Chega, el batiburrillo de la derecha radical portuguesa
En la sede nacional de Chega, en Lisboa, el líder está en todas partes. En los despachos, en los pasillos, en la sala de prensa. Fotografiado en una composición con el escudo de Portugal, pero también en acuarela, al óleo o en bajo relieve, la presencia de André Ventura, fundador y primer diputado (único, de momento) del partido más escorado a la derecha que en Portugal haya obtenido representación parlamentaria, es insoslayable. “No es por un culto al líder, es que se los regala la gente y en algún sitio hay que ponerlos”, alega Pedro Frazão, vicepresidente, mientras va enseñando las estancias de la sobria oficina, situada en un primer piso exterior con vistas a la Asamblea de la República.
Ventura fundó Chega! [Basta, con símbolo de admiración, en el original] en 2019. Profesor de Derecho en la Universidad de Lisboa, tiene 38 años, tendencia a vociferar en sus intervenciones parlamentarias y unas convicciones políticas en las que predomina lo “anti”: antiabortista, antigitanos, antimigración, antisubsidios. También tiene un carisma personal arrollador para determinadas audiencias. El periodista Miguel Carvalho, que lleva un año y medio siguiendo la evolución de este “partido protesta” para la revista ‘Visão’ recuerda una comida con militantes a la que asistió Ventura y de donde el jefe salió casi a hombros. “Llegó tardísimo, se enteró de quiénes eran más o menos los que estaban y empezó a hablar; unas palabras para los veteranos de las colonias, otras para los antiabortistas, y así con todos. Todos grabando con el teléfono, embelesados. Me di cuenta de que esto era algo distinto”.
Ventura empezó a acaparar titulares en 2017. Entonces todavía estaba en el Partido Social Democrata (PSD), la principal formación de la derecha portuguesa, y se presentaba a las elecciones a la alcaldía de Loures, municipio próximo a Lisboa. “Hay un problema con la comunidad gitana”, se despachó, criticando los subsidios sociales. No ganó, pero consiguió el acta de concejal y más del 20% de los votos. Un año después, dimitió del cargo y dejó el partido, ya anunciando la idea de crear otro.
“En Chega hay nostálgicos de Salazar y neonazis, pero también excomunistas, gente perjudicada por la pequeña corrupción o antiguos cargos de tercera y cuarta categoría del PSD y el Partido Socialista (PS)”, advierte Carvalho. “Yo no sé si se les puede considerar de extrema derecha, porque la extrema derecha pone bombas y Chega no está en eso. Creo que es más adecuado calificarlos de derecha radical-populista”, razona.
Militantes de mecha corta
Desde su fundación, Chega es un magma de corrientes y personalidades variopintas. Los cargos directivos se queman rápido, y cada congreso es una bronca. Hasta el Tribunal Constitucional ha sancionado al partido por saltarse los estatutos en la toma de decisiones. Hay personajes límite, como el ya expulsado Manuel Ferreira, uno de los fundadores, que decidió crear otro partido por “arrodillarse” la dirección “ante el lobby gay”, después de que Ventura dijese, en contra de lo que señalaba hasta entonces el programa político, que no le parecía mal que los homosexuales se casasen. La exdirigente Patricia Sousa Uva, cuyas diatribas contra la vacuna del coronavirus en Facebook son casi diarias, también salió dando un portazo, criticando al partido por dedicarse a los “chismes y las persecuciones”, en vez de a la política.
Mayor peso en la formación tiene Diogo Pacheco de Amorim, veterano político con vínculos en los 70 con el Movimiento Democrático de Liberación de Portugal, organización contrarrevolucionaria descontenta con el 25 de abril, esta sí de extrema derecha en sentido estricto, responsable de varios atentados con bomba. Él dice que no tuvo nada que ver con explosivos y hoy se define como defensor del Estado mínimo.
Entre las cabezas pensantes está también Gabriel Mithá Ribeiro, historiador, criado en los últimos años de la colonia mozambiqueña, también rebotado del PSD. Especializado en estudios africanos, es autor del libro '¡El colonialismo nunca existió!' y se le atribuye la parte del programa relativa a la educación, que ha de asentarse “en el refuerzo de la dignidad y autoridad de los educadores y profesores, presupuesto del combate a la indisciplina”. “Si un alumno desobedece, estoy físicamente preparado para actuar”, avisó en una entrevista en 2013. Esto, en cuanto al pensamiento. Por lo que se refiere al músculo financiero, destacan las donaciones de João Maria Bravo, dueño de Sodarca, principal proveedora de armas y equipamiento militar al Estado luso.
