Periodista, monárquico, oficial del ejército del aire, antichavista, políglota, conservador, cristiano, berlusconiano de primera hora y con más de dos décadas a sus espaldas en Bruselas. Antonio Tajani (Roma, 1953) se ha convertido en el político italiano con más recorrido en las instituciones comunitarias, y eso que Italia es fundadora de las instituciones comunitarias. Y, por esa longevidad en Bruselas, desde que fue elegido eurodiputado en 1994 y por su doble fracaso cuando intentó hacer carrera política en Italia –en 2001, para ser alcalde de Roma–, Tajani, actual presidente del Parlamento Europeo, ha sido comisario y vicepresidente de la Comisión Europea; de hecho, ha sido el primer excomisario en rechazar los 468.000 euros de indemnización al dejar el cargo en 2014 –después de haber sido reelegido eurodiputado y vicepresidente de la Eurocámara–. Por su longevidad y por su capacidad para relacionarse, engatusar y escalar.
Y así llegó a presidente del Parlamento Europeo en 2017 gracias al acuerdo entre populares, socialdemócratas y liberales, por el que la presidencia de la Comisión Europea recayó en 2014 en el popular Jean Claude Juncker y la de la Eurocámara durante la primera mitad de la legislatura, en el socialdemócrata alemán Martin Schulz. La segunda parte de la legislatura le correspondía al PPE, y las habilidades de Tajani, hasta entonces vicepresidente, le encaramaron a la presidencia de la Eurocámara.
Tajani acaba de protagonizar una polémica que se quedará para siempre en su biografía: en una entrevista en la que se mostraba dicharachero, como suele ser en público, campechano, distendido, hablando de su querida Juventus de Turín, el entrevistado termina llevándole a un territorio peligroso en Italia, el del fascismo.
La Italia moderna nace de la derrota del fascismo, hinca sus raíces en el antifascismo, en el ajusticiamiento de Benito Mussolini en la plaza pública, en el espíritu partisano con la banda sonora del Bella Ciao.
Esa Italia mítica que acaba con sus fantasmas de camisas negras para fundar una república que reniega de los monarcas que abrieron el paso al Duce y también de la sombra del fascismo en su Carta Magna; esa Italia del pentapartito para evitar el sorpasso del PCI, que tanto temía el maestro de Tajani, Indro Montanelli; esa Italia empieza a mudar con la svolta della Bolognina que mata al PCI en 1991 y con el nacimiento de la Forza Italia de Silvio Berlusconi y Antonio Tajani en 1994.
Ya no será nunca más el PCI contra la Democracia Cristiana; Peppone contra Don Camilo.
En 1991 y 1994 entraron en juego nuevos actores que alteraron el panorama italiano: de repente era Berlusconi contra todos, contra el Olivo o La Unión; la hegemonía del empresario populista salpicado permanentemente de casos de corrupción, juicios y escándalos turbios –las velinas– e inhabilitaciones.
Y, quien siempre estuvo al lado de Berlusconi fue Antonio Tajani. “Yo obedezco”, dicen que le dijo a su patrón en Il Giornale en 1994, mientras el director, Indro Montanelli –el creador del Turatevi il naso ma votate DC! (tápate la nariz pero vota a la Democracia Cristiana), escribió el periodista el día de las elecciones de 1976 en las que se vislumbró por primera vez la posibilidad de que el PCI de Enrico Berlinguer se convirtiera en la principal fuerza italiana–, presentaba su dimisión para crear un nuevo medio, La Voce.
Quizá porque, como citan a alguno de sus amigos, “Antonio es monárquico y siempre necesita un rey a quien obedecer”. Ese rey, desde los noventa, ha sido Berlusconi, quien ahora regresa a la política activa como cabeza de lista de Forza Italia a las elecciones europeas del 26 de mayo.
Monárquico en un país que recuerda cómo la monarquía –y el Vaticano– abrió el paso a Benito Mussolini –quien gobernó Italia entre 1922 y 1943– y que se constituye como Estado republicano y antifascista tras la Segunda Guerra Mundial, Tajani ha cerrado el círculo esta semana, precisamente, salvando parte del legado del Duce: “¿Mussolini? Hasta que declaró la guerra a todo el mundo después de Hitler, hasta que promovió las leyes raciales, aparte de la dramática historia de [Giacomo] Matteotti [dirigente socialista asesinado en 1924 por fascistas], hizo algunas cosas positivas para construir infraestructuras en nuestro país y la recuperación industrial. Desde el punto de vista de los hechos concretos, no se puede decir que no haya logrado nada”, dijo Antonio Tajani en una entrevista en radio24.
