El domingo pasado, a las seis de la mañana, Abraham Jiménez Enoa salió al balcón de su casa a tomar un café. Un movimiento atípico en la puerta de su edificio le llamó la atención. En medio del ajetreo de gente, identificó una patrulla de la Policía. Sin dejar pasar más tiempo, Abraham decidió bajar la basura con la única intención de entender qué es lo que estaba pasando. Le pidió a su pareja que quedara atenta. Faltaba solo un día para las protestas opositoras del 15 de noviembre.
Ya con un pie fuera del edificio, el periodista cubano de 32 años, columnista del The Washington Post y de la revista mexicana Gatopardo, recibió la orden de un policía de volver a su casa. El agente no necesitó más que una seña a la distancia para ordenarle que se diera la vuelta. Levantó su dedo índice al aire y señaló la puerta del edificio. Abraham le preguntó por qué. “Tú sabes”, cuenta que le respondió el agente responsable del operativo, el único de los cuatro efectivos que se identificó como miembro de la seguridad del Estado. Por miedo a quedar detenido, Abraham obedeció. No era la primera vez que le pasaba.
“Es una práctica usual del Gobierno cubano ante los periodistas independientes, los opositores, los disidentes, contra todo aquel que se atreva a levantar su voz y contar esa realidad que el Gobierno no quiere que se cuente”, dice.
Es martes y Abraham lleva tres días sin poder salir de su edificio. “Estoy en mi tercer día de prisión domiciliaria”, cuenta. El domingo, cuando preguntó por cuánto tiempo debería permanecer en su casa, la respuesta fue: “Por tiempo indefinido”. Ellos le avisarán cuando puede volver a salir. Todavía espera la respuesta.
¿Han podido concretarse las protestas del lunes?
Prácticamente ha sido imposible manifestarse. La mayoría de los ciudadanos que habían dicho públicamente que iban a salir a la calle estuvieron controlados por cercos policiales. Los que pudieron burlar el cerco, sólo pudieron dar unos pasos, abrieron su boca y quedaron detenidos. Todavía no se puede hablar de cifras. El Gobierno tenía la calle limpia. Cuba parecía una escena trillada de una película en las que uno sabe que algo malo está por suceder. No había nadie en las calles. Un silencio absoluto. Pero claro, las habían limpiado, habían impuesto el terror, la gente tenía miedo a salir. Pero además, el régimen montó un show en los principales parques para hacer creer que nada pasaba y que los que habían tomado las calles eran los revolucionarios.
¿Cuál fue la reacción del Gobierno?
La respuesta ha sido la represión para ahogar a las protestas. Una represión que no comenzó ahora. Ya desde algunas semanas previas, el Gobierno ha venido militarizando las calles, comenzó a interrogar de manera arbitraria a la mayoría de los ciudadanos que en las redes sociales habían manifestado su ganas de participar y muchos fueron amenazados con quedar detenidos.
¿Cuál es la principal diferencia entre la convocatoria del lunes con las protestas del 11 de julio?
En julio, las protestas resultaron totalmente inesperadas. Fueron espontáneas. Explotaron cuando nadie pensaba que iban explotar y eso fue lo que tomó desprevenido al régimen. Ahora, con una convocatoria anticipada, el régimen se preparó.
Durante las protestas anteriores, Cuba sufrió un apagón de Internet que impidió el acceso a redes sociales y aplicaciones de mensajería, ¿cómo se vivió esto ahora?
En julio, como todo se desató cuando ellos no lo esperaban y de pronto tenían al país en la calle, no les quedó otro remedio que cortar Internet para que esas imágenes no salieran, para que la gente no pudiera contar lo que estaba ocurriendo. Esta vez ni siquiera tuvieron que cortar Internet porque nadie pudo salir, nadie pudo transmitir en vivo porque todo el mundo estaba controlado. Y claro, apagar el Internet es exponerse a la opinión pública, decir que Cuba viola los derechos a la libertad de expresión, etcétera. Entonces, ellos decidieron dejarles Internet a estas pobres ovejas pero dejarlas dentro del establo. Eso delata la magnitud del operativo policial del régimen.
¿Es la primera vez que le prohíben salir de su casa?
