Los 'cascos blancos' de Siria visitan Madrid
Ahmad Youssef y Abdelrahman al Mawwas son dos de los cerca de 3.200 voluntarios del grupo de Defensa Civil Siria (Difaa al Medani Suri, en árabe) que dice haber rescatado a más de 82.000 personas en las zonas controladas por grupos rebeldes al régimen sirio. Son los llamados “cascos blancos”, que durante este fin de semana visitan Madrid.
Hoy, tanto Youssef como al Mawwas están en Madrid para participar, junto a Khalid Resulglu y Amhad Fareku, dos miembros de la ONG siria Sham El Jair, en diferentes actividades impulsadas por la Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio, en colaboración con Bomberos Unidos Sin Fronteras, el Ayuntamiento de Madrid y la Comunidad de Madrid. Una de ellas es un concierto benéfico en el que actuarán artistas como Morgan o Quique González.
A pocas horas de aterrizar en la capital, Ahmad explica a eldiario.es cómo comenzó la andadura de los cascos blancos, financiados fundamentalmente por los gobiernos estadounidense y británico. “Durante 2013 en algunas zonas fuera de control del régimen, se intensificaron los bombardeos como castigo. Allí dejó de existir cualquier tipo de institución o servicios generales, pero tenía que haber alguien que se encargara de la limpieza, de temas médicos, de bomberos. Es decir, de cualquier servicio público general. Fue la propia población la que se encargó de asumir estas tareas”, asegura.
Desde entonces, relata, acuden a zonas atacadas para tratar de rescatar supervivientes. Uno de sus operaciones de mayor impacto mediático fue la de Omran, de cinco años, cuya imagen dio la vuelta al mundo.
“Lo más doloroso es sacar a niños muertos bajo los escombros. Nos hemos encontrado con un montón de escenas terroríficas: recoger medio brazo de un niño, o el brazo de una madre cogido del de su hijo”, recuerda al Mawwas, que hace seis años interrumpió sus estudios de ingeniería.
Youssef vive encadenado al recuerdo de los ataques de armas químicas en Guta, un suburbio de Damasco en agosto de 2013. “En una sola noche afectó a más de 1.400 personas”, describe.
Para algunos, los 'cascos blancos' se han convertido en héroes. Otros les acusan de ser parte de la herramienta de propaganda contra el régimen de Asad y denuncian relaciones con grupos terroristas.
Las críticas que rodean a los 'cascos blancos'
El grupo ha recibido 36 millones de euros de los Gobiernos británico y estadounidense, ambos contrarios al Gobierno de Asad. Los principales fondos son canalizados a través de la fundación Mayday Rescue, que a su vez está financiada principalmente por EEUU y Reino Unido. Los críticos defienden que el entrenamiento de los voluntarios civiles comenzó hace cuatro años a cargo de James Le Mesurier, consultor de seguridad británico.
Ante las acusaciones y reticencias que giran en torno a este grupo, los cascos blancos rechazan dedicar mucho tiempo en su respuesta. “Nos planteamos dar una contestación unificada, pero luego hemos pensado que no merecía la pena gastar energías en eso porque realmente nuestro trabajo habla por nosotros”, responde al Mawwas.
“Nuestras armas son las mangueras con la que apagamos fuegos o el taladro que usamos para romper paredes que aplastan a gente en los derribos tras los ataques aéreos”, explica. “Hemos rescatado incluso a miembros del Ejército regular aunque fuesen los mismos que habían bombardeado. No tenemos color”.
Según insiste, su trabajo es “totalmente humanitario, por eso seguimos el Protocolo I Adicional a los Convenios de Ginebra de 1949 relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales”.
Según sus cifras, cerca de 160 compañeros han fallecido mientras trabajaban en las labores de rescate. “También por ellos seguimos con nuestra promesa de continuar con este trabajo. Quien salva una vida, salva a toda la humanidad”, dice al Mawwas.
Khalil Resulglu y el doctor Amjad Fareku, ambos de la ONG siria Sham El Jair, relatan experiencias similares. La organización actúa en la zona central y norte del país, con una red de escuelas, guarderías y clínicas hospitalarias. Esta ONG se convirtió en la contraparte preferente de la Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio (AAPS), en el envío de los 65 contenedores cargados con un total de 24.000 kilos de ayuda humanitaria.
Fareku tuvo que atravesar una tubería y pagar en un control de las fuerzas de Asad, para conseguir salir de la zona sitiada de Damasco. Ahora atiende a pacientes que han huido de sus hogares sin salir de su propio país. Según estima, cerca de “600 familias han tenido que desplazarse desde Alepo hasta Idlib.
“Muchos niños viven sin educación, estamos perdiendo a toda una generación, los niños y niñas en Siria están creciendo demasiado rápido”, lamenta Khalil Resulglu.
Se despiden recordando a una de tantas niñas rescatadas. “Tenía diez años y, tras volver del colegio, encontró su casa destruida por una bomba”. El ataque acabó con la vida de sus padres. “Ahora, para sobrevivir y alimentar a sus hermanos, cocina galletas que vende entre sus compañeros de clase”.