“No soy fascista, nunca he sido fascista y no comparto su pensamiento político, pero si tenemos que ser honestos, él hizo carreteras, puentes, edificios, instalaciones deportivas, recuperó muchas partes de nuestra Italia, creó el instituto para la reconstrucción industrial. Cuando uno da un juicio histórico debe ser objetivo, y yo no comparto la locura de las leyes raciales, y la declaración de guerra fue un suicidio”. Tajani, en definitiva, salva parte del legado del dictador fascista: “Mussolini no fue un campeón de la democracia, pero hizo cosas y siempre hay que decir la verdad. Uno no debe ser parcial en el juicio. En general, no considero que la acción de su gobierno sea positiva, pero se han hecho algunas cosas positivas”.
Tajani ha tenido que pedir perdón, después de ver que la mitad de la Eurocámara se rebelaba contra sus declaraciones:
“Siempre he sido antifascista de todo corazón”, decía Tajani. Pero quien le conoce, escribe en Il Sole 24 que en el Liceo Tasso, en secundaria simpatizaba con el general Giovanni de Lorenzo, protagonista del plan golpista Piano Solo en 1964, y futuro diputado del Partido Demócrata Italiano de la Unidad Monárquica, que acabó fusionado con el postfascista MSI. La propia Forza Italia que fundó con Berlusconi llegó a acuerdos para poder gobernar con grupos de extrema derecha como la Alianza Nacional de Gianfranco Fini y la Liga Norte, de Umberto Bossi y Matteo Salvini.
Al mismo tiempo, quizá por su fascinación monárquica, Tajani siempre ha tenido buena relación con España. Habla fluidamente castellano y, durante su presencia en la Comisión Europea, muchos le consideraban el comisario español, más cercano y accesible que Joaquín Almunia.
Hasta tal punto las instituciones españolas lo perciben cercano, que Tajani fue condecorado en 2013 con la Orden del Mérito Civil; el Ayuntamiento de Gijón le dio una calle en 2015 por sus gestiones para que Tenneco se mantuviera en Asturias; recibió el princesa de Asturias de 2017 con Donald Tusk y Jean-Claude Juncker y, en 2018, el galardón Carlos V, de la Junta de Extremadura.
Pero por lo que se ha caracterizado en los años recientes Tajani ha sido por su furibunda oposición al chavismo venezolano. En pleno congreso del PP europeo, en noviembre pasado en Helsinki, Tajani dedicó su discurso no a hablar del PP, de Forza Italia o del candidato a la Comisión que estaban eligiendo, Manfred Weber, sino a Venezuela. Con Tajani, también, el Parlamento Europeo premió a la oposición venezolana y reconoció a Juan Guaidó como presidente de Venezuela en tiempo récord.
Incluso en un acto para hablar del 40º aniversario de la Constitución española en la sede del Parlamento Europeo, en Estrasburgo, con la presidenta del Congreso, Ana Pastor, y casi toda la Mesa de la Cámara Baja española, Tajani habló de Venezuela.
Y, por si alguien dudaba de su compromiso con el antichavismo, el propio Tajani tuiteó un montaje de vídeo recopilando ataques a Nicolás Maduro.
El presidente del Parlamento Europeo recibió, al poco del 1-O, el premio princesa de Asturias, junto con Donald Tusk y Jean-Claude Juncker. Los tres hicieron una cerrada defensa institucional española frente al procés.
Algo más de un año después, Tajani se ha visto en la tesitura de dejar hacer un acto del expresident Carles Puigdemont en la Eurocámara, pero lo vetó. Se vio en la tesitura de dejar hacer una exposición sobre la lengua catalana, pero la vetó por “interferir en el proceso electoral español”. Sin embargo, cuando unos días después Vox anunció un acto sobre Catalunya, también en pleno proceso electoral español y protagonizado por su secretario general, Javier Ortega, abogado de la acusación particular en el juicio del procés, Tajani cambió de opinión: levantó el veto al acto de la lengua catalana y, así, dio vía libre al de Vox.
Italiano, monárquico, cofundador de Forza Italia con Berlusconi: Antonio Tajani, el presidente de la Eurocámara que elogió el legado de Mussolini.