“No estamos sintonizando adecuadamente con las demandas y los anhelos de los ciudadanos y hemos sido interpelados por nuevas expresiones y por nuevos liderazgos. Es nuestro deber como Gobierno escuchar con humildad y con atención el mensaje de la gente”, ha dicho el presidente chileno Sebastián Piñera durante su balance de las elecciones constituyentes de este fin de semana. Contra todo pronóstico, las candidaturas de ciudadanos independientes se han impuesto con 45 escaños de los 155 totales –con un 89% escrutado–, por encima de cualquiera de los otros tres bloques políticos que han concurrido.
La derecha ha sumado 39 miembros; la centro-izquierda, que agrupa a los partidos de la socialdemocracia tradicional, ha llegado a los 25; y la izquierda, que suma al Partido Comunista y a la coalición Frente Amplio, nacida al alero del movimiento estudiantil, con 28 escaños, ha quedado en segunda posición. Los electores han castigado a los partidos tradicionales, al duopolio, como se conoce en Chile a las fuerzas que gobernaron durante 30 años bajo el marco de la carta magna heredera de la dictadura de Pinochet que se ha impugnado.
“Los partidos tradicionales se desfondan con este resultado. Es una expresión de hastío y cuestionamiento de la ciudadanía contra la manera en la que funcionan los partidos políticos, por lo que esto los obliga a hacer una seria autocrítica”, dice el decano de la Facultad de Ciencia Política y Administración Pública de la Universidad Central, Marco Moreno. “Es una impugnación a la clase política, en general, y a favor de personas distintas, que no son de la élite”, dice Julieta Suárez, integrante de la Red de Politólogas. Según ella, la votación expresa “el deseo de cambio para la nueva Constitución”.
“Quiero que quienes escriban la nueva constitución sean gente nueva y no los mismos políticos de siempre. Había muchas alternativas para votar y creo que ahora hay que apostar por los independientes”, dice Mabel, de 47 años, al salir del Liceo de Aplicaciones de Santiago, uno de los puntos de votación más grandes del centro de Santiago. Su candidato –añade– defiende temas que para ella son “relevantes” como el derecho al acceso al agua, un cambio en el sistema de pensiones y en el modelo educativo.
Una constitución “inclusiva e incluyente”
Una de las incógnitas que se esperaba resolver durante la noche electoral era si los conservadores alcanzarían a sumar un tercio de los escaños. La fracción es relevante porque las decisiones de la Convención Constitucional que escribirá el nuevo texto legal tienen que aprobarse por un cuórum de dos tercios. Si se aseguraban un tercio, tenían el veto prácticamente garantizado.
“El oficialismo esperaba beneficiarse del sistema electoral proporcional y llegar a los 52 votos que le daban la posibilidad de ejercer el control, pero experimentó una significativa derrota”, dice Moreno. Según él, el “voto de castigo” estaría motivado por la gestión del Gobierno de los momentos más trascendentes para el país como el estallido social o la pandemia.
Entre los electos, hay perfiles muy diversos: desde abogados hasta escritores, actores, exministros, activistas o periodistas, entre otros. Otra de las grandes noticias es que la asamblea electa se convertirá en la primera paritaria del mundo: estará formada por 77 mujeres y 78 hombres, entre los que se incluyen 17 representantes de los pueblos originarios.
“Vamos a tener una constitución inclusiva e incluyente. Chile se va a poder reconstruir a partir del sentir y pensar del pueblo mismo y de la gente de pie, más que de las élites”, ha declarado el abogado y candidato a Constituyente Daniel Stingo, quien ha acumulado el mayor porcentaje de voto de entre todos los candidatos, con un 24,7% de los votos. Para Moreno, la diversidad de la Convención “es una muestra de la heterogeneidad y la diversidad, un espacio multicolor que va mucho más allá de dos bloques”. Cree que la dinámica del órgano va a ser “un ensayo de parlamentarismo puro” que va a obligar a buscar pactos y acuerdos.
Nueve meses por delante
Además de los 155 asambleístas, los chilenos han elegido también alcaldes, concejales y gobernadores regionales en unos comicios que la pandemia ha obligado a extender durante dos días. También en ellos la derecha ha salido derrotada, con la pérdida de ayuntamientos y gobiernos de regiones clave, algunos de los cuales han quedado a manos de la izquierda.
En total, más de 16.000 candidatos han concurrido en las cuatro convocatorias. Nunca antes el país había celebrado una megaelección de esta magnitud. Precisamente, este factor podría influir en el descenso de la participación que se espera respecto al plebiscito de octubre. Si bien al cierre de esta edición todavía no se conoce el porcentaje de voto, la impresión general es que menos gente se movilizó para votar.
“Mi percepción es que la participación ha sido menor. Hay distritos con más de 180 candidatos y que para votar tienen una papeleta de un metro cuadrado. La gente mayor se complica mucho con eso”, dice Eduardo Ponce, personal de enlace con el Servicio Electoral que supervisa la votación en el colegio San Antonio de Santiago.
Los resultados marcarán los nueve meses que le quedan a Piñera en el poder, hasta las presidenciales y parlamentarias que se celebrarán en noviembre. El futuro del escenario presidencial es hoy más incierto para el mandatario y su coalición, que no ha superado el test de la ciudadanía. Un órgano constituyente en minoría solo le complicará las cosas.
Desde su conformación, la Convención Constitucional contará con nueve meses para presentar un nuevo texto constitucional, prorrogables hasta 12. Luego, a mediados de 2022, los chilenos tendrán que votar la propuesta en un nuevo plebiscito para su aprobación o rechazo definitivo.