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Opinión - Volver a empezar. Por Rosa María Artal

El asesinato de Rebecca Cheptegei es el último ejemplo de la violencia sistémica que sufren las atletas de élite en Kenia

El pasado domingo 11 de agosto, Rebecca Cheptegei cumplió el sueño de representar a su país en los Juegos Olímpicos de París. La atleta ugandesa, con récord nacional, iba con intención de poder optar a medalla, pero acabó desfondada y terminó en posición 44ª. Menos de un mes después, su exnovio, el keniano Dickson Ndiema, se coló en su casa de Endebess, en Kenia, le vació un bidón de cinco litros de gasolina encima y le prendió fuego. Cheptegei llegó al hospital con un 80% de quemaduras en su cuerpo y no ha sobrevivido al ataque.

Dos días antes, su familia había puesto una denuncia por violencia machista contra Ndiema ante la policía keniana. Sus padres habían decidido dar ese paso tras enterarse de que el hombre había perseguido a su hija desde Kenia hasta Uganda y que habían tenido una fuerte discusión por la propiedad del terreno donde habían construido una casa juntos, en una localidad del condado keniano de Trans-Nzoia. La atleta, que procedía de una región fronteriza de Uganda, se alojaba en la vivienda para estar cerca de los numerosos centros de entrenamiento atlético de Kenia.

La denuncia no sirvió de nada. “El Gobierno nos ha fallado porque informamos con suficiente antelación sobre su seguridad. Era evidente que su vida estaba en peligro”, dijo su padre, Joshua Cheptegei, a los medios.

El asesinato de la atleta ugandesa ha vuelto a evidenciar el grave problema de la violencia machista en el atletismo profesional en Kenia. Cheptegei no es la primera atleta asesinada. El homicidio de la joven atleta keniana Agnes Tirop en octubre de 2021 conmocionó al país y creó un movimiento por los derechos de las mujeres atletas. Con 25 años, Tirop acababa de conseguir el récord del mundo en la prueba de 10.000 metros y era la gran esperanza keniana cuando su expareja la asesinó a cuchilladas. Seis meses después, la también keniana Damaris Muthee Mutua fue asesinada por su marido. Tenía 28 años.

Un problema sistémico

Todas ellas pasaron por un sistema de abuso arraigado en el atletismo keniano. El control por parte de los hombres de la vida profesional y personal de las atletas africanas comienza desde la infancia. “A Agnes la manipularon desde que era muy pequeña”, explica a elDiario.es Violeta Cheptoo, atleta y amiga de Tirop. La séptima de diez hermanos de una familia sin recursos en el valle del Rift, Tirop comenzó a despuntar, como muchas atletas, corriendo al colegio. Con 11 años ya apuntaba maneras y unos años después conoció a Ibrahim Rotich, 15 años mayor que ella, con quien empezó a salir y quien se ofreció a ser su entrenador.

“Comienzan diciendo que te van a apoyar, que te conseguirán un agente y viajarás por el mundo. Dices que sí porque quieres huir de la pobreza y la única salida para una chica joven es ganarse la vida corriendo”, explica Cheptoo. Rotich convenció a Tirop para dejar el instituto y mudarse juntos. Cuando ella tenía 20 años ya se habían casado. “El hombre toma el control desde una edad muy temprana de tu vida. No puedes tomar ninguna decisión sin esta persona, todo depende de él”, cuenta la atleta. “Cuando las mujeres ganan dinero… los hombres son los primeros que corren al banco”.

El control de las finanzas suele estar detrás de la mayoría de casos de violencia de género en el atletismo keniano. En el condado de Elgeyo Marakwet, donde entrenan los atletas, hay una tasa de pobreza del 57% y en una sola carrera puedes ganar más que un trabajador medio en todo un año. Con su segundo puesto en la media maratón de Madrid en 2011, Rebecca Cheptegei consiguió 1.100 euros y un atleta suele correr una media de diez o doce carreras al año.

En la élite del atletismo, hacia donde apuntaba la carrera de Agnes Tirop, se puede llegar a cobrar más de un millón de euros al año. “El 90% de las veces es un tema de dinero”, explica Cheptoo. “El asesinato de Agnes fue un shock y ha abierto los ojos a muchas mujeres, sobre todo las jóvenes que ya saben que no deben dejarse aprovechar y ya toman medidas preventivas como poner sus propiedades a nombre de su madre”, añade.

Inacción y retrasos judiciales

Uno de los principales problemas es la falta de acción para prevenir y perseguir la violencia de género. La federación de Atletismo de Kenia no tiene ninguna directriz ni curso para abordarla ni tampoco el órgano rector del atletismo a nivel mundial, World Athletics.

A nivel nacional, el código penal sí castiga con un mínimo de 10 años las violaciones, pero en el caso de los abusos físicos o el asesinato no diferencia los casos de violencia de género. A ello se le suma la falta de eficiencia.

La familia de Cheptegei denunció los abusos pero no evitó que la asesinaran y el exnovio de Tirop sigue en libertad a la espera de juicio tras pasar dos años en prisión preventiva. Casi la mitad de los casos en la justicia keniana tarda más de tres años en resolverse. “Es necesario hacer justicia y debe ser rápida. Algunos casos se alargan hasta ocho años y mucha gente que no tiene recursos se da por vencida. Eso no es justicia y alienta a los violadores”, explica Cheptoo.

La Encuesta Demográfica y de Salud de Kenia de 2023 indicó que más de 11 millones de mujeres, o el 20% de la población, ha sufrido violencia física o sexual por parte de su pareja y que cuatro de cada 10 la sufrirá a lo largo de su vida. Aun así, el 42% de las mujeres todavía cree que puede llegar a ser aceptable que su marido les pegue en un contexto donde el fracaso en el matrimonio viene asociado a ser juzgada como mujer. Dar el paso de denunciar es complicado ante la falta de aceptación y protección legal.

A finales de enero de este año miles de personas se manifestaron en Nairobi ante una oleada de violencia machista que llegó hasta los 14 asesinatos en menos de un mes. “En Kenia la violencia de género es una pandemia, la sociedad ha permitido que esto ocurra durante tanto tiempo que se ha convertido en parte de nuestras vidas”, dice Cheptoo.

Ante la falta de protección oficial, tras la muerte de Agnes Tirop, Cheptoo fundó junto a la familia de esta la ONG Tirop’s Angels para honrar su vida y ayudar a víctimas de violencia de género. La organización se focaliza en la educación y prevención en colegios e institutos y dos años después cuentan con un centro con dos psicólogos, en la localidad de Iten, capital del condado de Elgeyo-Marakwet, considerada una meca del atletismo porque es la localidad elegida por las grandes deportistas para entrenar.

Allí forman y dan terapia en cuatro grupos de apoyo según el perfil: mujeres, atletas retiradas, niñas con visos de futuro como atletas profesional y un último para hombres, a quienes la fundadora cree que es vital educar. “Empezamos un programa para enseñarles sobre violencia de género, cómo lidiar con el estrés y los malentendidos en las relaciones”, explica la atleta, que afirma que ve un cambio entre quienes han ido a su centro y quienes no. En su junta cuentan con atletas masculinos como Abel Kipchumba, Amos Kipruto y Lawrence Cherono que se involucran con la causa.

Ahora el siguiente objetivo es poder construir un hogar seguro para las víctimas, a las que de momento llevan a hoteles de manera temporal, y conseguir establecer un teléfono seguro con cobertura de 24 horas. “Nosotros solo somos una sola organización, si todos hicieran lo que hacemos, lograríamos un gran cambio”, dice la fundadora. “No podemos esperar hasta que alguien muera”.