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El policía que protege a los menores en TikTok: “Mejor que mi hijo sea excluido por no tener móvil a que vea porno”

Silvestre del Río, policía de Menores.

Alberto Fraile

Mallorca —
1 de octubre de 2024 22:14 h

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En un mundo donde la tecnología y las redes sociales ocupan un lugar central en nuestras vidas, los riesgos y desafíos para los menores son constantes. Las plataformas digitales, conscientes de las preocupaciones de las autoridades y las familias, han comenzado a adoptar medidas para mejorar la seguridad. Un ejemplo es Meta, que ha lanzado cuentas específicas para adolescentes en Instagram con el objetivo de proteger a los jóvenes en el entorno digital.

Silvestre del Río (Palma, 1980), policía de Menores con 20 años de experiencia y fundador de la Asociación Educando Proteges, ofrece una visión experta sobre cómo salvaguardar a los menores en el ámbito digital y analiza las implicaciones de la tecnología en su seguridad y bienestar. Durante dos décadas ha trabajado como Policía Tutor en Marratxí (Mallorca) y ha colaborado estrechamente con la Fiscalía de Menores, recibiendo la “Cruz Verde al Mérito Policial” por su destacada labor. Su carrera se ha centrado en la protección y educación de los más jóvenes frente a los peligros de Internet.

Meta ha anunciado su intención de implementar cuentas para menores que estarán activas en España a finales de año. ¿Qué riesgos y beneficios ve en que plataformas como Instagram permitan el acceso de manera oficial a los menores?

Las cuentas que Instagram lanza para adolescentes están dirigidas a menores de entre 14 y 16 años. En España, el uso de redes sociales está permitido a partir de los 14. No incumplen ninguna normativa, pero resulta curioso que se olviden del tramo de edad entre los 16 y los 18 años, ya que siguen siendo menores, y parece que la privacidad en esas edades deja de ser relevante. Tampoco se mencionan las cuentas falsas que muchos menores, especialmente los menores de 14 años, utilizan.

La legislación por sí sola no resolverá el problema, pero, en su opinión, ¿hasta qué punto es adecuada la legislación actual en Balears y en España para abordar los riesgos digitales? 

La legislación actual no es suficiente para resolver el problema, pero lo más preocupante es que ninguna ley será eficaz mientras no exista una identificación digital real en Internet. La capacidad de los menores para eludir las restricciones, ya sea mediante la creación de perfiles falsos, la falsificación de su edad o el uso de herramientas como las VPN para sortear bloqueos geográficos, hace que las normativas vigentes en Baleares y en España no tengan el impacto necesario. Un menor puede acceder fácilmente a contenidos inapropiados simplemente afirmando que tiene 18 años o más.

Aunque se promuevan iniciativas legislativas como la regulación del acceso a la pornografía, los menores suelen estar un paso por delante utilizando soluciones tecnológicas que eluden cualquier barrera que el gobierno implemente. Por ello, la legislación debe ir acompañada de una identificación digital sólida; necesitamos un sistema que garantice la correcta identificación de cada usuario en Internet. Solo así será posible un control eficaz del acceso de menores a ciertos contenidos.

La legislación debe ir acompañada de una identificación digital sólida; necesitamos un sistema que garantice la correcta identificación de cada usuario en Internet. Solo así será posible un control eficaz del acceso de menores a ciertos contenidos

El problema no radica únicamente en la falta de legislación o su ineficacia, sino también en la falsa sensación de seguridad que pueden generar herramientas como el control parental. Muchos padres creen que, al activar el control parental, pueden desentenderse de la supervisión directa y la comunicación con sus hijos. Sin embargo, la realidad es que la mayoría de los menores sabe cómo burlar esas restricciones, y si no lo saben, siempre existe la posibilidad de acceder a un dispositivo sin controles en el entorno de amigos o vecinos.

Por lo tanto, mientras no haya una regulación acompañada de una identificación digital real en Internet, ninguna ley funcionará eficazmente. El control de este problema no solo pasa por la legislación, sino también por la educación, la comunicación constante y el acompañamiento cercano de los padres en la vida digital de sus hijos. Solo de este modo se podrá abordar de manera efectiva este desafío creciente.

