Minnie Maus ha dado a luz en una clínica berlinesa. Y Angelina Jolie se ha curado una tuberculosis. Así al menos consta en los historiales clínicos de los pacientes sin permiso de residencia a quienes la organización benéfica Malteser les financia el tratamiento. En los hospitales y de urgencia es posible tratar a pacientes sin papeles y que ello no suponga la deportación automática. Según la ley alemana, la atención médica a un ciudadano sin papeles ha de comunicarse a la policía. Muchos inmigrantes prefieren por eso sufrir la enfermedad en lugar de tratársela. La mayoría, además, no puede permitirse el pago de un seguro médico, o de las facturas ocasionadas por la visita al médico.
Pero a veces no tienen más remedio que acudir a un facultativo. Entonces, si viven en Berlín, tendrán pocas alternativas. En toda la ciudad solo hay un par de centros de salud que atienden a personas sin seguro médico, y ni siquiera tienen consulta todos los días. Lo más seguro es que se pongan en camino hacia el barrio de Wilmersdorf, en el oeste. Allí, en la primera planta del número 12 de la calle Aachener tiene su sede el centro de salud para inmigrantes de la organización fundada por Cáritas, los Malteser. Los catorce médicos y quince enfermeras voluntarios que mantienen el consultorio en pie constituyen la mayor institución para el diagnóstico y tratamiento de personas sin seguro médico de Berlín. En los últimos meses, aseguran, han visto aumentar el número de pacientes, sobre todo de nacionalidad rumana y búlgara.
María es rumana y lleva un año en Berlín junto a su hija Bianca. Foto: Andreas Domma.
Vista desde la recepción, la sala de espera no se diferencia de las de un centro de salud cualquiera. En medio de la misma, sin embargo, hay una mesa cubierta de ropa revuelta. Debajo, dos pares de zapatos de caballero. Casi todo es ropa usada de bebé. María, que lleva menos de un año en Alemania desde que dejó Bucarest, revuelve el montón a la búsqueda de algo de la talla de Bianca, su hija de tres años que la acompaña. María habla un poquito de español que aprendió viendo telenovelas. Cuenta que vive en el barrio de Neukölln, una de las zonas de la ciudad donde más inmigrantes se concentran, sobre todo los llegados de Europa del este. Aún no tiene trabajo ni seguro médico.
La doctora Adelheid Franz, directora del centro Malteser. Foto: Andreas Domma.
La doctora Adelheid Franz, médico de cabecera que formó parte de la fundación del centro en 2001, y que lo dirije desde entonces, es, al contrario de lo que podría pensarse, una persona tirando a seria y estricta. Su austero peinado la delata. Según ella, el sistema alemán de salud creado en la época de Bismark “fue un ejemplo para Europa y el mundo, un avance social sin precedentes”. Sobre el sistema actual que excluye a las personas sin seguro médico, no se moja: “Es un sistema solidario. Todos pagan una cuota y reciben la atención que necesiten sin mirar lo que cueste la enfermedad que padezcan”.
El problema se presenta para quienes no pueden pagar o ni siquiera pueden inscribirse por no tener los papeles en regla. Según la oficina de estadística alemana, en 2012 había unas 137.000 personas sin seguro médico y las personas sin permiso de residencia se calculan en hasta medio millón. “Yo no puedo hacer nada si hay personas que se vienen sin tener derecho a estar en el país; me limito a atenderlas”. Asegura que no tiene nada “en contra” de que haya extranjeros viviendo en su país, siempre que vengan de buena fe: “Los hay que vienen a hacer daño y otros que vienen a robar lo que no es suyo”.
Dos niños de Europa del este esperando a ser atendidos por la pediatra en el centro de Cáritas. Foto: A. Domma.
