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Colombia y las FARC, una historia de más de medio siglo de sangre

Dos guerrilleros murieron en un enfrentamiento en abril pasado. /EFE

Natalia Chientaroli

Colombia tiene la democracia más antigua de América latina. En una región habituada a los regímenes militares y los golpes de Estado, su historia podría colocarla un escalón por encima del resto de países en cuanto a desarrollo institucional y cultura democrática. Pero de su cuello cuelga otro trágico galardón, el del conflicto armado interno más duradero y sangriento, que supera el medio siglo. 

En todos estos años de feroz enfrentamiento, las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas, las FARC, han sobrevivido a 12 gobiernos –algunos más afectos al diálogo, otros abiertamente beligerantes–, y han sobrevivido también a sus propias divisiones, errores y contradicciones. El fin de la violencia firmado en La Habana pretende poner un punto final a un relato regado por el dolor de más de siete millones de víctimas, pero que supone una grieta en la sociedad colombiana difícil de remendar.

Marquetalia, 1964

Marquetalia, 1964Las FARC nacieron de La Violencia. Así, con mayúsculas, es como Colombia bautizó la guerra civil no declarada entre liberales y conservadores que se extendió desde finales de los años cuarenta hasta casi la década del ’60. El enfrentamiento dejó una escandalosa e indeterminada cifra de víctimas –que se suele calcular entre 200.000 y 300.000–, además del desplazamiento forzoso de casi un cuarto de la población colombiana de entonces, que apenas superaba los diez millones de habitantes.

En aquellos primeros años las FARC “se constituyeron de manera espontánea para defenderse de la violencia oficial de un gobierno conservador minoritario que mediante la violencia quería perpetuarse en el poder”, explica Eduardo Pizarro Leongómez, investigador especializado en el conflicto armado y hoy embajador de Colombia.

Pero el mito fundacional de las FARC se fecha en 1964, cuando 16.000 soldados tomaron la población de Marquetalia. Querían aniquilar los restos de milicias liberales que se habían refugiado ahí y que constituían un “bastión revolucionario” con su propia organización de gobierno. Entre ellos estaba Pedro Antonio Marín, apodado Manuel Marulanda en honor a un líder comunista caído en combate. Este se convertiría en el jefe máximo de las FARC hasta su muerte en 2008, y pasaría a la historia con otro alias: Tirofijo.

Los secuestros y la droga

Con los ochenta llega el cambio radical en el accionar de las FARC, que se transforma de pequeña guerrilla en una fuerza bajo el mando de un Estado Mayor y dividida en frentes y bloques. “Pasan de una mentalidad defensiva a ofensiva”, sostiene Pizarro Leongómez. El objetivo es crear un ejército capaz de ir ganando terreno desde la zona cordillerana hasta tomar la capital.

Con la organización llegan los gastos, y los secuestros extorsivos como forma de financiación. El estudio Una verdad secuestrada, publicado en 2013, calculaba que las FARC eran responsables del 37% de los casi 40.000 secuestros producidos entre 1970 y 2010. Por detrás de las FARC están las redes criminales, el ELN y los grupos paramilitares con un 7% de los casos (un 12% en las zonas rurales).

De acuerdo con esta investigación, la más completa que se ha hecho sobre el tema, el 84% de los secuestros de la guerrilla fueron extorsivos, contra un 12% que tenían motivaciones políticas. El periodo más dramático tuvo lugar entre 1996 y 2005, cuando se cometió la aplastante mayoría de los secuestros de esas cuatro décadas. Llegaron a tener más de 400 policías y militares secuestrados.

En los ochenta también surgen las primeras relaciones con el narcotráfico. Al principio con una especie de impuesto sobre los cultivos de coca, y más tarde negociando con los crecientes cárteles de la droga. Aunque las FARC siempre han negado participar del negocio del narco (más allá de esos gravámenes que en 2003 representaban el 30% de sus ingresos, unos 600 millones de dólares), tanto en Colombia como en Estados Unidos se han iniciado procesos contra miembros de la guerrilla por tráfico de estupefacientes.

Tanto los secuestros como la vinculación al mundo narco le han granjeado a las FARC descrédito y pérdida de apoyos en el mundo. Esos dos puntos son parte importante de las negociaciones que el Gobierno lleva desde hace tiempo con la cúpula de la guerrilla, que se ha comprometido con la condena al narcotráfico y la reparación de las víctimas.

De Tirofijo a Timochenko, una paz que se hace esperar

TirofijoTimochenkoLa primera vez que las Farc se sentaron a negociar la paz fue en 1984 con el presidente Belisario Betancourt. Por primera vez un gobierno reconocía a la guerrilla como un interlocutor válido para buscar la superación del conflicto armado. Las Farc se comprometieron a suspender sus secuestros y formaron un movimiento político, la Unión Popular. Tres años más tarde, la UP denunciaba el asesinato de más de 3.500 de sus miembros, incluyendo el de los candidatos a la presidencia Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo Ossa.

“No hay ninguna duda de que la UP se sometió a un exterminio. Cuando unos sectores armados se incorporaron a la ilegalidad fueron prácticamente pasados por las armas uno a uno, como había ocurrido con la guerrilla liberal 20 o 30 años atrás”, explicaba a la BBC hace 11 años, en el 40 aniversario de las Farc, Daniel Samper, que ofició de mediador humanitario en 2009 en la liberación de seis secuestrados.

“Pero los métodos de lucha que adoptan las FARC van contra la ciudadanía, contra personas que han sufrido también persecuciones e injusticias sociales. La sustitución de los métodos tradicionales de la guerrilla por los del secuestro, la extorsión, el asesinato de campesinos, desvirtúa y no tiene justificación ni siquiera por lo que se hizo, que fue un crimen histórico contra la Unión Patriótica”, asegura.

El Gobierno de César Gaviria (1990-1994) consiguió que algunos grupos guerrilleros participaran en la Asamblea Constituyente, pero el poder político siguió tratando a las FARC como un grupo de vándalos. Andrés Pastrana (1998-2002) encabezó el llamado Proceso de Paz del Caguán, que se cerró en falso justo antes del secuestro de la entonces candidata presidencial Ingrid Betancourt, quien más tarde protagonizaría el rescate más mediático en la historia del conflicto.

Tras Pastrana llegaría Álvaro Uribe y su política de “seguridad democrática”, que en la práctica intensificó el combate. Fueron los años más duros. En 2008 el Gobierno dio un gran golpe a las FARC. En un complejo operativo engañó a la guerrilla para liberar a Betancourt y dos contratistas norteamericanos, usando vehículos con la identificación de la Cruz Roja.

Ese año también murió Tirofijo, que fue reemplazado por Guillermo León, alias Alfonso Cano, que fue abatido por el ejército en 2011. Entonces llega a la cúpula de las FARC Rodrigo Londoño, también llamado Timoleón Jiménez o Timochenko, que es quien se ha sentado en La Habana a refrendar el acuerdo tras unas negociaciones con el Gobierno de Juan Manuel Santos que comenzaron en 2012.

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