¿La responsabilidad de que los menores hagan un uso inadecuado de las redes recae en las empresas tecnológicas o en los adultos cercanos a ellos?

Los principales responsables de velar por los menores son los padres y es evidente que la mayor responsabilidad recae sobre ellos. Hoy en día, estamos olvidando algo fundamental: educar. Nos olvidamos de la educación digital, algo indispensable cuando damos a nuestros hijos un móvil a los nueve años o les permitimos tener redes sociales a los 11 o 12 años. Sin embargo, estamos dejando que aprendan por su cuenta, y ese es el gran error. Debemos acompañarlos en el proceso. También es cierto que las plataformas digitales deberían tomar mayores medidas de precaución para evitar el mal uso por parte de los menores.

Los principales responsables de velar por los menores son los padres. Sin embargo, estamos dejando que aprendan por su cuenta, y ese es el gran error. Debemos acompañarlos en el proceso. También es cierto que las plataformas digitales deberían tomar mayores medidas de precaución para evitar el mal uso por parte de los menores

Como padres, tenemos la obligación legal de proteger a nuestros hijos en todos los ámbitos de la vida, y eso incluye el ámbito digital. No podemos seguir evadiendo esta responsabilidad; necesitamos involucrarnos mucho más en la era en la que vivimos. Para poder proteger a nuestros hijos, debemos conocer su mundo, y eso incluye el digital. Si no comprendemos su realidad, no podremos ser su referente. Cuando se enfrenten a problemas o dudas, intentarán resolverlos por sus propios medios o buscarán ayuda en terceras personas, lo cual no es lo ideal.

Debemos convertirnos en la primera fuente a la que acudan nuestros hijos cuando tengan un problema.

Nos enfrentamos a diferentes problemáticas: por un lado, el ciberacoso; por otro, la exposición a contenido inapropiado; además está la adicción... ¿Cómo podemos gestionar esta acumulación de riesgos para los menores?

Es un proceso difícil, pero últimamente tengo la sensación, al hablar con profesionales y con padres y madres, de que todos están esperando a que el gobierno promulgue una ley que solucione el acceso al porno o que las plataformas logren regular sus cuentas para que los menores no las utilicen. Parece que todo el mundo espera una solución mágica, la cual no llegará, porque en Internet es imposible; por más medidas que se intenten tomar a nivel legislativo, es imposible poner puertas al campo.

Todos están esperando a que el gobierno promulgue una ley que solucione el acceso al porno o que las plataformas logren regular sus cuentas para que los menores no las utilicen. Parece que todo el mundo espera una solución mágica, la cual no llegará, porque en Internet es imposible; por más medidas que se intenten tomar a nivel legislativo, es imposible poner puertas al campo

Entonces, ¿dónde están las soluciones? 

Por ejemplo, retrasar la adquisición del primer smartphone a los menores. No es razonable que niños y niñas de siete, ocho o nueve años tengan un smartphone en propiedad, o que utilicen una tablet entre los tres y los ocho años, como ocurre con la mayoría de los niños y niñas en España.

Y, además, se lo damos sin manual de uso.

Evidentemente. Cuando les damos ese primer dispositivo, debemos establecer normas claras de uso y definir las consecuencias por el incumplimiento de esas reglas. Lo más importante es acompañarlos en ese aprendizaje, no entregarles el teléfono móvil y confiar en que el control parental o las medidas de privacidad de las plataformas los mantendrán seguros. Debemos hablar con ellos con frecuencia, conocer lo que hacen, qué youtubers siguen, qué plataformas utilizan, a qué aplicaciones juegan. Es fundamental dialogar, supervisar y asegurarnos de que estén haciendo un uso adecuado a su edad y madurez. Los padres no pueden desentenderse.