Con respecto a los españoles y otros europeos de países sureños que están llegando úlitmamente, es tajante: “Me parece estupendo que se vengan a la aventura, sin aventureros no se habría descubierto América. Pero que acarreen después con las consecuencias”. La mayoría vienen con una gran preparación y con posibilidades de insertarse en el mercado laboral, asegura. Pero con poca información. En todo caso, los españoles que vienen con dinero a Alemania pero sin seguro médico y se pagan una consulta privada no son objeto de reflexión. Las tarjetas Visa no se llaman así por casualidad. Al parecer la desinformación es una de las causas de que uno de cada tres españoles que intentaron emigrar a Alemania se volviesen sin éxito.
Rocío Aguilera hace unas prácticas en Berlín. Acudió al centro al verse sin tarjeta sanitaria. Foto: A. Domma.
No es el caso de Rocío Aguilera, cuya tarjeta sanitaria europea caducó hace una semana. “Se me olvidó renovarla a tiempo”, se lamenta. También ella ha hecho uso de los servicios que ofrece el centro de salud de la organización Malteser. Rocío lleva dos años en Alemania y asegura que le costó cinco meses encontrar unas prácticas por las que no recibe remuneración alguna, pero que le cuentan para acabar la carrera. Ella tiene suerte porque su seguro médico depende del de su padre. Sin embargo, para muchos parados españoles mayores de 26 años, desde la entrada en vigor de la reforma sanitaria tienen solamente derecho a una tarjeta que caduca a los 90 días. “Si el Estado o las empresas no garantizan cuestiones como la sanidad, la gente tendrá que organizarse en iniciativas como esta”, opina Rocío.
El Gobierno alemán introdujo en 2007 la obligación de poseer el título de un seguro médico si se es residente en Alemania. Y han cambiado la ley en varias ocasiones para obligar a las aseguradoras a recoger a los pacientes que aún no tengan seguro. “Aproximadamente un 10% de nuestros pacientes son alemanes”, asegura la portavoz de prensa de Médicos del Mundo en Múnich al teléfono. “Son sobre todo autónomos, jubilados o trabajadores con minijobs cuyos salarios no les llega para pagar el seguro médico”.
Para las personas con las economías de ingresos más bajos que residen de forma oficial en Alemania, existen una serie de ayudas no contributivas que contemplan el pago de las cuotas médicas. Sin embargo, hay contraprestaciones que no todos los ciudadanos están dispuestos a asumir, como por ejemplo realizar trabajos forzados a cambio de un salario raquítico. Otros, como los jubilados, se sienten defraudados por el Estado, ya que después de trabajar toda una vida se ven obligados a pedir lo que ven como ayudas sociales para vagos o pobres, y prefieren quedarse sin seguro médico a mendigar uno por las administraciones. Buena parte de los que caen fuera de la red son además personas desbordadas por la complejidad de los formularios y plazos burocráticos de acceso al sistema.
Klaus Servus, antes de ser atendido en el centro Malteser para inmigrantes, aunque él es alemán. Foto: A. Domma.
No queda claro en cuál de las dos últimas categorías cae Klaus Servus, que con su medio brazo espera sentado en el pasillo de la consulta berlinesa a que le atiendan. A pesar de estar en edad de ser jubilado y de carecer del brazo derecho, no posee seguro médico alguno. Para mantenerse a flote, se ha dado de alta como autónomo y vende chatarra que él mismo recoge. Klaus lleva ya más de cuatro años como paciente en la consulta de los Malteser.
Si su situación y de las otras decenas de miles de afectados es producto de cálculos económicos inevitables o no, está claro para Michael Reese. El investigador, que trabaja codo a codo con Martina Bunge, portavoz en temas sanitarios del Partido de la Izquierda (Die Linke) en el Parlamento alemán, asegura que ellos han elaborado un plan económico mediante el cual sería viable financiar un sistema sanitario universal. Para su partido se trata más que nada de una decisión política: “No interesa. Fíjate que hay gente que vive aquí desde hace 20 años y aún están a la espera de que regularicen sus papeles o no”.