“Soy del Opus y del Benfica”
En esta mezcolanza de ruido y agresividad desentona bastante, en la primera impresión, el vicepresidente Pedro Frazão, veterinario, supernumerario del Opus Dei (“no lo oculto, como tampoco oculto que soy del Benfica, no tiene nada que ver con el partido”, declara), de sonrisa afable y modales exquisitos. Luego, con voz suave, va desgranando los puntos controvertidos del actualizado programa político. Por ejemplo: Chega pide cambiar la Constitución para recuperar la cadena perpetua o castrar a los pederastas. “El código penal es muy blando”, lamenta Frazão. Portugal es el cuarto país más seguro del mundo, según el Índice de Paz Global que recopila ‘The Economist’.
Aunque el programa advierte que la migración comporta riesgos para “la supervivencia de los portugueses como pueblo con entidad propia”, el vicepresidente rechaza que en el partido exista “ningún tipo de xenofobia”. Les alarma, no obstante, la “islamización de Europa”, que sucede en países “como Francia y Bélgica”. ¿Y en Portugal? “Este año tuvimos desembarcos de lanchas pequeñas que vinieron de Marruecos con grupos de 20, 14 y 18 personas, hombres en edad militar que no vienen de la guerra ni sufren persecución religiosa”.
Hay asimismo en Chega una aversión estatutaria a todo lo que recuerde a la hoz y el martillo. “Rechazamos la distopía instigada por la primacía de la victimización sedimentada por la revolución comunista iniciada en Rusia en 1917”, reza el punto quinto del programa político. “Nos irrita mucho que el preámbulo de la Constitución hable de ‘abrir la senda hacia una sociedad socialista’; esta frase debe retirarse”, defiende Frazão.
Emboscada a periodistas en campaña
La campaña a las elecciones presidenciales de principios de año fue una de las más incómodas para los periodistas que siguieron la caravana de Chega. A medida que discurrían los días, la cobertura crítica de la mayoría de medios fue caldeando el ambiente entre los simpatizantes. En una comida-mitin a la que además de los adeptos solo asistían los reporteros, el director de campaña, Rui Paulo Sousa, lanzó: “Nuestros enemigos, nuestros adversarios están ahí afuera. No todos, por desgracia. Algunos están aquí”.
A la andanada siguió una serie de descalificativos y abucheos, insultos y amenazas de los comensales, que llevaron a los periodistas a irse del lugar en grupos, por precaución. Uno de los coches apareció sin el limpiaparabrisas. Ventura pidió disculpas al día siguiente, pero dijo que a él también le insultaban a menudo. “Es muy preocupante”, concluyó el informe realizado al efecto por la Comisión del Carné Profesional del Periodista, que vela por el cumplimiento de los deberes profesionales del gremio.
De cena con Abascal
Tras conseguir en mayo que el italiano Mateo Salvini peregrinase a Fátima para “reivindicar la cristiandad”, a André Ventura le faltaba un espaldarazo del vecino español. La fotografía llegó en el cierre de la campaña de las municipales, el 24 de septiembre. Dos semanas después, Ventura devolvió la visita en al acto de exaltación regionalista de Vox en Madrid, donde habló en un castellano muy aceptable sobre la necesidad de luchar juntos contra “el globalismo”.
Emborronó un poco el acercamiento que Vox publicase poco después, el 12 de octubre, una foto del imperio español con Portugal incluido en los dominios de la Hispanidad, como en tiempos de Felipe II. La sangre no llegó al río. “Primamos el valor de la sociedad occidental, el patriotismo, la familia natural, los valores cristianos, ahí somos muy parecidos”, compara Frazão.
El discurso de Chega ha calado en una parte de la población, y las elecciones del 30 de enero podrían suponer su consolidación parlamentaria. “Con los problemas internos que tienen, este adelanto les viene muy bien. Entrar en el Parlamento supone acceder a financiación y estabilidad. Si las elecciones fuesen en 2023, como se preveía originalmente, no sé si habrían llegado vivos. El PS les ha hecho un favor”, opina Miguel Carvalho.
Frazão saca pecho: “En dos años hemos llegado a casi 40.000 militantes. Nadie había crecido tanto tan rápido”. Aunque calcula que el apoyo electoral puede llegar al 10% y el único diputado podría convertirse en más de una decena, no todos los signos son positivos. En las elecciones municipales solo sumaron 19 concejales en todo el país. Los resultados determinarán si la derecha radical populista del país que hasta hace poco se creía inmune al radicalismo prospera o languidece.
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