Lo más importante es acompañarlos en ese aprendizaje, no entregarles el teléfono móvil y confiar en que el control parental o las medidas de privacidad de las plataformas los mantendrán seguros. Debemos hablar con ellos con frecuencia, conocer lo que hacen, qué youtubers siguen, qué plataformas utilizan, a qué aplicaciones juegan

Para aquellos padres que no lo saben, ¿qué se supone que hace un menor de 12 años en Internet? ¿Cuáles son los riesgos más comunes que enfrentan estos niños y niñas?

Está claro que acceden a contenido inadecuado, tanto violento como sexualizado. Pero también están muy expuestos al grooming. Esa práctica en la que adultos se hacen pasar por menores para ganarse su confianza y conseguir material pornográfico explícito o incluso llegar a quedar para abusar de ellos. Los menores juegan a multitud de aplicaciones que tienen chats online, tanto a través de las videoconsolas como la Xbox o la PlayStation, aplicaciones móviles gratuitas, Fortnite, Among Us, Brawl Stars, todas tienen chat de voz o chats escritos en los cuales interactúan con desconocidos. Cualquier uso de estas aplicaciones, de estos juegos, les está poniendo en manos de gente que les puede hacer muchísimo daño. 

Y, por otro lado, están también los delitos que cometen los mismos menores, difundiendo imágenes de compañeros sin consentimiento, muchas veces imágenes sexualizadas. O el ciberbullying, que es acoso permanente. Hay un dato que es muy preocupante: casi el 50% de los delitos de odio cometidos en Internet son cometidos por menores de 21 años. Es decir, ese tramo que va desde el primer uso del móvil hasta la juventud. Son múltiples riesgos y muchas veces ellos pueden ser víctimas potenciales y, otras veces, los agresores.

¿Hay diferencias entre los riesgos que pueden padecer las niñas y los niños? 

Muchos papás y mamás piensan que por tener un niño varón ya no están expuestos a los groomers, y los pedófilos no hacen prácticamente diferenciación de sexo. Cuando son más mayores, en la adolescencia, las chicas sufren más violencia sexual y de acoso en Internet que los niños. Las chicas tienen más posibilidades de ser víctimas de intentos de conseguir fotos o vídeos eróticos, incluso llegando a temas más graves, como el proxenetismo que hay a través de las redes. Hay muchos intentos de captar a menores para la prostitución en aplicaciones como OnlyFans o las conocidas sugar babies

Ante la posibilidad de que los menores compartan fotos o vídeos sexuales ¿qué consejos les podemos dar para evitar estas situaciones y cómo actuar si ocurre?

Los menores deben entender que, una vez algo llega a Internet, pierden el control sobre ello. En el momento en que envían una foto, ya sea suya o de un compañero, esa imagen adquiere vida propia. Si a esto le sumamos lo fácil que es hacer montajes con inteligencia artificial, el riesgo se amplifica. Ahora está muy de moda entre ellos crear memes o gifs para burlarse de compañeros o compañeras. Cualquier imagen nuestra que circule por ahí, no sabemos el uso que le van a dar. Incluso pueden retocar una imagen normal para hacer un montaje y reírse de alguien, o convertirla en una foto sexualizada y subirla a páginas de contenido para adultos. Los menores tienen que tener muy en cuenta que si envían algo así, con contenido sexual, y lo distribuyen, están cometiendo un delito de distribución de pornografía infantil.

Los menores deben entender que, una vez algo llega a Internet, pierden el control sobre ello. En el momento en que envían una foto, ya sea suya o de un compañero, esa imagen adquiere vida propia. Si a esto le sumamos lo fácil que es hacer montajes con inteligencia artificial, el riesgo se amplifica. Ahora está muy de moda entre ellos crear memes o gifs para burlarse de compañeros o compañeras

No hay que olvidar que en España estar en posesión de imágenes o vídeos de connotación sexual explícita, habiendo menores de edad, se considera pornografía infantil. Por tanto, si la envío, estoy cometiendo un delito de distribución de pornografía infantil. Si la recibo y me la quedo simplemente por el hecho de tener la foto de una compañera o de un compañero desnudo o un vídeo en alguna práctica sexual, yo ya estoy cometiendo un delito de tenencia de pornografía infantil. Y esto nos está costando mucho entenderlo a los adultos y a los menores.

