Los daneses no supieron con certeza el resultado final de las elecciones generales celebradas este martes 1 de noviembre hasta que no se contó la última papeleta, pasada la 1:00 de la madrugada.
El recuento electoral se siguió con dramatismo. Durante toda la noche, parecía que los escaños del ex primer ministro Lars Løkke Rasmussen, líder del nuevo partido Los Moderados, tendrían la llave para decidir el futuro Gobierno entre los dos bloques de partidos de centroizquierda y centroderecha, puesto que ninguno de los dos conseguía obtener la mayoría parlamentaria.
Sin embargo, la balanza se decantó a última hora por el bloque de centroizquierda, que con 87 escaños y sumando los apoyos de los representantes del Atlántico Norte (uno de las islas Feroe y dos de Groenlandia) conseguían alcanzar la mayoría de 90 diputados de los 179 del Folketing. Enfrente, el centroderecha (en el que se incluyen dos partidos antiinmigración) conseguía tan solo 72 escaños, en parte debido a la destacada derrota del mayor partido del bloque, el Partido Liberal, que cayó hasta 10 puntos, hasta lograr el 13,3% de los votos.
Los socialdemócratas de la primera ministra Mette Frederiksen, con el 27,5% de los votos, lograban contra todo pronóstico su mayor victoria desde 2001, ampliando su presencia en el Parlamento con dos escaños más respecto a la pasada legislatura.
El papel de Los Moderados y los liberales
De esta forma, Frederiksen ya no depende de Los Moderados para revalidar el puesto de primera ministra, aunque las probabilidades de que repita la fórmula de un Gobierno en minoría con el apoyo externo de los otros cuatro partidos de izquierdas son escasas. Pese a la victoria del bloque, los partidos de izquierdas ven cómo los votantes se han desplazado a la derecha en unos resultados ajustadísimos y, lejos de cantar victoria, auguran unas negociaciones largas y complicadas en las próximas semanas.
Además, durante la campaña, Frederiksen ha reiterado la necesidad de crear un Gobierno amplio “con partidos a ambos lados del centro político”. La líder de centroizquierda quiere afrontar con un Gobierno transversal la incertidumbre que atraviesa el país, con una crisis de la inflación y de los precios de la energía, así como la amenaza de la guerra en Ucrania y de una recesión económica.
De momento, en el día después de las elecciones, la líder socialdemócrata ha recibido el encargo formal de liderar las reuniones para formar un nuevo ejecutivo y empezará las conversaciones con el líder del Partido Liberal, Jacob Ellemann-Jensen, que se ha mostrado en completo desacuerdo con la necesidad de crear un Gobierno de frente amplio. Por otra parte, el líder de Los Moderados, Rasmussen, ha evitado hasta el momento comprometer a su partido a dar apoyo a ningún candidato a primer ministro, pero comparte la idea con los socialdemócratas de querer un futuro ejecutivo centrista con apoyos de ambos lados.
División en torno a Frederiksen
La líder socialdemócrata no pudo evitar emocionarse al final de la noche electoral al llegar en coche al palacio de Christiansborg, donde fue recibida por los afiliados y simpatizantes de su partido, aclamándola mientras sonaba la canción Respect, de Aretha Franklin.
En los últimos cuatro años, Frederiksen ha sido una figura que ha dividido e incluso polarizado a los votantes daneses, según escribía la semana pasada Tom Jensen, periodista y analista político del periódico Berlingske: “Algunos votantes la quieren mucho y la ven como una primera ministra con fuerza y decidida, admiran su gestión de la crisis de la COVID y les tranquiliza su firmeza a la hora de expresar sus ideas, además de haber sabido unir a su partido”.
Por el contrario, señalaba Jensen, “sus rivales la ven como una figura que ha concentrado demasiado poder en torno al Ministerio de Presidencia, que pasó por encima del Parlamento durante la pandemia y que cerró la industria de los visones sin una autorización legal para hacerlo”. En la campaña electoral, Frederiksen se ha presentado a sus votantes como una garantía de estabilidad y una mujer con sentido de Estado, pero entre sus colegas parlamentarios y entre los votantes no representa una figura de tal consenso.
Un mandato mirando a izquierda y derecha
Durante su anterior mandato, los socialdemócratas liderados por Frederiksen se han acercado al bloque de los partidos de derechas para acordar las políticas migratorias y al bloque de izquierdas para aprobar las iniciativas económicas.
Después de casi dos décadas de recortes bajo gobiernos liberales y conservadores, desde 2019 los socialdemócratas han aprobado ampliaciones y ayudas en el Estado del bienestar, han aumentado el impuesto de sucesiones para empresas y han suprimido las deducciones fiscales a los salarios más altos. También han regulado las empresas de préstamos rápidos y el mercado de los pisos del alquiler.
Sin embargo, para formar un nuevo Gobierno de izquierdas necesitan los votos de partidos como los anticapitalistas de la Lista de Unidad o el Partido Alternativo, que rechazan los planes de los socialdemócratas para abrir un polémico centro de refugiados en Ruanda y las deportaciones de refugiados sirios que tras cinco años no ven renovado su permiso para continuar viviendo en Dinamarca. Además, también necesitarían el apoyo del partido Social Liberal, los antiguos socios de legislatura que retiraron la confianza a Frederiksen tras el caso de los visones, provocando así el actual adelanto electoral de siete meses.
Con este escenario, los analistas prevén que Mette Frederiksen no lo tendrá nada fácil para formar un Gobierno, ya que tendrá que afrontar unas duras negociaciones tanto si mira a los partidos a su izquierda como a los partidos situados más en el centroderecha. Además, la posible formación de un Gobierno de consenso entre el centroizquierda y el centroderecha también resultaría una anomalía en el panorama político danés: no se ha dado desde 1978, y aquella vez el acuerdo entre socialdemócratas y el Partido Liberal duró solo 14 meses.
Debacle del partido histórico de ultraderecha
Lo que sí ha quedado confirmado tras las elecciones es la debacle electoral del Partido Popular Danés, el partido antiinmigración que pasó en 2015 de tener un apoyo del 21% a conseguir unos resultados este martes del 2,7% de los votos, al borde de no lograr representación en el Parlamento.
Parte de sus votos se han visto recogidos por dos nuevas formaciones, la Nueva Derecha (3,7%) y el nuevo partido Dinamarca Demócratas (8,1%) creado por la polémica exministra de Inmigración e Integración Inger Støjberg, responsable en 2015 de establecer una de las legislaciones de acogida de refugiados más restrictivas en la Unión Europea.
Roger Buch, analista político en la Escuela de Medios y Periodismo en Dinamarca, explica que, a diferencia de los comicios desde 2001, “el tema de la inmigración y la acogida de refugiados no ha tenido un papel central durante la campaña, ya que, más allá de la reciente acogida de 33.000 refugiados ucranianos, existe un consenso parlamentario para mantener unas políticas muy restrictivas con la inmigración”.
Buch señala, en cambio, que en las futuras negociaciones para formar Gobierno tendrán mucho más peso las políticas de reforma del sistema público, que debe afrontar una escasez alarmante de 5.000 trabajadores, o las propuestas de los partidos de centroderecha para rebajar los impuestos.