No es la primera vez que me sucede esto. Es la práctica usual del Gobierno cubano ante los periodistas independientes, los opositores, los disidentes, contra todo aquel que se atreve a levantar su voz y contar esa realidad que el Gobierno no quiere que se cuente.
¿Cómo fue la vez anterior?
Fue a finales del año pasado. Me citaron a concurrir a una unidad policial para un supuesto interrogatorio. Cuando llegué, me detuvieron, me esposaron, me desnudaron y me montaron en un carro, con la cabeza abajo, esposado, sin saber para dónde iba. Me llevaron hacia el centro de la seguridad del Estado donde me tuvieron algunas horas y me amenazaron con la cárcel. Fue una maniobra como de una mafia. Esa escena de transportarme con la cabeza abajo y sin saber hacia dónde me llevan causó bastante revuelo internacional.
¿Después de eso vivió alguna situación similar?
Después de eso no me había pasado nada hasta ahora. Pero como la represión siguió aumentando, impactando en el resto de mis colegas y con la sociedad civil en general, sabía que me podía tocar de vuelta y me tocó.
En las protestas pasadas también actuaron agentes de seguridad vestidos de civiles, ¿por qué cree que actúan de esta manera?
Porque es la manera que tiene el Gobierno para esconderse, imponer su control sobre la ciudadanía y quedar impune. De esta manera puede decir que las detenciones no son ciertas.
La persecución que describe, ¿la siente también por parte de sus vecinos o se limita a los agentes de seguridad del Estado?
En Cuba uno sabe, o al menos intuye, que todo el que lo rodea le puede generar un problema, lo puede delatar. El tema es que yo no soy un delincuente, no soy un terrorista, no tengo nada que ocultar y actúo como tal. Entonces no me escondo. Pero sí, me da mucha impotencia cuando tú ves algo de esa magnitud.
¿Ha habido un cambio en la isla desde las protestas del 11 de julio?
Sí, al Gobierno evidentemente algo se le movió. Han quedado muy nerviosos y han dejado las calles militarizadas, sus ojos están puestos en todas partes y la represión ha aumentado mucho. Y es que en 62 años nunca había sucedido que en casi toda la isla salieran personas a manifestar su descontento y a gritar “abajo la dictadura”. En este país salir a manifestarse es casi una utopía.
¿Cuál es la situación actual de los manifestantes?
Hay que decir que hay 1.270 manifestantes que aún están detenidos o que han sido procesados. De ellos, más de 600 están presos hoy mismo. Entonces eso habla de la manera de que el régimen quiere ejemplarizar y ha tomado esos presos políticos para dar un golpe a la autoridad.
¿Ha pensado en irse de Cuba?
Bueno, yo no puedo salir de Cuba. Esa ha sido una de las medidas que me ha impuesto el Gobierno, hace más de cinco años, por hacer periodismo. Lo llaman '“regulación migratoria”, que es como una medida arbitraria, porque no está en la ley, no está en ninguna parte, que me impide salir del país. Hay una lista de casos, asciende a casi 300 personas. En la lista hay periodistas, opositores, disidentes que no pueden salir del país. Yo estoy en esa lista. De hecho, nunca he salido de Cuba.
¿Le gustaría?
Claro que sí. Quisiera salir por un tiempo, no sé si de manera definitiva, pero sí un tiempo para cuidar mi salud mental, para cuidar a mi familia y para ver otra realidad. Sobre todo eso. Porque aparte de periodista, soy un ciudadano y en mis 32 años no conozco otra realidad que no sea la isla. De hecho, me da un poco de temor porque obviamente Cuba es otra galaxia.
¿Qué espera para las próximas semanas?
La plataforma cívica, que ha convocado a estas protestas, ha alargado la jornada cívica hasta el día 27. No sé qué va a pasar con eso. Lo que sí creo es que el hecho de que no se hayan producido las protestas este lunes no clausura la inconformidad. La gente se queda en su casa pero se queda sin comida, sin medicamentos, sin poder expresarse libremente. Entonces es una molestia que sigue atragantada y que algún momento va a volver a explotar como explotó en julio. No sé si va a ser mañana, no sé si va a ser una semana, en un mes, en tres meses, en cinco o seis. Pero va a volver a suceder. No hay manera de controlar esa inconformidad. Hay una inmensa mayoría de los 11 millones de cubanos que está en contra de este Gobierno.