Ahora mismo las plataformas más utilizadas por los adolescentes y los menores son Instagram y TikTok. ¿Son espacios donde los delincuentes sexuales se mueven a sus anchas?

Sí, yo siempre digo que TikTok se ha convertido en el paraíso de los pedófilos por sus características. Es una red social que lo basa todo en bailes, muchas veces inadecuados para los menores, mucho baile de reggaetón y muchos retos de imitar lo que hacen otros chicos y chicas, sobre todo otras chicas más mayores. Hay millones de niñas que están imitando lo que hacen chicas más mayores muy sexualizadas.

Hay muchos papás y mamás que dicen: “Bueno, sí, mi hijo o mi hija usa TikTok, pero solo le dejo ver”. Claro, están viendo contenido de personas más mayores que están haciendo retos sexualizados, y la menor no entiende que eso tiene una sexualización y lo imitará por el simple hecho de conseguir visualizaciones o seguidores. 

Si esto se lo das a un pedófilo, le estás proporcionando el material prácticamente sin tener que moverse de casa. Va a encontrar a niñas de muy corta edad totalmente sexualizadas en su vestimenta, imitando bailes de personas mayores. Tenemos que entender que un pedófilo con una cuenta falsa está teniendo acceso a todo ese contenido sin moverse del sofá de su casa. TikTok se ha convertido en una red social que facilita mucho el conseguir imágenes para esta gente. 

TikTok está basado en bailes, muchas veces inadecuados para los menores. Hay muchos papás y mamás que dicen: 'Mi hijo o mi hija usa TikTok, pero solo le dejo ver'. Claro, están viendo contenido de personas más mayores que están haciendo retos sexualizados, y la menor no entiende que eso tiene una sexualización y lo imitará por el simple hecho de conseguir visualizaciones o seguidores

Instagram tiene otros riesgos, como los groomers o la derivación a otras páginas de contacto, como pueda ser OnlyFans o páginas pornográficas. Cada vez son más las personas que, como tienen censura en la red social, usan en su biografía un link para derivar a los usuarios, entre ellos menores, a páginas pornográficas. El riesgo de la sexualización está muy vigente, tanto en Instagram como en TikTok. El otro gran riesgo es todo lo relacionado con el contacto con desconocidos, que siempre lleva implícito un peligro para los menores.

¿Qué impacto tiene todo esto en el desarrollo social y emocional de los menores?

Actualmente, la mayoría de los menores experimenta dificultades para relacionarse entre ellos sin la mediación de una pantalla. Las interacciones cara a cara, que antes eran naturales, han sido sustituidas por el uso constante de dispositivos electrónicos, lo que les genera problemas para establecer relaciones directas. A esto se suma la creciente influencia de la sexualización y la violencia presentes en el contenido al que acceden sin restricciones: series, películas y videojuegos cargados de agresividad. Estos modelos distorsionan sus comportamientos y sus formas de comunicación, que giran cada vez más en torno a la violencia y el sexo, relegando otras maneras de interactuar. Este fenómeno afecta profundamente su vida cotidiana y aún no somos plenamente conscientes del impacto que esto tiene en su desarrollo social y emocional.

Actualmente, la mayoría de los menores experimenta dificultades para relacionarse entre ellos sin la mediación de una pantalla. Las interacciones cara a cara, que antes eran naturales, han sido sustituidas por el uso constante de dispositivos electrónicos, lo que les genera problemas para establecer relaciones directas

¿Cuál es el consumo medio de pantallas y cuál sería el adecuado en adolescentes de entre 12 y 16 años?

Actualmente, la mayoría de adolescentes supera las cuatro horas y media diarias de exposición a pantallas, cuando el límite adecuado debería ser un máximo de dos horas, incluyendo el tiempo frente a la televisión. Este exceso es particularmente notable en el grupo de edad de 12 a 16 años, que debería limitar su uso de dispositivos electrónicos a esas dos horas diarias. Sin embargo, la media en Baleares ya se aproxima a las cinco horas, lo que pone de relieve una preocupante tendencia de consumo desmedido de pantallas entre los jóvenes.

