. Nos dijo que el Juzgado Militar de la Sala 23 de Almería había decretado el secreto de sumario, pero no nos explicaron nada más, cuando se suponía que había sido un rebote de bala... Algo pasaba, pero en el funeral todo el momento se oían comentarios sobre “qué mala suerte, qué pena”, “ha sido un cúmulo de circunstancias”... No comprendíamos nada. En el tanatorio de Alicante, cuando le hacen la autopsia a Alejandro, le sacaron unas esquirlas del proyectil, pero no se dieron cuenta de que había otras encajadas en su corazón. Tuvieron que paralizar la incineración cuando las detectaron, para poder extraerlas. Al forense de Almería que declaró en el juicio le preguntaron por qué efectuó una segunda autopsia y él matizó: “No fue una segunda autopsia. A mí se me reclamó para una operación de extracción porque porque a él ya se le había hecho la autopsia”. Explicó que con unos aparatos muy sensibles pudieron determinar dónde estaban los restos alojados en su corazón. Extrajo un trozo de proyectil con la cabeza de la bala intacta. Si hubiera sido un rebote, la bala estaría deformada, pero apareció íntegra. Por eso, dentro de lo que ha sido esta desgracia, doy las gracias de que la bala se quedase dentro del cuerpo de Alejandro. Si hubiera llegado a atravesarle, nos habríamos quedado con que todo fue un accidente. Era tan fuerte que sólo pudo con él una bala en el pecho.

¿Cómo ha vivido las primeras semanas de juicio escuchando las versiones de los acusados?

Muchas veces me daban ganas de levantarme y decirle al sargento: “Pero vamos a ver, qué estás diciendo. Prácticamente estás diciendo que mi hijo te quitó el fusil de las manos para dispararse a sí mismo”. Más de una vez quería gritarles: Pero vamos a ver, so sinvergüenzas, que estáis hablando de mi hijo, que yo entiendo que estáis ahí defendiéndoos, que todo el mundo tiene derecho porque estamos en un país democrático. Pero no me fastidies, un poco de respeto”. Ni un buenos días ni nada, ni una palabra de pésame. Eso lo hicieron los guardias civiles, a quienes no conocíamos de nada. Delante del tribunal, antes de empezar a hablar, manifestaron: “Su señoría, si me lo permite, antes de empezar a declarar quiero darles mi máximo respeto y mis condolencias a los familiares del Caballero Legionario Jiménez Cruz. Y la jueza, al terminar el primer día de la vista, se acercó a nosotros y nos dijo que sabía que no iba a ser fácil, que a ella, como madre, no le gustaría estar en mi lugar. Que nos quedara claro que, pase lo que pase en su juzgado, siempre iba a intentar que saliera la verdad.

¿En algún momento se han puesto en contacto con usted las autoridades políticas?

De Balears no me ha llamado nadie. Al funeral que se celebró en Palma vino un secretario del alcalde o del Govern, pero nadie de alto rango. Y la ministra de Defensa, Margarita Robles, tanto al padre de Alejandro como a mí nos llamó el día después del fallecimiento para darnos las condolencias y decir que “vaya mala suerte que ha tenido Alejandro”. Yo estaba en el aeropuerto a punto de embarcar hacia Alicante y le pregunté si tenía hijos. Al responderme que no, le dije: “Entonces no podrá ponerse nunca en la vida en mi lugar”. A todo esto, pensando en ese momento que todo era como nos lo habían contado, que había sido un accidente. Luego pensé para mí: “Has dejado solo a mi hijo toda la noche hasta que llegó su padre al tanatorio cuando hay aviones militares en Palma, que vuelan de noche y que le podían haber llevado perfectamente a Alicante. Porque mi hijo, no lo olvidemos, estaba en activo y murió en acto de servicio. Yo me tuve que buscar un avión al día siguiente. Hasta las 14.00 de la tarde no llegué y Alejandro había muerto a las 18:20 del día anterior. Todavía estamos esperando que nos devuelvan el dinero, porque nos dijeron que eso corría a cargo de los gastos del Ejército. Y eso lo digo yo, que nunca me he metido con las instituciones. Después, Robles estuvo en la base de Viator de Almería, donde estaba destinado mi hijo. Pero cuando nosotros llegamos no se quedó a esperar el féretro de Alejandro, ni a darle honores, ni se quedó al funeral ni nada. Y respecto a las autoridades de Balears, todo el tiempo se recalca que era mallorquín y demás pero si las cenizas de mi hijo están aquí es porque yo me las traje.

Hay que cambiar la política que tienen en el Ejército. Y que quiten a esta gente de en medio. Que ninguna otra madre, ningún padre, las abuelas, los abuelos, los hermanos, que ningún familiar más tenga que volver a pasar por esto

¿Qué les diría a quienes afirman que murió haciendo lo que le gustaba, en una profesión en la que, al fin y al cabo, frecuentemente se corren riesgos?

Yo les diría que mi hijo era muy consciente de eso. Alejandro era militar de vocación, no era militar de tres al cuarto. Lo primero que aprendió cuando habló fue a decir que quería ser militar. Él lo tenía clarísimo. Decía que si llegaba a ir a una misión real, mi hijo, si se tenía que poner delante de la bala con tal de salvar a alguien, lo haría. Me decía: “Mamá, tú sabes que yo en esto soy un poco friki, pero es que yo lo siento de corazón”. Eso él lo sabía, pero esto nunca debería pasar en un ejercicio con tus propios compañeros y además aquí en España. Porque en una misión real, ¿sabes cuál es la diferencia? Que a mi hijo y a todos los demás les habrían obligado a llevar los chalecos antibalas. Hay que cambiar la política que tienen en el Ejército. Y que quiten a esta gente de en medio. Que ninguna otra madre, ningún padre, las abuelas, los abuelos, los hermanos, que ningún familiar más tenga que volver a pasar por esto.