¿Qué estrategias son las más efectivas para poder reducir esta dependencia al móvil que tenemos todos, pero también los adolescentes?

Esa es una de las claves: la dependencia a las pantallas la tenemos todos. Convertirnos en un ejemplo positivo para ellos sería fundamental, ya que criticamos mucho a los menores, y especialmente a los adolescentes, por su adicción al móvil, pero los adultos estamos igual o peor. Conducimos con el teléfono en la mano, nuestros hijos nos hablan y estamos mirando el móvil. No somos un buen ejemplo, y ese debería ser un cambio importante, quizás el principal. 

Criticamos mucho a los menores, y especialmente a los adolescentes, por su adicción al móvil, pero los adultos estamos igual o peor. Conducimos con el teléfono en la mano, nuestros hijos nos hablan y estamos mirando el móvil. No somos un buen ejemplo, y ese debería ser un cambio importante, quizás el principal

El otro cambio, que es sencillo, es intentar seguir las recomendaciones de los expertos o de la Organización Mundial de la Salud sobre el tiempo de exposición a las pantallas, algo que estamos gestionando de manera desastrosa. Para empezar, de cero a tres años debería haber cero pantallas, lo que incluye la televisión. Sin embargo, cada vez es más común ver a bebés en el carrito con la tablet o el móvil, o comiendo con el móvil. El año pasado, uno de los carritos más vendidos en España fue el que tiene soporte para la tablet. Si de cero a tres años no deberían tener acceso a las pantallas y ya están todo el día “empantallados”, vamos por mal camino.

De tres a cinco años, un máximo de 30 minutos al día; de cinco a doce años, un máximo de 90 minutos. Es fácil de decir, pero si lo pensamos, una película ya son 2 horas. Los padres dicen: “No pasa nada, todos hemos visto cine”. Ya, pero si luego les damos el móvil para que estén en TikTok, o les dejamos la tablet o la consola sin control, imagínate el tiempo total de pantalla a lo largo del día.

La adicción debe gestionarse desde muy pequeños, y es tan sencillo como seguir las recomendaciones e intentar que se respeten los tiempos adecuados. Si no lo hacemos cuando son pequeños, y esperamos a limitar su uso cuando ya son adolescentes, te aseguro que tendrás una guerra en casa y lo más probable es que la pierdas, sin conseguir reducir el tiempo de exposición a las pantallas.

La recomendación es que hasta los 14 años mejor no tener en propiedad un móvil ni tener acceso a ningún tipo de red social, ¿verdad?

Exacto. A los 14 años creo que es una buena edad porque en España coincide con la responsabilidad penal. Por tanto, si yo le doy un smartphone a mi hijo y comparte una foto de una compañera que resulta que es un delito, pues seguramente mi hijo acabe detenido y en la Fiscalía de Menores. Considero que si un menor ya tiene capacidad jurídica de pasar por un proceso así, pues está muy bien: “Toma el móvil, pero sabes que si la haces ya la vas a pagar tú directamente”. Además, en España se permiten las redes sociales a partir de los 14 años.

Darles el móvil antes es un error, pero hay mil pretextos: “Mi hijo pasa del colegio, que era pequeñito, a un instituto enorme y quiero estar tranquilo o tranquila por si le pasa algo” o “Tiene que ir a casa en el autobús él solo y así me llama” o “Estamos separados y no quiero hablar con la otra parte y por eso le di un móvil a mi hijo”. Sin embargo, todos estos problemas se arreglan dándole un móvil sin conexión a Internet, que no tenga ni datos ni wifi, y que mi hijo o mi hija me pueda llamar en un momento determinado o yo puedo localizarlo a través de una llamada. 

Lo que no entendemos es que si yo le doy el móvil ante de tiempo, mi hijo consumirá antes de tiempo según qué contenido inadecuado. Cada vez que se aburra buscará contenido que le estimule otra vez. Y es fácil que lleguen a contenido violento y sexual. Además, si están mucho tiempo jugando a aplicaciones o videojuegos que tienen contactos con desconocidos, más expuestos están a los riesgos.

Los 14 años es una buena edad para tener en propiedad un teléfono móvil. En España coincide con la responsabilidad penal y el menor ya tiene capacidad jurídica de pasar por un proceso judicial

Todos los amigos tienen móvil y el nuestro no quiere ser el último en tenerlo ¿Qué consejos les das a los padres que están lidiando con esa batalla?

En esto soy un poco brusco y suelo explicarlo de una manera muy contundente: prefiero que mi hijo sea un excluido social por no tener móvil que un abusado sexual por tenerlo. Puede sonar impactante, pero es la verdad. Yo soy padre de un niño de 12 años que no tiene teléfono móvil, porque prefiero gestionar la frustración de mi hijo por no tener móvil o no tener WhatsApp, que tener que gestionar que mi hijo ha mandado una foto, que ha recibido una foto, que está hablando con un desconocido o que está viendo pornografía. Para mí, es mucho más fácil manejar esa supuesta exclusión social que lo que implicará darle un móvil a un niño de solo 11 años para tenerlo contento y tranquilo. Tenemos que invertir tiempo ahora, para que nuestro hijo o hija haga las cosas de manera correcta y en su debido momento, y así nos ahorraremos una infinidad de problemas cuando lleguen a la adolescencia.

¿Qué feedback recibe de los educadores, de los profesores, de los padres? ¿Dan la batalla por perdida? 

Hay mucha frustración, y al final, parece que todo el mundo espera que otros resuelvan el problema. Los adultos, en particular, parecemos confiar en que la legislación solucionará todos los problemas relacionados con la adicción, los contenidos inapropiados y los riesgos de Internet. Es cierto que los colegios están saturados, y los profesores asumen cada vez más responsabilidades. Por su parte, los padres, cuando el problema llega a casa, experimentan mucha frustración, ya que reconocen que, tal vez, si hubieran actuado de otra manera, las cosas podrían haber sido distintas. 

Al final, todos nos estamos pasando la “patata caliente”, pero nuestra obligación como padres, profesionales y adultos es proteger a los menores. Si esperamos que alguien más resuelva el problema, estamos abandonando, en cierta medida, esa responsabilidad fundamental.

Siempre ha habido conflictos entre padres e hijos, especialmente en la adolescencia, y la solución siempre ha pasado por la comunicación. ¿Cómo podemos recuperar esa comunicación efectiva en el contexto digital?

En la era digital, la comunicación sigue siendo clave para resolver conflictos, pero es precisamente cuando menos la estamos practicando. La comunicación entre padres y adolescentes parece haberse trasladado al ámbito digital, limitándose muchas veces a interacciones a través de WhatsApp, en lugar de conversaciones cara a cara. Esto ha generado un distanciamiento importante, ya que los padres de generaciones anteriores, nacidos cerca de los años 80, crecieron sin Internet y ahora están criando a niños que han nacido directamente en la era digital.

La brecha generacional en cuanto al conocimiento y manejo de las tecnologías es enorme. Muchos padres no comprenden realmente el impacto del uso constante de smartphones ni son conscientes de los riesgos que sus hijos enfrentan al interactuar con desconocidos en Internet. Aunque intentan mantener la comunicación, a menudo no lo hacen sobre temas digitales o de interés para sus hijos, lo que contribuye al aburrimiento y al aislamiento de los jóvenes en su propio mundo.

Por ello, es vital que los padres no solo hablen, sino que se comuniquen en los términos y contextos que sus hijos entienden. Esto implica abrirse a los temas del mundo digital y abordar las preocupaciones de los jóvenes desde una perspectiva más comprensiva y actualizada. Lamentablemente, muchos padres se centran en hablar sobre lo que a ellos les interesa, lo que genera una desconexión. La verdadera comunicación requiere esfuerzo para comprender y adaptarse a la realidad en la que están inmersos los jóvenes hoy en día.

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